POLÍTICA

Hartura democrática

Hartura democrática

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Democracia de hartazgo, precampañas del cinismo

Todo exceso es malo, dice la conseja popular.

La democracia no es la excepción. Menos aún la cínica democracia que sufrimos.

Nuestros partidos, que se caracterizan por tener la sensibilidad política de hipopótamos en orgia, no lo han entendido.

La democracia, que no es más que un sistema de toma de decisiones, tiene sus momentos cúspide y, por igual, debe tener los de reposo.

Como en las grandes y verdaderas peleas, los boxeadores terminan extenuados y menester es guardarse y relamer heridas antes de intentar un nuevo combate.

De igual manera, los partidos deben gozar el clímax electoral para luego, dictada la decisión mayoritaria, guardar sus armas y dedicarse a su propósito primigenio: ejercer el poder para conseguir sus fines ideológicos y agendas programáticas.

Así debiera ser, pero cuando el propósito exclusivo de los partidos es pelear por el poder y hacer de ello negocio; gobernar, resolver problemas, atemperar injusticias, proteger al indefenso, curar al enfermo, alimentar al hambriento y enseñar al ignorante pasan a ser un segundo plano.

Y montados en campañas permanentes, hemos sufrido una sucesión anticipada como nunca antes, y eso es ya, de suyo, decir mucho.

Andrés Manuel, con un empeño digno de mejor causa, lleva 18 años ininterrumpidos en un ritornelo de actos anticipados de campaña, precampañas, campañas políticas y campañas postelectorales. En el PAN las ansias toreras de Ricardito y Margarita se desmandaron de madrugada para dañarse entre sí y dañar al PAN en el camino, y en el PRI los afanes sucesorios iniciaron en un jueguito de fuerzas entre Videgaray y Osorio desde antes de que Peña Nieto tomará posesión. Sabrá Dios en qué vayan a terminar sus cuitas, porque el hecho de que haya candidato no dirime sus hostilidades y menos les pone fin. Ello sin contar otros intereses priistas en juego, que tampoco se caracterizan por ser la Madre Teresa de Calcuta.

Iniciamos ayer finalmente las precampañas, aunque a ojos vista sean abiertamente de mentiras; mero trámite y excusa para hacer uso de 59.7 millones de spots y 429 millones 633,325 pesos.

Todo ello, además, tras años sin tregua de campañas adelantadas de Tirios y Troyanos, de suerte que en abril, cuando sea el momento oportuno para que la ciudadanía se aboque en definitiva y verdaderamente a lo electoral, estará harta, cansada y hastiada.

Estas elecciones son atípicas por muchas razones, empezando por la locura de legislación que nos impusieron los chantajes mutuos de los partidos, y terminando por una democracia interminable y sin tregua que puede despertar en los votantes conductas inesperadas e inexplicables contra la misma democracia y en contra de las miserias de partidos que tenemos.

De algo estoy cierto, ningún partido se salvará de lo que venga. Y si los independientes creen poder cosechar algo a su favor con ello, se equivocan, también a ellos les pasarán la cuenta.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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