Por lo que bien vale luchar
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Estoy enfermo de desearte y no tenerte…
Y después aprendí que algunos creen que lo importante es el dinero. Los dólares y los pesos que tienen, fortunas que compran de todo, aunque sirvan también para ver morir a sus hijos de lejos, entre lujos y excesos de nuevos ricos.
¿Qué es lo que en realidad importa?
Muchos rápidamente contestan que la Salud lo es todo, y desde luego por obvio, pudieran tener razón. Sin embargo, nunca será suficiente.
En general el orden valorado es: Salud, Dinero y Amor.
O Amor, Salud y Dinero.
O dinero, dinero y dinero.
En esa conocida selección, tienen que ver las distintas etapas de la vida que determinan las preferencias y las condiciones particulares de cada individuo.
Actualmente tenemos un horizonte de sólo 70 a 80 años verdaderamente disfrutables. Un poco más si tenemos suerte. Y hay que estar preparados para elevar anclas con eficiencia y elegancia.
En este mundo, muchos vivimos de la mano con nuestro pasado, preparados para reencontrarlo. Es nuestro orgullo el camino antes trazado.
En tanto, se trata de disfrutar cada día, de hacer de nuestra capa una verdadera obra de arte. De disfrazarnos de príncipes y de mendigos. De disfrutar todos los roles, los papeles y las acciones a nuestro alcance, incluido lo que tenemos que pagar, recontar e inventar y a veces, sufrir y apechugar. Y en cambio, en otras muchas ocasiones, por fortuna, dedicarnos plácida y conscientemente a disfrutar.
Bien se sabe: la vida tiene de todo. Hay épocas para limpiar, sembrar y cosechar. De comprar y de vender. De estudiar y de enseñar. De curar y resanar. Donde el trabajo siempre es y será fundamental en todo el trayecto, así como el ejemplo.
Sé que algún filósofo combativo y popular, dice que en su próxima vida pediría ser mujer, muy reguapa, para seducir a todos los hombres que se atraviesen. Además de combatir con cuerpo y alma todos los feminicidios y las acciones de desigualdad. Sólo para mejorar el ambiente.
Aunque pudiera ser guasa la propuesta, he visto que se espantan y otros le llaman pervertido. Debemos ser, desde luego, ejemplares tolerantes.
Ahora, explico de inmediato, debemos procurar vivir siempre con ética, con dignidad absoluta, no hacerlo es inexcusable. Podemos ser lo que queremos hacer, para alcanzar objetivos y metas sin vender la primogenitura… sin hipotecar el futuro y el nombre. Aunque ha habido quienes han vendido no sólo el apelativo sino hasta la esposa y los hijos.
Haz que los que conoces se sientan orgullosos de tu amistad, de lo que somos, de lo que fuimos. Que jamás ocurran nuevas Inquisiciones, ni quemas en hogueras de leña verde, por ser simplemente diferentes, por creer en otro nombre de Dios.
El deber ser es hacer lo que sabes que es correcto. Lo que crees. Y hacerlo bien, con pasión.
Como cuando puedes reconocer que tu palabra es tu firma. Cuando socialmente es inaceptable la mentira o el abuso y un apretón de manos es suficiente, un contrato entre hombres y mujeres de bien. O un beso bien dado y mutuamente aceptado.
¿Y si lo importante es el amor, no el dinero, ni tampoco la salud? Desde mi atalaya, eso seria vivir con excitante y permanente felicidad, lujuria y deseo, en lo que dura. Se trata de querer, amar y agradecer nuestra rutina y comer tus besos y acariciarnos todo el día y toda la noche. Escribir y leer poesía, para deleitar; ¡y recitarte al oído! en el caracol de tu oreja, mientras la música suena, nos incita y abrimos una nueva botella de buen vino. A otros, en cambio, las ráfagas de M15 les fascina y prefieren esa cosa llamada regaetton y beber la marranilla de moda.
¿Por qué somos calificados como "perdedores" por los nuevos ricos de este tiempo? ¿Será porque no entienden que acumular no tiene sentido sin un propósito definido? ¿Para qué lo quieres? ¿Nunca habrán leído una cuarteta, un soneto? ¿Un libro completo, como cierto político presidente del pasado, ahora aparentemente enamorado? ¿Acaso redimido?
Si es para comprarte toda tu energía, para adquirir de todo hasta la ruina, serás sólo un robot, aunque pudieras sentir con cada tarjetazo un pequeño orgasmo de plástico. Un androide humano solitario. Y hablarás de marcas y logotipos. Poco a poco la sangre se congelará en tu seno y tendrás que gastar más para sentir cada vez menos.
