Obsesión
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He conocido gente con la más pedestre de las obsesiones: mañana, tarde y noche se la pasan acumulando dinero, como el famoso Pato millonario. Lo hacen en el mundo real o en su imaginación y no hay espacio para ningún otro pensamiento ni acción. Ni siquiera para lavarse las manos después de sobar las monedas y sentirlas suyas con sumas y multiplicaciones. Nunca gastan un centavo de más y siempre se quejan de lo caro que están las cosas, de la inflación subyacente y del pago de impuestos.
Otros se han obsesionado con ir al paraíso y nunca se ha sabido si lo lograron. Su vida pudo ser ejemplar y entonces nos dicen, los que dicen saber, que ahí están disfrutando, lo que no hicieron en el plano terrenal, donde sin duda, se aburrieron en serio, por aquello de que lo que no mata, es pecado o engorda. Ahí están los obispos con su clásica gordura para comprobarlo y la conocida afición sacerdotal por niños y monjas
Y los confesionarios llenos de penitentes con pecados a cuestas, confesiones y arrepentimientos. Y los cementerios llenos de muertos con enfermedades obsesivas insistentemente mortuorias. Es la rueda de molino para volver a empezar otra vez desde cero. Una vuelta más al reloj infinito y universal de las repetitivas posibilidades terrenales… y celestiales. O de pérdida visitas a infinidad de piqueras y cantinas bautizadas como El Cielo.
Muy modernas obsesiones son hoy el gusto y afición por la tecnología y los nuevos aparatitos de inteligencia artificial que gobiernan el pensamiento y la acción de aparentemente lucidos y estudiosos individuos, que ahora han dejado de hacer todo lo demás para dedicarse a repensar el mundo ideal, sin tener ya nada qué hacer.
Otros obsesivos son quienes no dejan de insultar y denostar, a destiempo, a los políticos y mandamases de anteriores administraciones, especialmente al famoso pejePresidente, a quien achacan todos los males del presente, del pasado y del futuro. Y recitan de nuestros ejemplares desde las tribunas legislativas hasta los foros en redes, televisos y radiales.
Es curioso, por decir lo menos, oír reiteradamente al famoso Joaquín decir que lo perdona, pero no lo perdona del todo por el mal que le hizo a su familia, por las noches y desvelos de miedo pensando en lo que algún fanático obsesivo hubiera podido hacer.
Como ocurrió a su compinche Ciro y a muchos otros periodistas manipuladores que perdieron negocios privados con recursos públicos y lamentablemente algunos perdieron también la vida por inocentes, cómplices o arriesgados.
También tengo conocidos cuya vida profesional gira alrededor de la misma crítica aderezada de ironía. Dicen analizar y la hacen obsesivamente… lo que el Peje les hizo, lo que hizo al país, lo que hizo al mundo y sus historias todas giran alrededor de la aterradora personalidad de este hombre que “nació cuando quiso”, “hizo lo que quiso” y “se salió con la suya”.
Sus observaciones son reflejo de un proceso obsesivo de denostación-admiración. De odio y amor dirían los expertos. Dale y dale a la piñata como en la infancia.
Muy generalizada es la obsesión por el poder, desde un humilde regidor hasta los más altos responsables del servicio público en los tres poderes de la Unión y desde luego, en los cargos relevantes de las empresas públicas y privadas, más los sindicatos y otras organizaciones civiles donde se han eternizado dirigentes que como Matusalén heredan el poder a sus hijos putativos después de décadas y lustros de mando y corrupción.
También en el estado de cosas obsesivamente inmaduras de Trump y la nueva administración trumpista republicana con amenazas de imposición de aranceles a las mercancías, bienes y servicios del resto del mundo, aunque sólo se pudieran tratar de imprudentes obsesivos desatinos, que afectan la paz, el progreso y la certidumbre del orden mundial.
Su obsesión por abrazar vesanias y gritar a diestra y siniestra sus planes y posibles acciones de confrontación y prepotencia, muestran sin duda su primitiva falta de razón y su pérdida de tornillos.
¿Qué hacer para combatir y mitigar las obsesiones aquí señaladas y otras del rosario dominante en nuestro entorno global?
Mirar al presente. Nada será igual que ayer.
Ejercitar nuestra capacidad de respuesta.
Es inteligente que a la anunciada imposición del 25 % de aranceles a partir del próximo 20 de enero del 25, pudieran corresponderse otros de igual magnitud en sentido contrario.
Lo peor que podemos hacer ante cualquier agresiva obsesión es achicar el espíritu y dejarnos ir con la mansa corriente pensando que no hay nada qué hacer, nada que cambie la hecatombe que viene derivada de la fuerza prepotente del agresor.
Entonces es preciso convencer a todos que el incendio consumirá también sus propios intereses.
Es oportuno consolidar alianzas con otros países y organizaciones internacionales ante la desesperanza y lo inevitable.
Consolidemos planes de emergencia frente al acoso económico, migratorio, la expulsión de connacionales, ante la invasión y la guerra.
Recordemos que antes de que las guerras estallen, grupos influyentes, inocentes o descreídos regularmente juran que nunca llegarán las bombas, muy a pesar de los augurios y entonces, son ellos los primeros en sufrir las consecuencias por haber sido incapaces de organizar defensas y contraataques.
Entonces, cuando los agresivos trumpistas consideren nuestra capacidad de respuesta, lo pensarán dos veces, obsesivamente, antes de volver a atacar. Parecen ser obsesivos ineducados, no tarugos.
Sirve recordar: cuando más oscura está la noche más cercano está el amanecer.
A la obsesión de abuso y poder respondamos con otra obsesión mayor de libertad e independencia.
Al sometimiento impuesto respondamos rompiendo las cadenas de dominio y construyendo nuevas áreas de progreso contra el deterioro, el abuso, la fuerza y la sinrazón.
Como Noé, construyamos Arcas para enfrentar la obsesiva lamentable puesta en escena de Trump y sus aliados, incluidos los canadienses.
Más vale estar preparados que arrepentidos por no haberle creído o haberlo sólo tirado a loco, demente, enajenado, alienado, disparatado, insensato, poderoso imprudente.
A partir de enero del año próximo serán cuatro años de vesanias que habrá que vigilar, resistir y combatir. Golpe por golpe, estocada por estocada. Palabra por palabra. Arancel por arancel. Obsesión por obsesión. Negociando y actuando.
Una vez decididas estrategias y fortalezas crucemos los dedos para lograrlo, con determinación y valentía. De lo contrario, ni repitiendo obsesivamente los mantras del himno nacional ni tampoco disfrazándonos todos de militares, marinos y soldados podremos evitar el costo de su obsesiva y traumática Do America Great Again.
También hay los obsesivos reincidentes, los que creen que nunca se equivocan y llevan su prepotente estulticia de bandera.
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#ProhibidoProhibir
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