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Polarización y violencia

Polarización y violencia

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Desigualdad e injusticia.

En México nos hemos acostumbrado, desde hace décadas, todos los días con sus noches, a vivir con un ‘ojo al gato y otro al garabato’ por los altos niveles de inseguridad que padecemos.

Es un fenómeno social cotidiano, pegado a la piel, de alto costo socioeconómico y que obliga a hacer el mejor esfuerzo para reducir riesgos, para evitar que seamos nosotros o nuestras familias los siguientes en la lista de víctimas.

Siempre para combatir con éxito esta expresión de descomposición con recursos limitados e insuficientes.

¡Cruz Cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús!

En efecto, son dos temas sobresalientes cuya resolución ha quedado pendiente en las acciones del actual régimen de gobierno: la polarización social y la consecuente violencia.

Las policías municipales, estatales, la Guardia Nacional, el ejército y la marina, en general los cuerpos encargados de combatir la delincuencia, incluidas las Fiscalías y el Poder Judicial, han quedado a deber, a pesar de la creciente militarización del país en otros rubros destacados como construcción y administración de aduanas y puertos, por ejemplo.

Recientemente tres jóvenes en Jalisco fueron miserablemente asesinados.

En Sonora mataron a mansalva al candidato opositor a la presidencia municipal de Cajeme y exprocurador estatal.

En Chiapas, Michoacán, Oaxaca, Tamaulipas, entre otras regiones, los habitantes de comunidades vecinas se enfrentan diariamente a muerte.

Los feminicidios en México, suceden principalmente en Ciudad Juárez, Tijuana, Monterrey, Culiacán y Guadalajara.

Tijuana es una de las ciudades más violentas del mundo con asesinatos diarios que rebasan la media nacional.

Paradójicamente es también ciudad fronteriza de alta migración y expresión cultural de calidad, con gastronomía excepcional y muy cerca de Valle de Guadalupe, centro vitivinícola ejemplar.

En este país, a pesar de sus bellezas naturales, de su historia y de su gente, crece la polarización y en muchos casos la violencia, como hiedra de mal agüero.

Mayoritariamente ligada al narcotráfico, a la guerra de dominio territorial y asociada a otros delitos como secuestros, trata de personas, huachicoleo, áreas de influencia política e intolerancia hacia los demás, en contra de quienes piensan y actúan de distinta forma.

En contra de quienes luchan por intereses diversos o recursos finitos, como el acceso a agua potable disponible y limitada, a campos de cultivo, a apoyos gubernamentales, a canonjías perdidas, a la imposición religiosa o de grupos económicos poderosos.

La polarización, sin duda, se manifiesta desde las mañaneras y en los embates de periodistas y seudoperiodistas, mañana, tarde y noche.

El país está dividido entre buenos y malos, dependiendo quien juzgue y entre ricos (pocos) y pobres (muchos), dependiendo del ingreso y el patrimonio.

A tal grado ha escalado la polarización que ya hasta la OEA, con su cuestionable presente, se convirtió en arbitro invitado. Y, desde luego, el Departamento de Estado estadounidense que apoya a incondicionales opositores de la 4T con dádivas, prebendas y su conocida red de promoción e influencia.

A gran escala ello ha influido en el lamentable encontronazo reciente entre Israel y Palestina.

Los primeros con armas nucleares, tanques, armamento de última generación y tradicional apoyo económico de los centros hegemónicos, mientras que los musulmanes disponen de cohetes de mediano alcance, bicicletas, niños y mujeres en la primera fila de combate que mueren rezando a Alá.

Sin duda, toda confrontación que deriva en los excesos de fuerza, en dolor y muertes, es signo de nuestra incapacidad civil, de nuestra contradictoria deshumanización.

Es la pérdida de nuestras mejores características y la peor expresión de la perversa condición que se esconde en nosotros para manifestarse en cualquier momento absurdo, con cualquier pretexto, para vergüenza de todos.

En los EUA, donde es común decir, que su nacimiento, expansión y consolidación, se hizo con una botella de whiskey en la izquierda y un revólver en la derecha, las balaceras y muerte de inocentes son cosa común, en universidades, fiestas familiares, plazas públicas. A tal grado que ya hay un movimiento nacional que pretende revisar la famosa Segunda Enmienda a la Constitución que protege el derecho a poseer y portar armas.

¿Qué nos pasa que no podemos como sociedad en pleno siglo XXI, acceder a la solución pacífica de las controversias como proponen las mejores tesis y ejemplos pacifistas?

¿Por qué el arbitraje y la organización de las Naciones Unidas y otros organismos regionales son incapaces de evitar las guerras y confrontaciones entre países y grupos raciales?

¿Por qué las distintas religiones en lugar de unir separan a los pueblos?

¿Por qué en nombre de Dios se asesina y se mata, desde tiempo inmemorial?

¿Por qué el apotegma de la libertad en la libre competencia significa también muerte y aniquilamiento?

Los sabios y los resabios han estudiado y desmenuzado la ‘condición’ humana, el modo de producción dominante, las fuerzas del mercado, los mitos de la supremacía racial, la necesidad de sobrevivencia, dominación y conquista. El viaje al paraíso.

El más poderoso de los dioses, el ‘Verdadero’, frente a los otros.

O el ‘In God we Trust’ de los codiciados billetes verdes.

Yo creo que lo que hace falta hacer con urgencia, además de decisión política y coordinación en un frente anticriminal eficiente y eficaz, es Educación, Educación, Educación y programas para abatir con éxito la pobreza, la discriminación, las diferencias y la injusticia.

No se ve facilito el panorama. Not a piece of cake!




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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