Antes de las campañas

1.- La coalición PAN-PRD-MC. Las bases perredistas han votado por López Obrador al menos en tres ocasiones: en 2000, para Jefe de Gobierno del DF, luego en 2006 y 2012, para Presidente, por lo que en 2018 a esas bases no les será fácil votar por el panista Ricardo Anaya, aunque así se los ordenen su líderes.

2.- La coalición Morena-PES- PT. Suponiendo que en 2018 todos los amloistas, los de la izquierda del PT, y los de la ultraderecha del PES, votaran por él, a nadie le resultará fácil votar por el calderonista Martínez Cázares para Senador. O por el líder del sindicato minero.

Ambas coaliciones opositoras suman partidos, pero restan votos.

3.- La coalición PRI-PVEM-Panal. Tiene, desde luego, sus bemoles pero no representan cortocircuitos mayores. Por el contrario, bajo el manto de una candidatura amplia y democrática, la de mayor experiencia en el servicio público y calidad política, como la de José Antonio Meade, ofrece una plataforma amplia para constituirse en la vía segura para el voto útil, tanto de izquierdas como derechas, no extremas, que deseen continuar por el camino promisorio de las reformas consensuadas, preservando libertades, pluralismo y democracia sin amenazas de cárcel o disparatadas amnistías políticas o criminales.

4.- Los independientes en su derecho, ofrecen una opción al voto de quienes no encuentren sitio en esos escenarios.

Pero aún faltan las campañas, las propuestas, los debates, la confronta y lucha entre ellas.

Digan lo que digan las encuestas, aún nada está escrito.

Sin duda la que viene será la lucha política más aguda, intensa y prometedora en décadas. No la final, pero sí una de las más decisivas para el presente y el futuro de México y de nuestra América Latina.