LO DE HOY

Desayuno con Leticia Ramírez

Desayuno con Leticia Ramírez

Foto Copyright: lfmopinion.com

Aquella funcionaria que denodadamente alegaba el derecho de acceso universal a las universidades sin requisito previo alguno, es hoy secretaria de Educación.

Cayó en 24 de diciembre de 2019 la publicación de un texto mío titulado “Educación punitiva”.

Inicié inoculándome: “Cuidemos que lo políticamente correcto y la virulencia en redes no terminen por clausurar la deliberación pública. Sin deliberación no hay democracia; sin conversación pública no hay política”.

La vacuna respondía —como escribí, — a que hacía “unas semanas una alta funcionaria destacaba en conversación privada las bondades del acceso universal a la universidades. Sostenía que nada podía ser de mayor justicia que asegurar a todo joven entrar a la universidad, y que, una vez dentro, podría continuar sus estudios o bien dejarlos, pero al franquearle el acceso se les hacia justicia a todos por igual. De otra suerte, decía, se condenaba a la mayoría a carecer de esa oportunidad”.

En el texto desplegué mis opiniones sobre el acceso universal a la universidad: “Nada hay más discriminatorio que lo indiscriminado”.

Resucito el tema porque la funcionaria de aquel entonces, es hoy la secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez.

Empiezo por denunciar el conflicto de interés que sobre sus espaldas carga al ser haber sido líder la la sección 9 de la ¡CNTE! y, ahora, secretaria de Estado encargada de la educación en México. A la hora de un conflicto con el magisterio —que en México es permanente y sus chantajes sin fin—, qué postura va a asumir la hoy secretaria: en favor de la educación o en pos de su gremio.

Cualquiera puede ser mejor que Moctezuma y Delfina. El riesgo, sin embargo, de Leticia Ramírez —por como se ve su horizonte— es no ser peor.

Regreso a mi planteamiento de finales de 2019, si para la hoy secretaria, la educación superior debe estar abierta como nivel de inicio, qué hacemos con nuestros niñas y niños que, hoy, por cierto, están condenados a pasar grados académicos a fuer de eso que llaman “continuidad” educativa, no educación.

¿Será que llegando, ignorantes de todo conocimiento, a la educación superior, prive por igual la continuidad y nos cure, juzgue, administre y gobierne la ignorancia de la continuidad sin destino?

Concluyo con mi conclusión de aquel entonces: “este desideratum de premiar sin méritos ni esfuerzo es un llamado a los cansados, a los marchitos, a quienes se solazan en el empobrecimiento del espíritu y en el desvanecimiento del ser; sombras de hombre sobre las que la vida misma derrama su llanto”.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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