¿Qué quedará tras el 18?
Uno de los signos de la postmodernidad es la inmediatez.
La obsolescencia y el desperdicio se dan la mano con la inmediatez. La gente quiere satisfactores en este mismo instante, aunque queden obsoletos en el momento de su satisfacción y todo sea un esfuerzo y un producto desperdiciado.
Este fenómeno, propio de la globalización, ha llegado también a la política.
Nuestros personajes de la política, que no políticos, son sin duda flexibles y vertiginosos para surfear los avatares al ritmo de las redes.
Por nuestra parte, nadie recuerda cuál fue la nota destacada de antier.
En el mundo de lo efímero, vertiginoso y cambiante, privan los malabaristas, no los estadistas.
Lo importante es brincar el hoy, mañana será otro cantar.
Desgraciadamente los temas sociales, económicos y políticos no se pliegan a ese ritmo.
Todo, decía López Portillo, demanda esfuerzo, sudor y tiempo.
Imposible ir por la vida de satisfacción en satisfacción, sin construir nada y sin conservar nada.
Las instituciones perduran en el tiempo porque están pensada en el largo aliento, no en la inmediatez.
Pues bien, nuestros partidos son víctimas de ese fenómeno.
Viven al día, sin perspectiva de mañana.
Quisiera pensar qué quedará de nuestros partidos después del 2018.
De MORENA sabemos que sólo quedará Andrés Manuel y su apostolado de víctima antisistema. El champurrado de egos y voracidades, dispares y pepenadas, que de camino a su rancho llevará a Cámaras, gobernaturas y municipalidades habrán de recalar en una versión recargada de tribalismo perredista, más ensoberbecida y rijosa, pero hasta ahí.
Del PAN quedarán retazos y enconos, desdibujo doctrinario y esquizofrenia ideológica; alguno que otro ornitorrinco hijo de sus retozones cupulares, vergüenzas y resentimientos.
Ã¥de su Presidente actual. Posiblemente la falange de Serrano y el oprobio de su vaciamiento por una lucha de "Tintanes".
Del PRI, si queda algo, serán resabios contra una soberbia que no entendió que México no es Atlacomulco y que no todas las campañas y candidatos son como la de Peña Nieto. Posiblemente el oprobio de una segunda versión del Pemexgate como bono de marcha de la burocracia dorada del PRI y el renacimiento de las fuerzas locales centrífugas cuya contención le dieron origen.
De los partidos comparsas persistirá elÃ¥ descrédito.
De los independientes, su dependencia a proyectos personales, no a la construcción de colectivos estables y eficaces.
De los medios su miseria informativa y adicción a la confrontación callejera y al medro vía rating.
De los ciudadanos prevalecerá el desencanto.
De la democracia la desilusión.
De las elecciones el hartazgo.
De la política amargura.
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