RAÍCES DE MANGLAR

El poder de la imagen

El poder de la imagen

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Periodismo.

"Nuestra era prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, le representación a la realidad, la apariencia al ser", decía el filósofo alemán Ludwig Feuberbach en relación a la imagen. La imagen, como fuente inagotable de descripciones, adjetivos y la manera inmediata de volver sustantivo al mundo. Como es sabido, la imagen es el marco por el cual se delimita el qué y el cómo de la realidad y esta, a su vez, se fragmenta y limita en lo que el sujeto conoce. Debe entenderse que lo que se conoce como realidad es un núcleo impenetrable al que sólo se puede acceder de forma parcial: verosimilitudes. El papel de la imagen en el Siglo XXI es fundamental.

El lugar común reza que "una imagen dice más que mil palabras" y cuando se analiza la manera en que el mundo actual responde a los nuevos medios, a la inmediatez y a la simplicidad, es cuando esta frase cobra sentido. ¿Acaso no son las masas el target de los grandes medios de información? ¿No es la población en gran medida una entidad homogénea, alienada y conformista que rehúye de los gruesos y complicados compendios llenos de información y datos duros? Si estas cuestiones resultan ciertas, entonces se ha dado el primer paso hacia el porqué de la banalización de la verdad en la era digital

Puede que conceptos como inmediatez y simplicidad parezcan la norma en el mundo periodístico, al fin y al cabo es responsabilidad del periodista y del profesional de la comunicación transmitir claramente los hechos, pero se entiende que son los ojos del transmisor los referentes más significativos para comprender los fenómenos y olvidamos que la objetividad es sólo una ilusión, una utopía imposible de alcanzar por los sujetos, es entonces que podemos discernir la diferencia entre simpleza y sencillez. Dicho de otra forma, la búsqueda de contexto y contrastes parte hacia el terreno de la comunicación efectiva: la interpretación.

Es muy poco mencionado, pero en el mundo periodístico los hechos sólo pueden ser interpretados. Decía el filósofo francés, Michel Foucault, que "lo propio del saber no es ver ni demostrar, sino interpretar". Con ello intentaba mostrar que el discurso es una especie de ruina en la que había que escavar para hallar la verdad de su significado. Es lo que llamaba "arqueología del saber" y a través de esta se llega al conocimiento y al poder. En términos comunicativos es posible decir que interpretar es el camino necesario para que un periodista pueda encontrar la congruencia informativa, una auténtica comunicación.

La comunicación se entiende como un proceso de purificación de datos. Los datos pueden ser cualquier cosa: desde fenómenos científicos, culturales, políticos y sociales hasta eventos de trascendencia internacional. Su importancia radica en la permeabilidad y utilidad que tengan para los receptores; sin embargo, entre éste y el origen de los datos existen derroteros que dificultan la adecuada interpretación del mensaje: el ruido. Es imposible eliminar del todo este elemento, pero eso no impide aspirar a nuevas formas de comunicación efectiva.


Medios y opinión pública a través de la imagen

En los medios tradicionales existía una dirección, un sentido informativo sin posibilidad ni ambición de retorno. No había feedback entre las fuentes y los destinatarios. Tanto fue así que ahora es posible interpretar esto como meras relaciones de fe, en donde el público debía confiar en lo que se les dijera de manera arbitraria: la radio permitió aventajar a los medios impresos como una forma rápida y efectiva de transmisión; las voces sustituyeron a la palabra escrita y esta tuvo que reinventarse una y mil veces. Después llegó el cine y más tarde la televisión. El primero fue el aparato propagandístico por excelencia de varias naciones; el segundo, introdujo a los hogares una nueva forma de alienación Las imágenes, más que nunca, fueron clavos en la consciencia del espectador.

Como ejemplo del poder de la imagen el alto nivel de rechazo que emanó de la sociedad estadounidense durante la Guerra de Vietnam. Resulta paradigmático que, al ser la primera guerra televisada, el vuelco mediático se diera de manera tan generalizada: tomas aéreas de las zonas bombardeadas, imágenes de los heridos, primeros planos de mutilaciones, todo fraguó la contradicción del ideario nacionalista que Estados Unidos tanto ponderó en conflictos anteriores. La sucesiva derrota fue la gota que derramó el vaso de la opinión pública. Cerca de 20 años de enfrentamientos y de pérdidas humanas y materiales llevaron a la crisis a sus respectivos gobiernos. Ni siquiera la poderosa mano de Hollywood pudo evitar hacerse eco de la hecatombe: desde Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola, pasando por Full Metal Jacket (1987) de Stanley Kubrick, hasta Forrest Gump (1994) de Robert Zemeckis, fueron ejemplos que, a través del poder de la imagen, deslegitimaron una lucha infructífera.

