PARRESHÍA

La urgida resurrección de Diego

La urgida resurrección de Diego

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¿Qué mueve a Diego de la senil y multimillonaria comodidad de su despacho?

Tras la elección del 94 que tenía en el bolsillo, Diego Fernández de Cevallos se retiró a la comodidad de su despacho pertrechado tras el negocio inmobiliario de Punta Diamante y los nombramientos judiciales con los que le obsequiaría (¿pagaría?) Zedillo ya en el gobierno.

Desde entonces, vivió alejado del mundanal ruido, salvo por un secuestro auspiciado por la ostentación de sus riquezas o la voracidad del patrocinio de juicios inconmensurables. Vaya usted a saber.

Pero meses atrás regresó sorpresivamente a la palestra con una actividad omnipresente en cuanto noticiero de radio y televisión le abrió sus puertas en la calidad de analista político. Pensé que la viruela de la vejez le impelía a una senaduría donde apoltronar su blanca barba.

Hoy, ya fuera de las listas plurinominales, lo veo defender al de la guitarrita con una enjundia que hubiéramos querido observar en su propia elección, perdida precisamente por sus brazos caídos, silencio y ausencia, tan inexplicables como los inmuebles de Anaya, su hoy defendido.

¿Qué mueve a Diego de su senil y multimillonaria comodidad de un despacho impulsor y designador de carreras judiciales a las que procura a discreción?

¿La justicia, la democracia, el partido, la rectitud?

No, lo mueve una urgida resurrección en la que le va la vida.

Me explico. El antecedente, advierto, será largo.

Corrían las elecciones del 2000, en abierta violación a la ley, López Obrador hacía campaña en el Distrito Federal con residencia registrada en Tabasco. Un Tribunal electoral local, controlado por el PRD, lo había dejado pasar, pero su suerte acabaría en el órgano jurisdiccional electoral federal.

Los argumentos y pruebas se pulieron con esmero, el recurso estaba preparado desde semanas antes, sólo se esperaba la resolución de la instancia local para combatirla. Llegó el día y por instrucciones presidenciales el asunto fue retirado de los abogados que lo llevaban. La impugnación que finalmente se presentó fue poco menos que frívola y el asunto se dejó perder. López Obrador llegó al gobierno de la Ciudad de México por la intervención directa del Presidente, quien descafeinó el juicio electoral.

Semanas después, Zedillo pasaba a la historia como el gran demócrata bajo el expediente de una doble alternancia pactada: la presidencial con Fox y la del Distrito Federal con López Obrador. Si alguien lo duda, puede acudir a las declaraciones de Labastida en La Jornada del pasado 23 de febrero.

Importante también, es recordar que López Obrador tenía expedientes penales abiertos por la toma de instalaciones petroleras en Tabasco al principio del sexenio de Zedillo, expedientes que en lugar de atravesárselos en su camino, fueron barridos a la inactividad judicial para franquearle la candidatura en la capirucha.

López Obrador llegó así al gobierno de la Ciudad de México. Durante éste y hasta hoy, jamás ha tocado directamente a Zedillo, salvo con argumentos contra el modelo de desarrollo neoliberalismo, en el que dispersa culpas a escopetazos. En cambio a Salinas lo entronizó como el jefe de la mafia del poder en consonancia con el pleito Zedillo Salinas, ya epónimo.

¿Quién estaba entonces operando las cosas en el PRI por y para Zedillo? Esteban Moctezuma, hoy aprendiendo populismo de la mano y dicho del propio Andrés Manuel.

Moctezuma, después de la alternancia pactada y el anuncio del triunfo de Fox por el propio Zedillo antes y en vez del IFE, desapareció de la escena política y se refugió en un retiro de oro con Salinas Pliego.

Hoy comparte resurrección con Diego Fernández de Cevallos, los dos dejan la comodidad de sus retiros de la política, pero por razones diversas.

A la vez, se sabe que Peña Nieto y Salinas se han distanciado por las artes de Videgaray.

Peña y Videgaray, o quizás solamente Videgaray, saben que López Obrador sí cumple su palabra.

Por igual, conocen, junto con muchos panistas, que Anaya no.

Ahora bien, Peña y Videgaray, o quizás sólo Videgaray, saben que con los negativos del PRI es prácticamente imposible el triunfo. Ante ello pudieron, ambos, o solo el segundo, diseñar un plan B. ¿Con quién hacerlo: con Anaya y una historia de traiciones, o con López Obrador y la constancia de su cumplimiento de acuerdos con Zedillo?

Quizás lo intentaron con el güerito, pero a éste siempre le gana el alacrán traicionero de su ADN. Quizás no y se fueron directo con López Obrador. ¿Cómo llegar a él? A través de quienes ya habían pactado anteriormente con el macuspano: Zedillo como cabeza y Moctezuma como operador.

¿A cambio de qué? De salvaguardas de ambos o, quizás, sólo de Videgaray.

Suponiendo que así fuese, pudieron mandar al matadero al PRI, a sus gobernadores, a prohombres de ese partido, a empresarios del régimen, a Salinas mismo y, con él, a Diego Fernández de Cevallos, artífice del golpe de los videos de Bejarano, Ponce e Imaz.

De allí, y subrayo el quizás, la beligerancia, enjundia y activismo de Diego Fernández de Cevallos; actitudes que no le vía en él desde su juventud en condiciones de porro, liándose moquetazos en las galerías de Donceles el 20 de septiembre de 1968.

Diego sabe que si llega López Obrador su secuestro será una pastilla de clorato comparado con la persecución de que será objeto, de allí que pierda los estribos con cada entrevista y hunda al pobre de la guitarrita en los meandros de sus corruptelas.

No es el, de suyo, oprobioso uso de la procuración de justicia contra Anaya lo que lo mueve, es la posible reedición de pactos electorales que él y Luis H. Álvarez inauguraron en 1988, él protagonizó en 94, sobre los que Zedillo hizo su historia en 2000 y puede que hoy Peña o Videgaray construyan en favor de López Obrador.

A Diego, bien podría no moverlo el fario de un PAN al que dejó a su suerte en 1994 y desde entonces guardó en el olvido. Y podría moverlo un urgido instinto de sobrevivencia.

PS.- En este contexto y con estos personajes, el prestigio de la PGR, de haber aún alguno, poco importa a quienes operan este lodazal. Y quizás ni siquiera el país les importe.

#LFMOpnión
#FernándezDeCevallos
#Anaya
#LópezObrador
#AlternanciaPactada
#Videgaray


Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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