EL IFE A LA DISTANCIA

¿Contradictorio yo?

¿Contradictorio yo?

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En el futuro quien quiera entender nuestra época tendrá que partir del hecho que ésta se caracteriza por la contradicción. Diga usted si no: hoy en México ser imparcial es ir contra del PRI —y que conste que no soy priista—: un imparcial epónimo puede darse el lujo de señalar que está por escoger entre ser candidato del PAN o del PRD, sus diferencias son lo de menos mientras sean contrarios a aquél. Poco importa tener proyecto, lo que cuenta es tener fobias.

Con gran dificultad se ha ido construyendo un servicio carrera electoral, pero los partidos exigen que los nuevos funcionarios del IFE no sean miembros del mismo. Para ser candidato de un partido es menester no pertenecer a él, ni haber hecho carrera en su seno. En un extremo se critica a los líderes sindicales vitalicios, en otro se impulsan candidaturas vitalicias. Nuestra transición a la democracia no es vista como un tránsito que implique tiempo, paciencia y esfuerzo, sino como un salto prodigioso y alumbrador o, mejor aún, como un asalto al poder. Por un lado se exige que el presidente se separe y gobierne sin el partido que lo llevó al poder (qué pensará de esto cualquier ciudadano de un régimen parlamentario), pero cuando ese partido realiza algo que no les gusta a sus opositores se reclama la fulminante intervención presidencial para llamarlo al orden. Se enarbola el principio democrático pero se califica a la mayoría de mayoritero y sobre ella, y su principio, se quiere imponer el minoriteo. Se ofrece legalidad democrática pero, unos y otros, privilegia o el fraude, o la presión y el chantaje para imponer resultados electorales.

Se clama por el imperio del Estado de derecho pero se doblega a éste con plantones, huelgas de hambre y propaganda. Se demanda un país de leyes, pero acudimos prestos al primer linchamiento a que se nos convoque, sin importar cuán descabellada sea la denuncia que lo motive. Se presume la mala fe, no la buena; lo que se requiere probar es la inocencia, la culpabilidad se presume. La diosa Temis ha visto permutada la banda que debe cubrir sus ojos por una bola de cristal, su balanza por lealtades partidistas y su espada por un fajo de billetes. El aparato de justicia, las mínimas garantías procesales y el más elemental respeto a la persona y su honra han sido hechos a un lado por unos medios de comunicación erigidos en conciencia nacional, Ministerio Público, omniperitos, jueces, verdugos, pontífices y sociopsicoanalistas.

En el dintel del nuevo milenio resurgen fundamentalismos religiosos, hechicerías y posturas fascistas. Atestiguamos el regreso de una Iglesia obsesionada por el poder, sus fueros y la revancha.

El más celoso y agresivo de los críticos es el más susceptible e irascible ante la crítica. Se pide que no haya impunidad en tanto no se trate de "uno de los nuestros" porque entonces, "lo que le hagan a él se lo hacen a todos nosotros". La acción propia es lucha democrática y libertaria; la misma acción en el contrario es conjura autoritaria, violación de derechos, ataque a la democracia y a las libertades. La persecución del delito por unos es cruzada valiente, legal y justiciera, pero realizada por otros es perverso, ilegal y electorero complot político. Por años se conmina a un ex presidente a declarar, cuando por fin lo hace se considera afrentoso y se reclama el hecho que antes se demandaba. Ayer por no declarar se alegó impunidad, hoy, por declarar se argumenta ¡también! impunidad.

Los prestigios personales se fundan en el desprestigio de las instituciones; los electorales en el descrédito de las elecciones. Lugar común es escuchar, en descargo de responsabilidades: "hice todo lo que estuvo a mi alcance, pero terminaron por imponerse los intereses que corren a...". Bueno, ¡hemos llegado al grado de que los errores ya no son ni de los hombres, ni de las instituciones... son de los meses!

El fuero parlamentario, garantía contra la disolución o anulación del Congreso, es instrumento para impedir, precisamente, el parlamento o, de plano, para delinquir. La más alta tribuna del país ha sido convertida en basurero, pista de circo, baile de máscaras, pasarela y escenario de los más patéticos comportamientos; la Comisión Permanente, en espacio de provocación permanente. Ya no se conoce tribunos; la oratoria parlamentaria ha sido desplazada por silbidos, cacofonías y sonidos onomatopéyicos.

En el debate político los razonamientos han sido vencidos por el albur, la chocarrería y las más chatas ocurrencias y patanerías. El tan aclamado fortalecimiento del poder legislativo redujo a éste a caja registradora de leyes elaboradas y parlamentadas fuera de sus recintos y sin sus miembros.

Ahora que, por primera vez los defeños vamos a elegir jefe de Gobierno del Distrito Federal, con tristeza vemos el inicio de las campañas... en The Americas Society de Nueva York (Castillo Peraza en Nueva York. Crónica, febrero 4 de 97).

Hemos llegado al grado de contradecir a la naturaleza misma: se puede estar en huelga de hambre por casi 100 días y no morirse.

#LFMOpinión
#IFE
#PartidosPolíticos

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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