Defectos y vicios
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La ciudad está bien gobernada cuando reina la concordia entre sus ciudadanos, es la conclusión a la que llega Platón en su diálogo Alcibíades, donde Sócrates orienta al joven discípulo sobre las artes del gobierno.
Lo que Sócrates quiere hacer entender a Alcibíades es que para que haya concordia entre los ciudadanos, debe haberla antes en la persona de quien los gobierna. Por eso la máxima: epimelethenai saotou: conócete a ti mismo. Cuida de ti.
¿Qué es lo contrario a cuidar de sí? La estulticia. El estulto es aquel que no se preocupa de sí mismo; un tonto, un necio. Aquel que creyendo cuidarse descuida todo y se descuida el mismo.
Ocuparse de sí es interrogarse sobre qué sé es y qué es todo lo que no es uno mismo; lo que depende de uno y lo que le es independiente. Cuestionarse sobre qué hacer y no hacer. Cuidar de sí, en el fondo, es un permanente interrogarse.
Quien se conoce, cuida de sí. Quien cuida de sí, se conoce. Pero cuidar de sí es imponerse deberes; dirían algunos: "reprimir" instintos y deseos. El primer deber es con la verdad, el segundo con el bien. No mentirse y no dañarse; ser verdadero y buscar el bien. Quien se miente y se hace daño, no cuida de sí.
¿Qué pasa con quien, además de él, tiene a su cargo el cuidado de otros? De entrada, tiene poder: relación de mando obediencia sobre esos otros. Pero ese mando le impone, a su vez, deberes para consigo y para con los demás; deberes que deben cumplirse a partir de una actitud ética y un compromiso con la verdad. Verdad para con él y para con los otros. Ética para consigo y los demás.
¿Has vencido a tus verdaderos enemigos?
El poder, además, demanda conocimiento y oficio. No basta querer, menester es saber y poder. Verdad, deber ser y saber que implican preocuparse de sí, cultivarse, interrogarse constantemente. No se trata únicamente desear ser César, sino serlo sin dejar de ser sí mismo y de serlo eficazmente.
Lo que suele suceder es que el gobierno de los otros se hace sin el gobierno de sí.
El poder y la soberanía deben ejercerse antes que nada para consigo mismo y solo luego poderlas hacer efectivas para con los otros. El verdadero gobierno no es nada más una forma organizativa y normada de poder, es, ante todo, sabiduría y virtud del gobierno de sí.
Alejandro Magno preguntó a Diógenes si no era ya, acaso, plena y completamente Rey, gobernando a los griegos y con los Persas y los Medos sometidos. Diógenes respondió: ¡Qué dices Alejandro! Podrás haber vencido a todos ellos, pero ¿has vencido a tus verdaderos enemigos, tus defectos y tus vicios?
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