Realidad y populismo

La realidad suele ser muy necia, decía Reyes Heroles, Don Jesús, ante los sueños guajiros del poder que creen que la lluvia les no moja y basta con mentar las cosas, pensarlas, para que sucedan.

La política es siempre una tensión entre tendencia y estructura, decía el maestro de ciencia política, entre voluntad y realidad, entre norma y sociología.

El buen político es ante todo un conocedor profundo de la realidad, antes que un soñador.

Hoy, sin embargo, vemos como el populismo avanza por el mundo haciendo befa y escarnio de la realidad.

Lo primero que hace es simplificarla en una lucha cósmica entre bien y mal; en la concentración de todas las causas, de su multiplicidad, complejidad y densidad, en una causa única, vendible y maleable: la corrupción en México y, finalmente, simplificando ésta: la solución soy yo, basta con que llegue para que brille el sol, la maldad se barra como en escaleras y acabe con el simple buen ejemplo.

Más no es el único caso, allende el Bravo el esquizoide de Trump declara una emergencia de seguridad nacional en la frontera sur a todas luces inexistente.

Sin el menor rubor de mentir, declara un hecho que todo mundo sabe no es cierto. Lo hace, además, para burlar la ley y los contrapesos políticos institucionales de esa nación.

Si la realidad no se ajusta a mis deseos, cambio la realidad, no mis deseos.

Bush hijo, como tantos presidentes antes que él, inventó las armas nucleares de Hussein para montar su guerra contra el mal y gobernar sobre la paranoia estadounidense. Trump, en cambio, no necesitó aparentar un problema, simplemente lo declaró ante una nación y orbe que sabiéndolo inexistente calla ante su imposición.

El populismo se construye sobre ilusiones, simplicidades y mentiras. Antes, al menos, tenían que vestir la mona, hoy se sienten tan fuertes los populismos imperantes que ni a fingir se sienten constreñidos.

La declaratoria falsa de Trump para lograr recursos para su muro, es la versión gringa del me canso ganso.




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