Ciencia bajo ataque
"Confíen en mí", solicita a los grandes empresarios el presidente López Obrador, "voy por tres últimas reformas". Como si en la Suprema Corte de Justicia de la Nación no se agolparan puertas adentro controversias de control de constitucionalidad en contra de múltiples reformas impulsadas por su gobierno. Como si la legitimidad de la propia Corte no estuviese ella misma bajo su acecho.
"Los ataque a mi persona", sostiene por otro lado Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas en Estados Unidos desde 1984, especie de López Gatell, pero sin desplantes playeros y de perdonavidas, en el combate a la pandemia en esa nación; "los ataques a mi persona, sostiene, son ataques a la ciencia".
"Si tratan de atacarme como autoridad en materia de salud pública y como científico, no atacan únicamente al Dr. Anthony Fauci, atacan a la ciencia misma (…) la ciencia y la verdad están bajo ataque".
Confianza piden ambos personajes. Fe, demandan. Ambos comparten no solo petición, sino argumento: quien me ataca, ataca a La Transformación, en un caso; ataca a la ciencia en otro. En los dos, a La Verdad.
Transformación, ciencia y verdad, términos etéreos, ideologizados, vaciados de toda referencia objetiva, convertidos en ruido y calzador de ocurrencias, se esgrimen hoy bajo ataque por todo aquél que se atreva a cuestionarlas.
En nombre de la ciencia hemos visto parar sociedades y economías, quebrar patrimonios familiares y nacionales, conculcar libertades y derechos, encerrar ciudades en prisión domiciliaria, robarle a los niños el mundo, la sociabilidad y la educación humanizada. En nombre de la ciencia y su irrebatible verdad nos ha sido sustraído el derecho a pensar, a disentir, a dudar. La ciencia venció al pensamiento, al hombre, a la libertad y a la filosofía.
Pero ciencia y verdad no son abstracciones, toman forma en esqueleto, nervios, musculatura y nombre: Fauci, López. Quienes osen disentir de los nuevos Zeus hechos oráculos, atacan La Verdad y su soberbia (hibrys) será castigada a encadenamiento en una roca donde un águila devorará sus entrañas por toda la eternidad.
Se ataca a la ciencia y a la verdad, dice Fauci. ¿Qué importan ya una y otra, si el pensamiento ha sido prohibido? ¿Qué puede valer la verdad sin pensamiento? Esa mala costumbre queda reservada a unos cuantos científicos afamados. Nuestra obligación es callar y obedecer. Confiar.
El saber, como en el medievo, se resguarda ya no en conventos, sino en laboratorios y farmacéuticas.
Ciencia y verdad son uno y lo mismo, no se puede atacar la una sin embestir la otra.
Y así como Fauci tiene su ciencia, López Obrador tiene su transformación. También ella es verdad única y revelada. La transformación
Como en la sacra soledad del templo
sin ver a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.
Confiemos en ellos, no caigamos en el pecado y la apostasía de pensar, de dudar; aptitudes que alguna vez nos hicieron humanos. Confiemos en la ciencia de uno y en la transformación del otro; en la verdad de ambos. En sus personas, pues.
Prohibido pensar. Pensar es negar la verdad, atacar lo inatacable.
Quien me ataca, ataca la verdad.
Quien duda, me ataca.
Quien piensa, peca.
¡Qué se erijan piras y alebrestren inquisiciones!, la verdad está bajo ataque.
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