Aliento
Insistamos en el tema del poder. El Estado moderno nace para ordenarlo y controlarlo, como órgano soberano encargado del derecho y de la justicia frente al poder de organizaciones encargadas de la vida ultraterrena o de las decendencias monárquicas, así como de cara a las anarquías siempre en asecho.
Como tal, el Poder es una instancia de resolución, es decir, vive de resultados, no de intenciones. El poder debe poder.
Pero el poder, dice López Portillo, es un estímulo y en la lucha del poder se suelen consumir todos los esfuerzos políticos.
Fox es buen ejemplo: tras llegar al poder, todo el impulso ciudadano que levantó su candidatura terminó agotado, todo entusiasmo se enfrió y todo esfuerzo político feneció al sacar al PRI de Los Pinos y, con él acabó también Fox: lo auparon en el poder para que no pudiera.
El caso de López es también buena referencia, pero al revés: su delirio incesante terminó por agotar a todos, y en ese agotamiento fatigó hasta a la ley; ésta que se hace para contener la audacia humana terminó apoderándose de ella. Hoy es Estado en México no se encarga de la ley y la justicia, las controla, tampoco es un ente resolutor, es una máquina de percepciones.
El profesor Olivares Santana recomendaba esquina, como en el ring de box, donde los contendientes recuperan el aliento y sanan sus heridas. La política no muere, mueren los hombres que la hacen, pero ésta será mientras aquellos accionen conjuntamente. Nuestros tiempos son de esquina, pero la lucha por el poder jamás acaba, y tarde que temprano suele reencontrar su sentido y la razón. Tomemos aliento, que lo vamos a necesitar.
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