PARRESHÍA

El orden no se impone, se defiende

El orden no se impone, se defiende

Foto Copyright: Nuevo León Turismo

Obligación común.

No hay orden que se imponga.

No hablo del orden de los panteones, de los grilletes, del Gulag.

Hablo del orden en la armonía del concierto, en el plural convivir, en la libertad y derechos compartidos, en la justicia sin hipócritas banderías.

Se impone la sumisión, el desorden, la intolerancia, el silencio, la muerte, la división; no el orden.

Se impone la división, nunca la unión: jamás la suma es hija de la fuerza, salvo en esclavitud.

Todo orden se construye. Es obra de muchos y de todos los días. Demanda libertades, objetivo, derechos, tolerancia, civilidad, sacrificio, voluntad, método, constancia, convivencia, cultivo, tiempo.

El orden no se sufre; sí su ausencia.

El orden implica a todos; todo orden que someta a unos en beneficio de otros, que discrimina, que estigmatiza, que segrega, cualesquiera sea su razón, excusa, rencor o destinatario, no es orden, porque orden es la armonía de los contrarios en la unidad de "todos".

"El concurso de todos", alguna vez se dijo, donde por concurso se entiende coincidencia y acción reciproca.

Por ello, la verdadera política es tan complicada, porque implica la sinfonía momento a momento de todos, sin excepción.

Pero si el orden es obra de un edificar, también es víctima del destruir. Todo orden es destruible.

Siempre ha sido más fácil devastar que erigir.

Nunca falta el afiebrado por aniquilar, en genesiaco delirio, todo lo existente. Que nada quede en pie y pueda llamar a comparación. "There can be only one."

Tampoco faltará quien, en hambre de acomodar el mundo a su medida, delire en destruir el hogar común para imponer su propio y solitario orden.

Nunca orden alguno fue perfecto, nada humano lo es, ni será. Es solo el silente y paciente paso de la sociedad en libertad, lo que brinda, momento a momento, su plebiscito a lo que en cada circunstancia goza de su acuerdo y apoyo.

Un orden dictado, desde las alturas que se quieran, no es orden, ni es político; es imposición, aislamiento, demencia.

Todo orden demanda ser defendido. Llamase como se quiera: armonía consigo mismo y con los demás, normalidad, certidumbre, tranquilidad de ánimo, esperanza de mañana, noches sin vela, confianza en el prójimo, seguridad para los tuyos, ánimo de vivir. Lo que sea que por él se entienda, menester es de defensa.

Las fuerzas del "orden", deben estar ciertas que cuentan con el apoyo irrestricto de la sociedad, pero también de su vigilancia. No se les puede enviar a la guerra sin confiar en ellas y brindarles todos los apoyos, como tampoco sin la debida rendición de cuentas. Quien, en defensa del orden, rompe su legalidad, niega el orden a su cargo; lo traiciona. Quien se excusa de no combatir el "desorden" -en claudicación política y legal de función constitucional-, alegando ser respetuoso de los derechos del violador de la ley, violenta antes que ningún otro orden y ley, auspicia y convalida la violación de derechos de terceros y siembra caos. Contra los derechos no hay derecho.

Si el orden se construye, cuantimás se defiende.

Pero se defiende precisamente con y en orden, de otra suerte se estaría negando a sí mismo.

Contra la locura cordura. Contra la sinrazón, mas razón. Contra el desorden, la armonía del civilizado y pacífico convivir libres bajo la ley.

Los enemigos del orden siempre buscarán desordenarlo. El único antídoto es ordenarlos con prudencia, serenidad, ley, derechos humanos, razón, sensatez, transparencia.

El hoy nos concita al orden civilizado y normado frente al desorden que atenta contra civilidad y vida social organizada y normada.

Desordenados seremos presa de cualquiera. Ordenados somos macizo de montañas.

El orden empieza en nuestro interior, con funciones fisiológicas que operan ajenas a nuestra voluntad, como el sistema sanguíneo o el digestivo; por igual, impera más allá de nosotros, cuan imperturbable es el orden del cosmos . Solo hay un orden en el universo que depende por entero de nosotros, el de nuestra convivencia. Ser zoom politikon no es característica, es responsabilidad.

El orden se construye y se destruye. Nadie es ajeno a una y otra acción. Nadie es foráneo al orden; ninguno puede sustraerse a su contrario.

En tiempo de tempestades sobran quienes confunden la gloria con rematar el orden; disentir con destruir.

La disyuntiva es que nos impongan su orden, o que construyamos juntos uno común.

Ninguna defensa del orden justifica vulnerar libertades, derechos, tolerancia, civilidad. Nada contrario a él tampoco.

La construcción y perfeccionamiento de un orden común de libertades, derechos y convivencia es, a la vez, responsabilidad por y en el orden.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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