PARRESHÍA

Respingo

Respingo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Donde respinga duele.

La libre manifestación de las ideas es un Derecho Humano y político. Debemos partir de allí para poder construir un piso mínimo de entendimiento.

Que grupos importantes de ciudadanos se hayan manifestado este domingo en diversas ciudades de la República con pluralidad de tonalidades y modulaciones, sin un convocante con interés político electoral es, antes que nada, prueba de que en México subsisten las libertades y derechos, y vibra una sociedad actuante y vigorosa.

Al tristemente celebre Secretario de Comunicaciones y Transportes le importó más el número que el mensaje y el derecho, perdiendo la oportunidad -una vez más- de quedarse callado. Ha de andar muy urgido de actos de abyección después del descubrimiento de un cerro en su futuro.

Paradójico que como miembro de un partido que se oxigena de marchas y plantones haga mofa de las primeras. Si algo jamás le importó a López Obrador fue reunirse con grupos de escaso número, durante años recorrió el territorio paciente y franciscanamente reuniéndose en plazas y parques, las más de las veces con grupos de menos de cien personas, sin por ello pretender desconocer las grandes concentraciones que de vez en vez, para mostrar músculo, organizaba. A fin de cuentas la opinión de cualquier mexicano goza ante la ley y la política de igual peso.

Ahora bien, la métrica del Secretario falla; no es lo mismo una concentración clientelar, militante o de movilizados, que una de la sociedad civil generalmente alejada de dicha práctica. Disminuir las variadas manifestaciones por vía de descalificar sus números es obviar el potencial replicador de sus agentes y, por sobre todo, su mensaje claro, oportuno y contundente.

Si la unanimidad es siempre hija de la tiranía, la pluralidad y, dentro de ella, el disenso son faros de navegación que alertan de icebergs (o cerros, si con ello entiende mejor Jiménez Espriu) en la ruta.

Creo, sin embargo, que Jiménez Espriu afirma lo que niega y pondera lo que devalúa: si las expresiones fueron tan insignificantes como sostiene, por qué apresurarse a descalificarlas urbi et orbi, salvo el objeto impúdico y oportunista de congraciarse con el Presidente.

En igual sentido aprecio las expresiones de ayer del C. Presidente de la República: bienvenida la libre expresión, dijo, "ojala haya más manifestaciones", pero "los conservadores corruptos" no van a avanzar. Las (des)calificaciones en cita acreditan que en el gobierno sí estuvieron pendientes y acusan, si no preocupación, al menos sí interés.

Más no solo en un lado florecen las descalificaciones; lamentablemente no faltaron expresiones beligerantes en las manifestaciones del pasado domingo. Por supuesto son parte de las libertades de que gozamos, pero no abonan a serenar los ánimos, ni invitan a construir soluciones.

Creo que aún es tiempo de evitar que los puentes vuelen por los aires dinamitados desde ambos lados del río.

Es más, sostengo que es nuestro deber ampliar lo más que se pueda el ancho de las vías de comunicación. Es de Perogrullo, pero el aislamiento aísla y los gritos ensordecen.

Más que criticar, por ejemplo, las descalificaciones personales a Gurría, habría que profundizar en sus asertos que, por lo visto, dieron en el blanco. Como este ejemplo podemos encontrar legión: donde hay respingo hay acuse de recibo de algo que incomoda o molesta; el respingo y su expresión no son lo importante, sino lo que los causa y la advertencia de la importancia que se le asigna.

Insisto, nuestra responsabilidad es cambiar la conversación y sus tonos; centrarla en lo verdaderamente importante para el País y parlamentarla ampliando los espacios de deliberación civilizada, no cerrándolos.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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