Se aprendió de los errores. En conflictos como la Guerra del Golfo o la aún reciente lucha contra el terrorismo en Medio Oriente se evitó la propagación de imágenes cruentas y explícitas. Se optó por mostrar una guerra robotizada, donde se sustituyeron a las víctimas de carne y hueso por números o eufemismos y los bombardeos eran ejercicios pulcros transmitidos en visión térmica. Paradójicamente la opinión pública no volcó ni rasgó sus vestiduras gracias en gran parte a la mediatización continua de los avionazos contra los edificios del World Trade Center en Nueva York. Para comprobar las antípodas y contradicciones del discurso de George W. Bush bastaba con comparar las transmisiones de CNN o de Fox News con alguna de la cadena catarí Al Jazeera.


La imagen: de su función mediática al aparato de poder

Se debe cuestionar el poder de la imagen como instrumento de poder mediático. De hecho, determinar que la vista es el auténtico espejo de la realidad sólo por su capacidad casi totalizadora de abstracción y comprensión de la misma es un profundo error. Desde que son pequeños, los seres humanos identifican al mundo (su mundo) a través de sus ojos, pero ha sido comprobado que los aparatos oculares y sus funciones varían de especie en especie, por lo tanto lo observable debe tener, en la realidad, infinidad de matices que hombres y mujeres no pueden percibir. Eso en el aspecto biológico.

En el aspecto social, la imagen ha sido indispensable para el aparato político y de gobierno en su labor dogmatizadora (el uso de vitrales y de artes visuales por la Iglesia Católica durante la época oscurantista) y propagandística (el trabajo de Joseph Goebbels como ministro para la Ilustración Pública y Propaganda en la dictadura nazi). Para explicarlo de mejor forma basta con remitirse al significado de signo y símbolo.

Mientras los signos se refieren a la forma o figura de "algo", los símbolos incluyen el significado profundo de ese "algo", y su interpretación depende mucho de la manera en que dichos símbolos se representen en una imagen y de los demás elementos que los acompañan. Es así que tanto la esvástica (símbolo de la Alemania nazi) como las incontables alegorías expuestas en obras de arte representan ideas y sentires que buscaban hacerse hegemónicos.

En la actualidad, es interesante analizar las intenciones de estos ejemplos como prueba de la tergiversación que puede darse a través de las imágenes. El contraste se aprecia también a través de productos visuales: el repudio generalizado hacia el Holocausto (evidencia fotográfica durante los Juicios de Núremberg), al horror nuclear (la imagen del hongo atómico sobre Hiroshima) y la subsecuente crítica al pensamiento positivista y al racionalismo instrumental después de la Segunda Guerra Mundial.

Es necesario aclarar que se requiere un nivel cognoscitivo determinado para entender a la simbología, pero a diferencia de la palabra escrita, los símbolos poseen una cualidad sintetizadora. Comienza así la simplificación del mensaje en beneficio de un mayor número de espectadores. No obstante, se deben plantear algunas dudas respecto alcance mediático de la imagen, sobre todo a partir de su masificación.

En su ensayo titulado La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, el crítico y filósofo alemán Walter Benjamín indica que, con la llegada de la primera fotografía en 1826, las obras de arte pictórico entraron en una crisis que cambiaría la apreciación de las obras de arte, incluso en lo referente a su valor económico. Benjamin explica que la fotografía sustituyó a las pinturas por su apego a la "realidad" y al detalle (alto nivel de iconicidad), pero su reproducción masiva, debido al avance tecnológico inicio la corrupción del mensaje y del símbolo. Ahora cualquier persona podría tener una réplica de baja calidad de un Van Gogh colgada en su sala. Esto derivaba irremediablemente en la pérdida de valores semánticos que sí incluía la obra original. A este valor Benjamin lo denominó "aura artística"

