PARRESHÍA

Sentido

Sentido

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Su ausencia.

El problema es de sentido.

Más bien de su ausencia de sentido.

Se puede tener poder, riqueza, control, fama, popularidad, cobertura y hasta ejércitos; si no se tiene sentido se carece de significado, destino y razón de ser.

El sentido concita, alinea, moviliza, entusiasma.

El caos es una fuerza que arrasa, pero no seduce; tan irresistible como aterradora.

El sentido aclara, el sinsentido ensombrece.

El sentido suma, arrebata, sacude, enaltece. Su ausencia separa, envilece, desespera, enloquece.

Se puede tener control del escenario, del mensaje, del medio, de la opinión y de las vocerías; que sin sentido todo es ruido.

El sentido no demanda de grandes doctorados ni ciencias ocultas; no exige heroísmos ni blasones divinos; no clama estirpes, no asume absolutos; no se apropia de historias ni monopoliza el presente, porque el sentido simplemente es o no es. Se impone por el hecho de hacer sentido.

Hay propósitos en la vida que no ameritan mayor explicación y toda justificación deviene redundante y ofensiva; se imponen porque hacen sentido. El sentido es como la luz del día y la brisa, no demanda propaganda.

El sentido dota de consistencia a la palabra; sin él no hay lema o proclama que persista; no hay cháchara que triunfe. Sin él todo calificativo caricaturiza, denigra.

El sentido lo da el timonel


El sinsentido, por el contrario, es vértigo, inquietud, barullo, desencuentro, turbación.

Sin sentido no hay esperanza ni hidalguía verdaderas.

En política, como en la vida, menos es más. Quien mucho prueba su dicho, poco cree en él. Quien de todo tiene el mismo diagnóstico y a todo prescribe la misma medicina, camina sin norte.

El sentido es efectivo, se intuye, da certeza, crea confianza.

El sentido lo da el timonel.

Y sentido es lo que hoy se echa de menos.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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