Radicales
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Un buen amigo me dice que no es suficiente serenar el discurso ciudadano frente al poder, se hace necesario cambiar la conversación y al interlocutor: modificar pues tono, contenido y destinatario.
El peligro, me hace ver, radica en fortalecer las franjas más radicales de Morena y a su discurso rijoso, en vez de romper el circuito perverso de la beligerancia.
Me explico. Si a cada puya mañanera respondemos con descalificaciones y tonos airados, ahondamos el precipicio de desencuentros, atizaremos el fuego de la hostilidad y, lo más grave, consolidaremos al ala más radical del grupo en el poder, su discurso y propósitos.
Este fortalecimiento va en quebranto de los elementos de mayor apertura, capacidad, ponderación y experiencia en el gobierno federal. Cada decibel que aumentemos en rijosidad es un metro más en el muro que aísla, debilita y calla a los pocos personeros rescatables de la 4T; de suerte que se les cierran o al menos dificultan las vías para hacer valer sus posturas, experiencias y talante conciliador de cara al titular del Ejecutivo federal.
Mientras más llevemos al extremo las descalificaciones y los agravios, mayores serán las fortalezas y accesos al Presidente de los grupos más duros y belicosos de su entorno.
Debemos escoger muy bien las batallas por dar; nada se va a lograr peleándose con las patas, hay que pelear con la cabeza y con quien pueda entender nuestra lucha y contestarla con la civilidad esperada.
En todo circunstancia se abren espacios de colaboración y competencia; los segundos están muy claros y a la vista, pero cuáles son los ámbitos de colaboración que podemos encontrar dentro del gobierno y cuáles sus agentes para, desde dentro y a través de ellos, empezar a contener el talante polarizante que hoy prevalece.
Decía Reyes Heroles que lo que se opone apoya, por tanto, las oposiciones beligerantes apoyan la beligerancia y sus agentes; que deben de estar de plácemes al comprarles su pleito callejero; en tanto que la oposición civilizada y con conocimiento de causa fortalece a quienes están capacitados para contestarla y, en su caso, a quienes desde dentro del gobierno pueden utilizarla para hacer valer posturas más civilizadas y de apertura. De seguir por la vía de la confrontación, sin abrir espacios de colaboración, pronto las pocas mentes coherentes y lúcidas de este gobierno serán desplazadas y, entonces sí, no tendremos espacios ni interlocutores con quien conversar.
En ese sentido, es necesario atemperar discurso y ánimo, de suerte de escoger temas y utilizar tonos y argumentos que civilicen la conversación y posicionen a aquellos funcionarios que estén mejores equipados para hacer del gobierno, no un ring de lucha libre, sino un espacio civilizado de encuentro, deliberación, concertación y concordia.
Mientras más sea necesaria la participación de los agentes más prudentes y capaces del gobierno, más consolidaremos su quehacer y mayores espacios de encuentro y deliberación estaremos construyendo.
Roma no se hizo en un día y los daños y damnificados del inicio del gobierno empiezan a aflorar y hacer legión; convertirlos en espejos donde todos se puedan identificar es más efectivo que desgañitarse en redes, retorcerse el hígado o entregarse a la histeria.
Creo, además, que el peso efectivo de las franjas sensatas del gobierno cada vez será mayor ante las inclemencias de los resultados. Aprovechemos su cercanía al poder y civilidad.
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