POLÍTICA

De soberbia y mezquindad

De soberbia y mezquindad

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A nadie sorprende su soberbia, lo que ofende es su inoportunidad y torpeza

El Congreso estaba en receso, presidía la Comisión Permanente el Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores, a la sazón, Joaquín Gamboa Pascoe.

La sesión era de mero trámite. Un joven diputado panista de Coahuila intentó un punto de acuerdo para investigar algo del gobernador Flores Tapia; Gamboa Pacoe se rehusó a que el diputado presentara el asunto. El personal de apoyo de la Mesa de la Oficialía Mayor se acercó comedidamente a recomendarle que admitiera que el diputado lo presentase y turnara el tema a Comisiones donde moriría por cansancio. Pero la soberbia cega y Don Joaquín se montó en su macho.

La sesión, que no daba ni para un café, ardió en escándalo nacional, el joven diputado, de nombre Jesús González Schmall, fue catapultado al estrellato y su propuesta adquirió peso político y luz mediática. Finalmente Flores Tapia terminó renunciando al gobierno de Coahuila. Quizás el defenestrado nunca supo que su caída se debió a la necedad y soberbia de Gamboa Pascoe.

Si aquél hubiese admitido el asunto no hubiese habido discusión y nadie se habría enterado del tema que se hubiera perdido en los hoyos siderales del rezago legislativo. Pero no, a Don Joaquín ningún muchachito se le iba a imponer estando él sentado en la periquera, como coloquialmente se conoce a las presidencias de las Cámaras.

Pero el muchachito le ganó la partida, se armó la del Santo Padre y el asunto se posicionó en la agenda nacional.

Nada hubiese sucedido si Gamboa Pascoe hubiera hecho caso a los asesores, pero él no nació para ser aconsejado.

Su torpeza metió al Congreso y al gobierno federal y de Coahuila en una vorágine de desencuentros que solo la renuncia del Gobernador pudo parar.

Hoy don Joaquín vuelve por sus fueros. En una carta leída por otra momia obrera amenaza a los senadores con congelar per secula seculorum la reforma laboral si cumplen sus atribuciones de cámara revisora será.

Olvidan Don Joaquín y su Sancho Panza que constitucionalmente corresponde al Senado, en calidad de cámara revisora, examinar y, en su caso, corregir la minuta de la cámara de origen. Ambos han sido diputados y senadores a lo largo de los últimos cuarenta años (recuerdo haber conocido a Gamboa Pascoe como diputado en 1967), y como eternos legisladores que son han participado en innúmeros reenvíos a la cámara de origen por modificaciones y adiciones.

A nadie sorprende Don Joaquín con su soberbia, lo que ofende es su inoportunidad y torpeza.

Flaco favor se hizo e hizo a sus compañeros líderes sindicales al atizar el odio popular que con temeraria tenacidad se obstinan en acrecentar. Éste, el odio popular, solo es superado en magnitud por sus fortunas personales, amasadas en la explotación de quienes dicen representar.

Lo paradójico es que Gamboa Pascoe personifica el mejor argumento a favor de la democratización y transparencia sindical; jamás ganaría una elección libre y secreta, ni en su casa, y su fortuna, incluidos los hornos de microondas, bien merecerían una explicación.

Lo anterior sin menoscabo de que al PAN le interesa un bledo la democracia y transparencia sindicales. No lucha por el bienestar de los trabajadores, solo pretende cargar a Peña Nieto el fracaso de esta reforma que, olvidan, será una derrota más de su Presidente.

#LFMOpinión
#Política
#GamboaPascoe


Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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