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Los calcetines y la transubstanciación

Los calcetines y la transubstanciación

Foto Copyright: lfmopinion.com

La transubstanciación del PRI.

Mi amigo me invita a comer… lo que en tiempos de inflación se agradece el doble, o el 7.5% más, cuando menos.

Les cuento: está escribiendo, todos lo hacemos, una especie de cuadernos de memorias, ¿quién no? Cuando menos, los de mi generación lo hacemos con frecuencia, desde páginas sueltas de diarios para los nietos hasta muy bien estructuradas novelas de nuestras “vivencias” de antaño.

Creo que es un ejercicio de preparación hacia al más allá, aderezado con la necesidad de trascender; de explicar, justificar o permanecer. De subrayar lo que uno cree que vale la pena. Tal vez por lo que se ha luchado siempre. Y, en algunos casos memorables, para revivir la pasión con el recuerdo.

Muy bien, instalados en Origen, de mis preferidos, con la siempre cordial atención del dueño, el afectuoso Juan Carlos, de corazón universal y mexicano por decisión.

Para abrir boca un Herradura reposado y un Topo Chico a un lado.

Dice el famoso pejePresidente que el objetivo del gobierno es llevar justicia y felicidad a los gobernados.

Insiste en que lo importantes es no ser un país de leyes, sino de promoción de la justicia.

Mientras tanto, la violencia crece. Los homicidios ocurren a diario y el país está dividido en territorios cuasi propiedad de narcos.

Mi amigo, a quien por razones de seguridad ya está inscrito en el programa de protección a periodistas, le llamaremos T Perrin, como el famoso detective que ha resuelto varios casos de difícil pronóstico (ver Antologías ed. Benma), ordena una botella de Malbec, muy ad hoc.

Pues bien, ¿por dónde empezamos? Hay tanto qué decir.

Primer tiempo.

Es obvio que a quien tú llamas el famoso penePresidente… es peje! Corrijo. Es un hombre bien intencionado, conoce el país, lo ha recorrido, es un animal político como pocos. Pero ante la magnitud de problemas que enfrenta, eso no es suficiente.

Y es verdad, trabaja 20/7. Nadie lo puede acusar de guevón, como a Peña, a Calderón, a Fox y Martita. Tiene una bien ganada fama de aferrarse, de ser testarudo, como la canción del necio, que tanto les gusta a Beatriz y a él.

Lo interrumpo, le recuerdo que en tiempos de Echeverría, que fue un hiperactivo presidente, Flores de la Peña, desde Patrimonio Nacional, presumía terminar la jornada laboral en la tarde, temprano y cuando alguien le preguntó porqué no se quedaba en sus oficinas, como todos los demás, hasta más tarde, contestó con sorna de economista fogueado. “Es fácil, los servidores públicos que cumplimos con nuestra jornada de trabajo tenemos derecho a descansar, además, así no le hacemos más daño al país”. Dicen que Echeverría se tragó el comentario y lo dejó de invitar a giras extenuantes. El mismo expresidente que ya cumplió cien años sentenciado y refugiado en San Jerónimo y de quien Fuentes declaró: “Echeverría o el fascismo…”.

Segundo tiempo.

Recuerda su tiempo en el PRI, mientras cata el vino con experta maestría, lo recuerda en dos capítulos. Uno primero, breve, con Carlos Valle, que de Dios goce y que era un magnífico publirelacionista. Ahí empezó haciendo apuntes para discursos y notas de prensa para corregir barbaridades de candidatos novatos, chamaqueados por periodistas de largo colmillo, para subir el monto del sobre.

Para comentar o lamentar, nos reuníamos en un comedero cerca de la sede nacional donde creo que aún sirven pulpos a la gallega de antología.

Somos lo que comemos, remata T Perrin, ensartando un pedazo de chorizo que se ve y huele de rechupete.

¿Y qué hay de tu segundo momento en el otrora partidazo, por qué ocurrió su decadencia?

Ahora hace una pausa para estudiar por donde mejor atacar una empanada aderezada con chimichurri.

Pues mira, dice después de beber un sorbo de tinto.

Hay varias razones que plantear. Te cuento: llegué a la Secretaria General con el jefe Lama, que por cierto me permitió leer y estudiar en su espléndida biblioteca de Coyoacán, espléndida en serio. La casa era de Jesús Reyes Heroles y mientras vivió la ocupó en renta, creo que su amigo nunca le cobró.

Ahí me doctoré en escribidor de discursos y desarrollé un especié de chat confidencial antes del moderno, con secciones diversas: Editorial, que apuntaba alguna tendencia sobresaliente, mensaje subliminal o línea de acción necesaria. Sección Nacional con comentarios a lo más relevante del acontecer semanal. Sección Internacional, sobre nuestra relación con EUA, principalmente, y Estadística con un par de cuadros numéricos y gráficas.

Era un triunfo ver que el lunes siguiente varios de los encumbrados eran citados en la prensa con declaraciones con mis temas de tarjetas chat.

En esa época conocí a Ricardo Monreal ahí mismo, era asesor principal del jefe. Muy eficiente y haciéndose siempre indispensable. En alguna ocasión se me ocurrió comentar que por el alto costo de la vida no alcanzaba “ni para calcetines”. Creo que Ricardo lo escuchó y el jefe Lama lo supo. Total que en aquella Navidad recibimos los del staff de asesoría paquetes de regalo …con calcetines.

La anécdota fue celebrada y comentada cuando Colosio era ya el elegido y la campaña no levantaba, Salinas lo traía a raya.

Un día salieron del brazo platicando una tarde rumbo a algún evento: el jefe Lama puro en mano, en medio Luis Donaldo dejándose querer y del otro lado, el jefe de campaña, el licenciado Zedillo, que se decía el mejor economista de México y olía a azufre.

Lamadrid dijo a voz en cuello, “doctor Zedillo, levante la campaña, usted es el jefe”. Se oyó un silencio incómodo y el presidente que sería mártir unos meses después, dijo: “ah que José Luis, aquí el único jefe eres tú”. Zedillo tragó camote y se ajustó la corbata con una sonrisa forzada.

Cuando asesinaron a Colosio en Lomas Taurinas, Zedillo lo sustituyó y una sus primeras decisiones fue cambiar al jefe Lama y mandarlo a la Fundación Siglo XXI, una especie de refrigerador. Jamás llegó a ser secretario de Educación Pública, como lo hubiera deseado, ni tampoco gobernador de Jalisco, cómo era su verdadera ilusión. Sus comentarios generaron aplausos y rencores.

Ahí empezó la decadencia del partidazo. Después asesinaron a Ruiz Massieu y se supo de narcopolíticos y el 10%.

Tercer tiempo

Café express doble y un calvados. ¿No hay? Traiga sólo el café por favor.

La debacle nacional se ahondó cuando se entregó todo al Pan y fue obvia su incapacidad para gobernar, los azulejos solo son buenos para hacer negocios privados con recursos públicos. El país sufrió.

Luego llegó un relamido priista inventado por Televisa con contrato matrimonial incluido para emocionar al respetable y donde Videgaray fue el cerebro mandón, con todo y lamentable invitación a Trump.

Hoy ya es un partido de risa, el tal Alito es diminutivo, es chiquito. Es un campechanito dirían despectivamente los yucatecos.

A decir verdad, a pesar de su demostrada inepcia, corrupción y rapiña, no tiene toda la culpa. Morena los arrasó. Los encueró. Les quitó banderas, cuadros y miembros destacados.

Como en la Eucaristía, es la transubstanciación, la transmutación del vino en agua de chilacayote.


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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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