Ser o no ser

En ciencias sociales es clásica la proposición alternativa sobre la inclusión social vis a vis la incorporación social.

¿Acaso la inclusión política es en realidad incorporación a la plataforma y valores del partido? ¿Y a la identidad con el líder, el prohombre, el candidato? ¿O es simplemente un acto mercantil de utilidad crematística temporal?

Asistimos hoy a la faena por los votos, aunque se llame intercampaña, gracias a los ungidos que sí saben cómo complicar el proceso.

En este entorno, nada facilito: mientras el presidente se desgañita en la incomprensión y el Imperio aprieta las tuercas de dominación con adláteres aprendices, un candidato habla contra la corrupción cuando a todas luces fue cuando menos su cómplice o su testigo adherente.

Otro candidato, músico y malabarista, incluye en su frente a sus más acérrimos enemigos y críticos de ayer; y en sus listas, a quienes mansamente se rindieron para hoy aceptar una curul. La del estribo.

Y el candidato puntero, presume que todo se aprieta con tal de conquistar la meta. En buen plan, todo , absolutamente todo es válido en la inclusión y la limpieza bautismal se da con la renuncia al mal.

Es tan rica la miel que de un lugar a otro se mueven, como saltimbanquis, hacia el Senado, a ser diputados, gobernadores, alcaldes. No importa quién los abrace, con tal de no quedar descobijados, con la esperanza de que su actuar sea valorado en el ríspido ambiente de los incluidos pero nunca incorporados. ¡Y mucho mejor si son plurinominales!

A todas luces se vale de todo con tal de estar, aunque no se pertenezca.

Ofrecer, prometer, cambiar de uniforme, cambiar de tonada, aprovechar nuestra corta memoria, el vacío, la inconsciencia social del abrumado pueblo que tiene que ocuparse de ganarse el pan entre sismo y sismo.

Ser o no Ser. Todo se vale, todo por la silla, aunque sea chiquita.