PARRESHÍA

La dejada de Mancera

La dejada de Mancera

Foto Copyright: lfmopinion.com

Callejón del olvido, colonia plurinominal.

No es el mejor interlocutor, ni su mejor momento; menos está en situación de poner condiciones, pero le asiste la razón.

Mancera, es cierto, en su lamentable afán de alcanzar una senaduría plurinominal -a estas alturas, casi, casi una corcholata-, exige a Anaya la firma de un compromiso de gobierno de coalición, no dejar la aventura a una simple coalición electorera.

La diferencia la define la democracia taxi de la que habla Manlio Fabio Beltrones. Manlio ha señalado que todo nuestro sistema electoral y, por ende, el de partidos incluido, ha quedado reducido a simple taxi: vehículo que lleva al pasajero de un lado a otro. En el caso que nos interesa, la metáfora habla de partidos y aparato electoral utilizados por alguien para llegar al poder.

Uno le hace la parada al taxi, le indica a dónde llevarlo y éste lo deja en la puerta. Hasta allí llega la relación y compromiso entre pasajero y taxi. Qué haga el pasajero a donde llega y cómo lo haga no tiene nada que ver con el taxi, menos con el taxista.

En el caso del Chico Inmobiliario, abordaron el taxi varios pasajeros con un mismo destino. Hasta allí, parece, hay consenso. No obstante, entre el festín de la dejada y los baches del camino, han olvidado discutir qué van a hacer a donde lleguen, cómo lo van a hacer y qué papel va a jugar cada uno de ellos.

El historial de Anaya no lo ve quien no lo quiera ver, pero si yo fuera en ese taxi estaría igual de preocupado que Mancera por forzarle un compromiso real y público sobre un gobierno de coalición.

De otra suerte, los acompañantes del otrora sonriente imberbe, podrían terminar en calidad de pasajeros de colectivo, a quienes bajen del vehículo antes del destino final o, incluso, llegados a él sean desconocidos por el Chico Maravilla. Cosa que, por cierto, se le da muy bien.

No crea Usted, entiendo bien a Mancera, lo invitaron a una dejada en Taxi a la Presidencia de la República y lo bajaron a patadas en el callejón del olvido de la colonia plurinominal, de noche, bolseado y encuerado.

Habría que invitar a Mauleón y Gil Gamés a escribir una crónica de las dejadas de Anaya. ¿No cree usted?

#LFMOpinión
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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