POLÍTICA

Regularizar o sentenciar a muerte

Regularizar o sentenciar a muerte

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La invasión de predios es una industria política

Tarde o temprano esos asentamientos serán barridos por la naturaleza. No es culpa de la naturaleza, es culpa de regularizar lo que nunca debió permitirse.

Por décadas la política de regularización de predios ha sido una bandera electorera de los gobiernos, cualesquiera que sea su signo. Todos por igual echan populista mano de ella.

El aplauso fácil y clientelar de esta política implica, sin embargo, graves y criminales fallas.

La regularización reconoce y dota de propiedad a alguien que la posee de manera irregular. Las más de las veces ilegalmente.

Pero partamos del principio.

La omisión del Estado de brindar vivienda a todo mexicano orilla a gentes sin hogar a aposentarse en terrenos ajenos. Casi siempre hay un Bejarano inmiscuido, abusando de la desesperación y desamparo de los menesterosos.

La invasión de predios, hay que reconocerlo, es una industria política, antes que una expresión desorganizada y autónoma de familias depauperadas. Atrás de cada invasión hay un líder corrupto, un Estado ausente y un daño patrimonial irreversible.

Hay una segunda omisión del Estado, ésta para con el legítimo propietario del predio invadido. Y no crea Usted que siempre son terrenos de Azcárraga o de Slim. A esos, creo yo, el Estado presta debida protección. No, generalmente son predios de gente que no se puede defender o de ejidos. Sea de quien sea, correspondería al Estado garantizar la inviolabilidad de su propiedad. Cosa que no ocurre. El particular se ve despojado de su propiedad, las más de las veces, su único patrimonio, por mafias políticas y autoridades omisas, mientras el Estado de Derecho brilla por su ausencia.

Sobre las dos omisiones estatales, vivienda y protección a la propiedad, se suma la burla clientelar y electorera de venir, años después, a regularizar la irregularidad que sus omisiones causaron.

Grandes concentraciones, discursos paternalistas, actitudes justicieras para justificar lo injustificable: estás aquí porque no fui capaz de brindarte vivienda digna ni condiciones de vida aceptables; estás aquí porque fui omiso en hacer valer la propiedad que con tu invasión violentaste y estás aquí porque ahora, sacando raja política de mi ineficacia e incompetencia, vengo a cobrarte electoral y políticamente el desorden que he prohijado. Aplausos.

La política de regularización es un incentivo a las invasiones de predios. Invade, que tarde o temprano vendré a regularizarte por razones electoreras.

Ojalá y allí acabara el drama y la sinrazón. En realidad apenas empieza. Por un lado, el desarrollo urbano no obedece a ningún plan ni racionalidad. Responde a invasiones ilegales que, por su naturaleza, no atienden más que al cálculo clientelar de líderes corruptos y autoridades venales.

Así, al regularizar, el gobierno lo que hace es pisotear, además de la ley y la propiedad, sus grandes programas y planes de desarrollo urbano. Olvídese Usted de grandes avenidas, de servicios de primer mundo y de áreas protegidas y comunales. Nuestras ciudades jamás podrán tener un mínimo de racionalidad mientras respondan a dinámicas de invasión-regularización.

Lo segundo es que siempre es altísimamente más caro introducir servicios en asentamientos irregulares y, por ende, irracionales, sin planeación y, las más de las veces, sin vocación para vivienda, que hacer una nueva ciudad y mover a todos los regularizados a una regularidad urbana verdadera y planeada.

En otras palabras, la regularización urbana no tiene nada de regular ni de racional.

Finalmente sucede lo que vivimos una y otra vez y no acabamos de aprender. Tarde o temprano esos asentamientos serán barridos por la naturaleza, con costos humanos y económicos incalculables. No es culpa de la naturaleza, es culpa de regularizar lo que nunca debió permitirse.

Pero qué más da. Más negocio para los Bejaranos que volverán a aprovecharse de la desesperación social y de la venalidad, ausencia y cobardía de autoridades que mañana acudirán prestos a sacar raja política y electorera, regularizando su falta criminal.

El problema no es que se inunde la Ciénega, que el río crezca o que la ladera se deslave. El problema son quienes estando obligados a impedirlo, lo permiten, lo prohíjan y, para colmo, sacan raja política extendiendo títulos de propiedad que terminan siendo sentencias de muerte que la naturaleza cobra.

#LFMOpinión
#Política
#Bejarano

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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