Sabia virtud
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"Sabia virtud de conocer el tiempo", enseñó Renato Leduc; pero parece que López Obrador se brincó esa clase.
Nadie pone en duda las capacidades pugilísticas y comunicativas del presidente, pero se imponen dudas fundadas de su capacidad de entender y manejar los tiempos.
Cuando los tiempos le fueron propicios para estructurar una organización partidaria, dedicó los años y los días a hacer campaña; nadie duda de su abrumador triunfo electoral, pero todos se preguntan qué es, dónde está, cómo funciona y a dónde va eso llamado Morena y si logrará "ser" sin la respiración de boca a boca y el control directo de él.
Similar fue el caso del interregno: cuando debió aplicar sus esfuerzos en planear su gobierno, desplegó una vorágine más comunicativa y propia de campaña, que de orden, organización y perspectiva de estadista.
Desaforado -parece que el desafuero lo persigue cual karma-, la vorágine se potencializó llegado al poder; los días le quedaban cortos para, a un tiempo, anunciar, implantar y festejar la Cuarta Transformación; los golpes espectaculares pero entrópicos se sucedían sin respiro: cerrar Los Pinos, exiliar el avión, cancelar el aeropuerto, desaparecer el Estado Mayor, abrir las fronteras a migrantes, pelearse con sus adversarios, reescribir la historia.
Todo iba conforme al guion hasta que la maldita realidad reclamó su parte en la trama nacional: desabasto de gasolina, bloqueo de líneas férreas, huelgas locas en Tamaulipas, gabinete testimonial, inexperto y desmembrado; economía paralizada, desconfianza de los mercados, crecimiento de los damnificados de la Cuarta Transformación, proyectos sexenales sin más sustento que el voluntarismo, polarización como estilo personal de gobernar, desabasto de medicinas, despidos arbitrarios y desmentido, y mañaneras sometidas a acelerado desgaste.
No llevamos ni un año, pero sí varios mini informes, como si con decir y repetir se hicieran las cosas y exorcizaran los problemas.
Se habla de una Cuarta Transformación como algo efectivamente implantado, socializado e irrenunciable, cuando en su vorágine no han sabido siquiera verbalizarla más allá de una marca hueca. Ni un paso atrás, dice, cuando no se ve uno solo hacia delante.
El presidente debe asimilar la enseñanza de Leduc, conocer el tiempo es una sabia virtud, además de ser necesaria para el gobernante. Hoy la Policía Federal está en paro, sin demeritar los intereses que la muevan y tras de ella se embocen, es un hecho que el gobierno desperdicio un año para prever y evitar el conflicto.
No se puede creer que hayan pretendido desaparecer, primero, y luego disponer libérrimamente de un colectivo armado y desplegado en toda la República, sin considerar antes todos los escenarios posibles.
Lamentable la salida del secretario Durazo cargándole el muerto a Calderón, cuando es de una obviedad flagrante que fue a él, Durazo, a quien le pasaron de noche los riesgos implicados y le faltaron la inteligencia y las artes para evitarlos.
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