POLÍTICA

1,550 millones de razones

1,550 millones de razones

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A números del 2012, los partidos se van a embolsar la emética cantidad de un mil quinientos cincuenta millones de pesos anuales (ajustable acorde al salario mínimo). Nada más por este concepto, 51% más que en 2012

¡Ah, los tiempos dichosos y dicharacheros de campaña!

¿Se acuerda Usted aquello de reducir 100 diputados y 32 senadores de representación proporcional?

¿Y qué me dice de entregar el tiempo del Estado en radio y televisión a los partidos para atemperar su financiamiento público? Dirá que ésta no fue una promesa de campaña y contestaré que tiene razón, pero para efectos prácticos el aserto en cita goza esencialmente de la misma falsedad.

A la representación proporcional no le tocaron –ni tocarán- un pelo nuestros legisladores y sus partidos (que no de la ciudadanía) reciben hoy más dinero que cuando pagaban tiempos en radio y televisión.

Hoy diputados y senadores rasgan sus vestiduras y se arrancan los pelos por un haber de retiro de magistrados electorales, que ellos mismos les otorgaron. ¡Hipócritas!

¡Ofelias Guilmáin que esconden, tras un montaje de opereta, su procacidad!

Nos dijeron que debían centralizar (en un Estado federal) las elecciones, porque los gobernadores controlaban los organismos electorales. Hoy sabemos, por mil quinientas cincuenta millones de razones, que mentían.

No eran solo los organismos electorales estatales su objetivo.

Los partidos nacionales, con registro para participar en las elecciones federales, requieren de un registro local para hacerlo en las de Gobernador, diputados locales y munícipes de cada Estado y Jefe de Gobierno, asambleístas y delegados en el Distrito Federal.

El registro local les otorga, además del financiamiento público para elecciones federales, un financiamiento local que, hasta antes de esta reforma, cada entidad, a través de su Congreso o Asamblea, establecía con entera libertad.

Ahora bien, al centralizar las elecciones locales los partidos impusieron –enfatizo el verbo- un financiamiento público parejo a todas las entidades federativas para los partidos locales. Ergo, para ellos mismos, pero con cachucha local. ¡La divina dualidad!

A números del 2012, los partidos se van a embolsar la emética cantidad de un mil quinientos cincuenta millones de pesos anuales (ajustable acorde al salario mínimo). Nada más por este concepto, 51% más que en 2012.

De ello, por supuesto no ha habido, ni habrá, ninguna puesta en escena de drama helénico, ni desgarre de vestiduras. Lo que los magistrados electorales pudieran haberse llevado en toda su vida por concepto de haber de retiro, jamás alcanzará la cifra que ¡por año! van a llevarse los autores de la reforma: sus partidos ("sus", porque son ellos la encarnación del pleonasmo, en su sentido de demasía y redundancia viciosa).

Por si fuera poco, los angelitos exigen que los Congresos Locales, que constitucionalmente son soberanos, aprueben su maltrecha y ofensiva reforma. Crecí escuchando reclamos contra diputados levanta dedos, actuando bajo consigna y a espaldas del pueblo. Pues bien, eso es lo que ahora "sus" egregios partidos exigen de los Congresos Locales: sumisión.

Y si no se agachan a su capricho, centralismo y atraco, no habrá reformas que pase.

Esa es nuestra realidad. Esos "sus" partidos. Esa nuestra desgracia y democracia.

Eso sí, la mitad de los candidatos serán mujeres. ¡Albricias!

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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