POLÍTICA

Olvido

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Romper los protocolos de seguridad del sistema de inscripción no pudo darse sin la connivencia de autoridades agrarias

El olvido del campo mexicano es ignorancia y abuso.

Carecemos de información real y actualizada que nos permita hacer de y en él un diagnóstico objetivo. Me temo que las propuestas que se puedan hacer para atender su problemática respondan más a ocurrencias, mitos geniales o dogmas privatizadores y dogmas agraristas, que a realidades.

Tras la ausencia de información, se ocultan latrocinios sólo equiparables a hecatombes.
Pongo dos ejemplos.

Hoy y aquí nadie sabe a ciencia cierta cómo están integrados los ejidos.

No tendría que ser así, el Registro Agrario Nacional (RAN) tiene una base de datos que debiera permitir tener al día quiénes son ejidatarios, desde cuándo, por qué; con sustento en qué trámite y con qué documentación soporte, así como cuáles son los derechos vigentes de cada ejidatario sobre sus tierras ejidales.

El problema es que en las administraciones panistas se optó por meterle mano al sistema y hoy el Registro sufre para poder actualizar su información. Mucha de ella oculta por personal e intereses enquistados en sus delegaciones.

Si uno acude a una Delegación del RAN a solicitar un padrón ejidal, se encuentra que en lugar de recibir un documento que consigne la base de datos de los integrantes del ejido en cuestión, obtiene un documento hecho en máquina de escribir con faltas de ortografía y, por sobre todo, facturado a la medida de los intereses que predominan en cada Delegación.

Si uno concurre a las oficinas centrales, se encuentra que no obstante tener allí la base de datos de todos los ejidos, éstas remiten la solicitud a la Delegación correspondiente, para que formule un padrón manufacturado y a la medida de lo que ocultan.

Van los ejemplos. Hay ejidatarios que no quieren aparecer como tales. Ello requiere una explicación previa. La Constitución permite lisa y llana la compra venta de parcelas entre ejidatarios, pero si el que compra no lo es, se requiere correr un trámite muy complejo de desincorporación de tierras ejidales que, de suyo, genera plusvalía en el precio de la tierra. Ello llevó a los nuevos porfiristas a hacerse supuestamente ejidatarios para comprar tierra barata y luego, ya con ella asegurada, desincorporarla sin mayor riesgo y costo. Piense usted en grandes empresarios, políticos, periodistas, funcionarios agrarios y gente de postín y prosapia. Tienen tierra, pero no les conviene que se sepa. Ergo, no quieren aparecer en el padrón ejidal.

Necesario es apuntar que legalmente no pueden ser ejidatarios, porque para serlo se requiere estar efectivamente avecindado en el ejido. Ninguno de ellos lo está, pero para eso los Visitadores Agrarios de la Procuraduría Agraria y los registradores del Registro Agrario Nacional, están prestos a mirar hacia otro lado. Generalmente a sus bolsillos.

Conozco ejidos con certificados parcelarios e incluso títulos de propiedad (ejidal) a nombre de estos ejidatarios, diría un clásico, de corbata. En el ejido nadie los conoce, jamás los han visto y, por supuesto, no viven en él. Se dicen inversionistas. Son viles especuladores, ladrones de tierras.

Estos "ejidatarios" suelen no aparecer en los padrones de ejidatarios. Puede que el ejido tenga realmente inscritos en el RAN 90 ejidatarios, pero los padrones con los que celebra sus asambleas consignan sólo a 75. La mayoría de los verdaderos ejidatarios desconocen, incluso, que los otros existen y tienen derechos sobre tierra de su comunidad.

Por igual se da la existencia de verdaderos ejidatarios, avecindados en el núcleo agrario, con derechos vigentes, es decir con certificados parcelarios y títulos de propiedad, que por corruptelas de comisariados ejidales, en connivencia con funcionarios agrarios, fueron desaparecidos del padrón de su ejido. No existe en su caso trámite legal alguno que funde y motive su baja del padrón ejidal. Simplemente por un acto de prestidigitación burocrática, debidamente aceitada, viven en un limbo agrario, privados de sus derechos de participar en las asambleas ejidales, ver por sus derechos y decidir sobre asuntos de su comunidad.

En ambos casos se pone en riesgo de nulidad los acuerdos tomados en asambleas constituidas por quórums calculados sobre una cifra falsa del total de ejidatarios

En ambos casos se requirió que la base de datos del RAN fuese falseada a modo.

La docena panista, pues, fue de olvido, pero no de inactividad en el campo.

Romper los protocolos de seguridad del sistema de inscripción no pudo darse sin la connivencia de autoridades agrarias.

No es un imputable a las autoridades actuales, ellas sufren el desastre dejado en un sector silencioso y consistentemente demolido.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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