John Berger, en su obra Ways of Seeing, indica que las obras artísticas al perder paulatinamente su valor educativo, dogmático y propagandístico, conservaron una esencia reverenciable por su unicidad (lo que aumentó su valor monetario), pero coincide con Benjamin en que la utilidad y propósito original ha cambiado gracias a su masificación. Ahora cada individuo le da su propio significado personal a obras como La Gioconda, la cual pasó de ser un óleo sobre lienzo de 77 x 53 cm que reflejaba como ninguno la naturalidad y sutileza de las expresiones gestuales, a una simple estampa sobre playeras y tarjetas postales. La escuela de Frankfurt en Alemania llevaría a otro nivel esta categorización acuñando el término "producto cultural" para denominar de manera despectiva la producción en masa de acetatos, películas, fotografías y demás expresiones artísticas para fines mercantiles.

Pese a todas las críticas que puedan desprenderse de la banalización y masificación de la imagen, también se debe ponderar su alcance como medio de comunicación efectiva. Es cierto que la reproductibilidad ha desvirtuado el mensaje, además de la calidad, como resultado del abaratamiento de la tecnología. Esto resulta en la producción de imágenes de baja resolución que cualquiera puede crear y editar. Pero también es relevante la proliferación de las nuevas tendencias informativas. Fue así que surgieron los memes.

Derivados del concepto de mímesis (imitación), los memes son un poderoso instrumento de propagación mediática en los albores de la revolución tecnológica. Fernando Bustos Gorozpe, doctor en filosofía por la Universidad Iberoamericana, cree en el poder de los memes: "Dentro de todo el espectro de imágenes pobres que habitan el mundo del internet, ha sido el meme el que ha cobrado una importancia generacional abismal. No estaban ahí hace 10 años y ahora están en todas las redes sociales. La gente los usa como forma de comunicación no verbal".

Aunque Bustos Gorozpe entiende la magnitud mediática del meme (con vistas a incrementar), también tipifica las variedades del mismo según su pertinencia informativa. De esta forma nombra como momos a la variedad de baja calidad discursiva del meme; es decir, imágenes con errores ortográficos, información falsa o sin verificar y bajísima calidad estética (fotos fuera de foco, en baja resolución, pixeleadas, tomadas de películas o series, etc.). En otras palabras, la banalización de los momos vuelve desinformadas a las masas acríticas, que todo consumen y comparten. Bustos Gorozpe atribuye el origen de los momos a páginas como Legion Holk, Momos Corp y Secta Mantequilla, haciendo hincapié en la comicidad y la viralidad.

Puede que el potencial desinformador de los momos constituya un peligro para la ética comunicativa, pero no son ni el único ni el más importante referente moderno de nuevas expresiones ideológicas. El caso de Pictoline es una excepción aparente del uso y síntesis de información. A diferencia del meme, la información condensada en las viñetas coloridas llamadas "infografías" que publica Pictoline trasciende las intenciones meramente cómicas. Creado en 2015, esta compañía ha demostrado ser el paso lógico del cartón político en la era digital. Su uso en reportajes es cada vez más frecuente y están mostrando ser una herramienta introductoria eficaz hacia temas complejos. Pese a no saturar con imágenes en alta definición, existe una línea estética plausible y constante. La diferencia sustancial que ofrecen las infografías es un balance entre palabra escrita e imagen, además de proveer contexto y sencillez.


Imagen como un inicio

Como se ha podido ver a lo largo de este ensayo, el rol que ha jugado el concepto de imagen es esencial como punto de partida hacia nuevas posibilidades informativas. No obstante, su glorificación y abuso puede llevar a la falsedad y tergiversación. Hoy más que nunca la cantidad indigesta de datos obliga a los medios y al público a adaptarse a las circunstancias. Pictoline es un inicio hacia la claridad con virtudes cuasi periodísticas, pero es indispensable no perder de vista (irónicamente) la manipulación y excesos a los que se han sometido las imágenes.

El ejemplo de los memes, con todo y lo ridículo que pueda sonar para las generaciones que lo anteceden, es un paradigma que inaugura las visiones de un siglo que recién nace. Sin dudas son una potencia informativa, pero también se corre el riesgo de resultar reduccionistas o peor, desinformadores. Con todo son un buen punto de partida.

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Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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