PARRESHÍA

Cuando ganar cuesta más que perder

Cuando ganar cuesta más que perder

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Hay triunfos que saben a derrota y cuestan aún más. Aún así se festejan en duelo.

Hay triunfos que condenan.

No dejan de ser triunfos, pero su sabor es acedo y su corona cada vez más pesada.

López Obrador, porque no es Morena, se levanta con cuatro de las seis gubernaturas en elección. A nadie sorprende, pero tampoco entusiasma.

Ellos mismos —como los 20 millones del PRI en 88 — pusieron la meta de seis de seis, así que de entrada, ganando, tienen un resultado negativo ante sus expectativas.

Pero veamos el contexto: Tres horas diarias de mañaneras, aderezadas con béisbol y giras semanales; revocación de mandato, traiciones a la patria y demás patíbulos vendidos en su circo romano; corcholatas en desgaste adelantado apoyando a candidatos a gobernadores, siervos de la nación amenazando viejitos con quitarles su “beca”, 131 mil millones de pesos repartidos clientelarmente en seis meses, gasolina subsidiada, narcotráfico en las cartucheras morenistas y campaña permanente le sirvieron a López Obrador para hacerse de cuatro gubernaturas.

No es menor, sin duda.

Pero veamos con lupa.

En Hidalgo, Tamaulipas, Oaxaca y Quintana Roo, gana con candidatos de otros partidos, incapaz de construir candidaturas, pepena, compra o dobla. Dobló y compró a tres gobernadores a quienes, además, tendrá que recompensar con la afrenta de transparentar su mercadeo: Fayat, Murat y Joaquín. Comprarlos, además, para ganar con candidatos travestidos en Morena. Dos del PRI: Oaxaca e Hidalgo. Y en Quintana Roo del niño verde, con sus contubernios inconfesables y su prostitución política rampante. En Tamaulipas gana con un priísta, pero no pudo doblar al gobernador. Es otra historia. Morena, en tres años y medio, no pudo generar un candidato propio. Es un honor estar con obrador, pero los candidatos se buscan en otros lados.

Y en Tamaulipas pierde ganando. Cabeza de Vaca peleó hasta el último aliento, lo trataron de encarcelar, le quitaron todos los apoyos federales, lo dejaron sin agua, se orquestó en su contra todo tipo de campañas negras y bajezas. Le congelaron sus cuentas y las de sus familiares. Por si fuera poco, su candidato, Américo Villarreal, también prestado del PRI, goza de fama pública e internacional de amafiado con el narcotráfico.

Finalmente, la visita una semana antes de las elecciones a Badiragato marcó indeleblemente al lopezobradorismo de brazo político del narcotráfico.

¡Vaya triunfo!

Que, sin embargo, le vaya a servir para su proyecto político de pensamiento único y control totalitario, no hay duda.

Pero cada vez las cosas le cuestan más que su valor y las otrora fortalezas se antojan y ven como debilidades.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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