¿O qué quieres? ¿Un aplauso social, en portadas de revistas vanas de corazones atípicos vulgares de colores de rosa? ¿Aunque el reconocimiento sea en sí mismo una farsa? ¿A eso aspiras? Darás lástima y lúbricos pensamientos hasta acabar besada en forma anónima e intentar convencerte de que, en efecto existes, aunque en otra dimensión lejana.
¿Y si lo que importa son las propiedades, diría algún político poblano reciclado? ¿O los coches ultimo modelo, o las lanchas, yates y veleros, dirían conocidos magnates o la velocidad, como impacta a los grandes corredores de Fórmula 1, de las 500 millas, de las 24 horas?
¿O las mujeres de la vida galante? ¿Las pálidas escuálidas ‘monstruosas’ modelos de Hollywood? ¿O el comer y beber como magnates? ¿O el poder y la religión? ¿O los deportes y ejercicios excitantes?¿O el consumo de alcohol y otras drogas sean o no legales?
¿Y si piensas que lo mejor es la familia? ¿Acaso la reconciliación entre padres e hijos?
No, no estarás errado del todo. Será una minúscula particularidad en el universo Y será al mismo tiempo el todo del hogar. El verdadero fuego.
¿Qué es en realidad la felicidad? ¿Será rezar a Dios con verdadera devoción? ¿O ayudar a los pobres, a los necesitados y olvidados del Arquitecto Supremo? ¿O tu consagración al arte y la creación? ¿Será ayudar al prójimo? ¿Hacer penitencia y morir en paz? ¿Será ver crecer a los nietos? ¿Tener algo de comer a diario y pagar las medicinas del enfermo?
Todo evoluciona. Como en otro tiempo, ahora ya no es importante ver Televisa, como fue imprescindible hace años: fue un sucedáneo; ahora la sociedad ha evolucionado hacia Netflix, por ejemplo. Y la estupidez generalmente se sigue vendiendo en capítulos y series. El cambio no significa necesariamente algo mejor.
El sentido ético de nuestro comportamiento significa que a nuestros hijos les heredamos nuestro nombre. Somos como las patatas, lo mejor está enterrado.
Y muchos, aunque no tienen nada que enterrar, ni saben nada de su familia, de amigos, de amores, ni tienen salud, ni dinero; sólo una mítica esperanza.
Mientras tanto, los nuevos ricos que pululan enfundados en sus mentiras y oropel, jamás lo entienden. Para ellos lo que vale es hoy, hoy, hoy.
Y nosotros, los que luchamos por el cambio, creemos en la responsabilidad con la historia, con lo nuestro. Esa es la gran diferencia ética y social. Esa es la diferencia moral. Hacer para atender.
Por eso no entienden al actual régimen, a la 4T, porque se les hace facilito escupir al cielo y correr a cubrirse con amparos y palabras vanas, con exámenes de admisión, el sol con un dedo, con facturas falsas, en el pragmatismo de las diferentes clases sociales. Sin preocuparse del arte y la libertad. Del resto de la sociedad. De las razones y sin razones. Sólo les interesa lo inmediato, el tanto por ciento.
México está cambiando les guste o les disguste. Su proyectada crítica ya valió su justa dimensión y el día de El Grito se oyó silencioso. Ni una sola rechifla como antes.
La felicidad será construir un país de adultos, que asuman sus responsabilidades, sus éxitos y fracasos. Más allá del decreto, por convicción propia.
Para mí, lo que en realidad vale es vivir con relativa salud, un poco de dinero para acabalar los gastos, mil besos para amarte y saber que tenerte es la meta. Ya que lo demás, bien puede valer un rábano, dos pesos y un sorbete.
En efecto, es imperativo rescatar la cultura, como forma para vivir mejor, sin carencias elementales y sin lujos exorbitantes, sin engancharnos en los superfluo.
Es nuestra educación el filón de oro verdadero. Conocer nuestro cuerpo y cultivar el espíritu. Disfrutar lo que tenemos y hacer lo que debemos para mejorar las condiciones de los que seguirán el camino. Así tendremos que dejar fortaleza, justicia y equilibrio. Habrá más tiempo de lectura y reflexión. Más compromiso y creación.
Construyamos un país donde no quepa odiar a los demás, aunque no comulguemos con ellos.
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