Federalismo hoy

Federalismo en los bueyes de mi compadre

Federalismo en los bueyes de mi compadre

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Descobijados.

Hay discusiones que desde su planteamiento se castran en términos y posibilidades. Discusiones que siempre son las mismas y que no avanzan porque su abordaje las aborta o condena a callejones sin salida.

Tal es el caso del federalismo fiscal cuyo planteamiento encierra siempre la trampa de dejar desamparados a los estados pobres por parte de los estados ricos. El solo hecho de plantear el tema en esos términos es condenarse o a ser un egoísta desalmado, si se está en un lado, o un pobre inerme y marginado del progreso nacional, si se está del otro. Conclusión, mejor no le entramos al tema y pateamos el bote hasta que la liga aguante.

Bajo esta perspectiva las relaciones federalistas se reducen a las de estados entre sí, entre los económicamente robustos y los económicamente débiles. En esta relación horizontal no hay márgenes de maniobra ni opciones de solución. Lo que se le dé a uno se quita a otro.

Es cierto que cabe discutir los estímulos perversos que favorecen a algunas entidades a no hacer nada para mejorar sus circunstancias económicas ya que ello iría en perjuicio de lo que reciben de la federación, pero aún así, la discusión nos encierra en la ecuación horizontal de descobijamiento mutuo.

Hay, sin embargo, otra relación y actor en el federalismo mexicano que permanece en el mutismo y en la sombra, siempre abstraído de la discusión, siempre ajeno al problema: el ejecutivo federal. Éste se relaciona con todas las entidades en su conjunto y con cada una en lo particular. El ejecutivo federal es, además, el gran concentrador de los recursos bajo el pacto fiscal vigente y goza de una discrecionalidad amplísima que no sólo no se apiada de las necesidades de las entidades, sino que las explota políticamente en su favor y poder.

No lo que entrega, sino lo que se queda


Esta es una relación vertical y profundamente desigual. En ella, el fenómeno de la cobija compartida no se da en proporciones equiparables. Lo que el ejecutivo federal concentra es lo que se recauda en todas y cada una de las entidades federadas, las pobres y las ricas, y de ello se queda con la parte del león y reparte migajas.

En la última reunión de lo que fue la extinta CONAGO, en San Luis Potosí en agosto pasado, los gobernadores, golpeados por las crisis sanitaria y económica, plantearon ante el presidente la posibilidad de revisar el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal. A ello la contestación fue, arréglense entre lo que les corresponde a ustedes, pero lo mío nadie lo toca.

O sea, regresó la discusión a los términos del federalismo horizontal de descobíjense entre ustedes, pero mi cobija es sólo mía y ni la comparto ni me compadezco.

Y ese es el tema, no seguir discutiendo sobre cómo se reparte lo que el ejecutivo federal entrega a las entidades, sino discutir lo que no entrega. Analizar no una parte de la bolsa recaudada sino la bolsa toda, incluyendo la parte del león. En otras palabras, que el presidente deje de abstraer del problema y su discusión, que reconozca que es parte significativa del aprieto y la solución, que entienda que lo que llama suyo, es también de todos. No son dos cobijas, es una sola.

Por qué el presidente le saca a convocar una nueva Convención Nacional Hacendaria. Porque sabe que la cobija de lo recursos participables ya no da para más. Porque el federalismo fiscal en sus términos vigentes nos condena a la precarización. Porque no puede haber federación rica y estados y municipios en la inopia. Porque la emergencia es de todos y no solo de los estados.

La pregunta no sería si es o no correcto lo que reintegra de lo recaudado la federación a cada estado, sino lo que la federación se queda para sí y la discrecionalidad con la que ahora pretende disponer de todo y de todos.

La federación es contraria a la monarquía, porque aquella concentra poder y recursos, mientras que ésta los comparte.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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