De negociaciones y cacahuates
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Los humores de la política suelen ser más que sarcásticos; mire usted que festejar en Tijuana la pastilla de clorato llamada acuerdo migratorio a prueba y sanción unilateral a cargo de Trump, es digno del más refinado de los sadismos.
Si alguna población va a resentir antes y mayormente que cualquier otra lo firmado por el Canciller Ebrad en Washington, ésta va a ser la de Tijuana.
Tijuana implica un viaje más largo, costoso y arriesgado que las fronteras con Texas, pero el migrante acude a ella porque las leyes migratorias en California son más laxas, razón por la cual ha sido desde hace mucho un polo de atracción para los cruces fronterizos formales e informales; legales y tramitados, o ilegales y traficante de seres humanos y desesperación.
Desconozco si se tengan cifras claras de cuántos migrantes podrían permanecer en México en espera de asilo en Estados Unidos, pero a ojo de buen cubero podríamos llegar a hablar de un millón por año, seis millones, tan solo en este sexenio.
La cifra anterior solo considera a aquellos migrantes que buscan su ingreso documentado y formal al vecino del norte, por lo que habría que sumarle aquellos que, supongo, en mayor número intentarán hacerlo por subterfugios extralegales.
Eso por lo que toca a nuestra frontera norte, más no solo las poblaciones allí asentadas habrán de sufrir los impactos de lo pactado en Washington, también las de nuestra frontera sur tendrán efectos importantes al convertirse de hecho en zona de guerra migratoria. Así, tendremos en nuestras dos fronteras poblaciones migrantes cuyo tráfico y/o asentamiento habrán de impactar sobre las poblaciones nacionales, su vida, servicios, seguridad, desarrollo y presupuestos.
La situación de México es precaria y riesgosa, y el fenómeno migratorio es multicausal y multinacional. Ebrad, en lugar de estarse haciendo cargo de tareas propias de la Secretaría de Gobernación, debiera estar armando un frente con todas las naciones involucradas, las expulsoras, las de transito y las receptoras.
Y hablando de Ebrad, Neville Chamberlain fue ovacionado como héroe y forjador de la paz en 1938, tras haber dado carta blanca a Hitler de desmembrar Checoslovaquia, con lo que en realidad abrió las puertas de par en par a la Segunda Guerra Mundial. Quizás fue un poco apresurado el festejo en Tijuana, además de geográficamente poco afortunado y excesivo sobre los alcances reales a festejar.
El oráculo de Delfos hacia tres recomendaciones a quien a su orientación acudía: meden agan (nada en exceso), mide tus pretenciones (¿comercio por migración?); Eguee, sé cauto en lo que que prometes (¿45 días y calificación unilateral?) y gnothi seauton (conócete a ti mismo), sábete bien lo que realmente eres capaz (¿resolverle el fenómeno migratorio a EUA?).
No desconozco que se evitó, al menos por un tiempo, la imposición de aranceles y, de alguna manera, se empezó a conocer la psicopatología a la que nos enfrentamos. Pero nadie se engaña al esperar nuevas e inminentes amenazas, chantajes y bravuconadas del precandidato Trump.
No dudo que el peor escenario atormenta las noches y días del sueño de transformación de este gobierno.
Trump ya agarró a México de puerquito de su campaña; de no lograr atemperar y descarrilar sus estrategias reeleccionistas, López Obrador habrá de dedicar gran parte de sus esfuerzos y gobierno a bailar al son que le toquen los twittazos de su homologo, en detrimento de su proyecto, eficacia y alcances.
Finalmente, no vi en la misión especial desplegada en Washington capital humano especializado, experimentado y de gran calado en las lides diplomáticas.
La envergadura del problema y de sus riesgos no puede obviar por razones de calculo electoral y narrativa política, la experiencia diplomática nacional.
México ha sabido lidiar con Estados Unidos desde su Independencia; nuestra historia diplomática, además de rica y azarosa, es escuela de reconocimiento mundial. Muchas páginas de la academia en relaciones internacionales han sido escritas por la inventiva, ingenio y sagacidad de nuestros diplomáticos.
No echar mano de ellos y de su experiencia, más que un acto de soberbia, es suicida.
Y, como diría el Cesar: la esposa de Cesar no solo tiene que ser, sino parecer. Bien haría México en cuidar el vestuario y, por qué no, hasta el apetito de sus enviados.