Federalismo hoy

El castillo de la pureza

El castillo de la pureza

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Estados y federalismo

Por confusión, en unos casos, y estrategia, en otros, se ha acusado a la Alianza Federalista de rupturista. De atentar contra el Pacto Federal.

No es así.

La Alianza Federalista propone lisa y llanamente: 1) un presupuesto 2021 justo para con los estados y municipios; 2) perfeccionar el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, y 3) fortalecer y poner al día al federalismo. Lo demás son, ésas sí, poliquiterias.

Los Estados Unidos Mexicanos, no son otra cosa que los estados mexicanos unidos en una República representativa, democrática, laica y federal. Compuesta, precisamente, por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por una Ciudad de México, unidos en una federación establecidos según los principios de la Constitución de (nótese) "los Estados Unidos Mexicanos".

Ésta, la Constitución, establece las atribuciones que le son exclusivas a cada parte y las que les son concurrentes. Es esa concurrencia, por ejemplo, en materia de seguridad la que demanda ser revisada para definir con mayor precisión los alcances y responsabilidades de cada una de las entidades federadas. Así en otras múltiples asignaturas.

El enemigo natural del federalismo es el centralismo, no el federalismo mismo. Las pulsaciones propias entre centro y entidades federadas son connaturales al diseño federal y muestran de su vigencia y fortaleza. Quejarse de la vitalidad del federalismo es preferir uno atado de pies y manos.

La visión binaria, propia de una historieta de estampitas del siglo XIX, no corresponde a un federalismo democrático y plural, en libertad, en el respeto y pujanza.

No puede haber política cuando una de las partes se amuralla en el castillo de la pureza aduciendo investidura por sobre responsabilidad constitucional y política



México necesita, fiscalmente hablando, un federalismo solidario. Donde la solidaridad se rija por el mutualismo, es decir, por obligaciones comunes a todas las partes, sin tajadas de león, y donde no únicamente unos sean solidarios y otros simplemente solidarizados.

Todos vamos en la misma nave, pero nadie debe viajar de polizón. Expresada la metáfora con el mayor de los respetos y sin sesgo peyorativo ni ofensivo alguno.

Se dice malintencionadamente que unos estados quieren quitarles recursos a otros. Tampoco es así.

Lo que se pide es que el gobierno federal no se quedé con tanto dinero para él, sino que ceda una pequeña parte para todos: que del el 80% que actualmente se queda para sí de todo lo recaudado, se reduzca a un 75% y que la diferencia se reparta entre todas las entidades con criterios de estricta justicia.

Se trata, también, de que los mecanismos de compensación, ideados para paliar las deformidades de la formula imperante de coordinación fiscal, dejen de ser de aplicación discrecional o confiscatoria por parte del gobierno federal.

Preocupa el discurso que ubica a las entidades como simples intermediarios entre el centro y los ciudadanos, y no como entidades federadas, con legitimidad democrática y política y con existencia y atribuciones constitucionales. Reiteramos: "Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior (…) unidos en una federación", artículo 40 de la Carta Magna, no intermediarios en un circuito patrimonialista.

El tema es primigéniamente político antes que técnico. No puede haber política cuando una de las partes se amuralla en el castillo de la pureza aduciendo investidura por sobre responsabilidad constitucional y política.

Sólo hay algo peor que el maltrato: el no trato.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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