PARRESHÍA

Diferencia entre abrazo y balazo

Diferencia entre abrazo y balazo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Incentivos.

Hay cosas que no se llevan, antitéticas, que entre ellas no producen síntesis y, por ende, solo ahondan abismos.

Tal es el caso de abrazos y balazos. La frase es afortunadamente vendedora y de gran romanticismo, pero no se sostiene, como lo hemos podido comprobar.

La frase y su paradigma son un despropósito, porque hay entre las partes en juego una diferencia infranqueable, la fuerza.

Desde la fuerza de su Palacio, López Obrador no tiene incentivo alguno para recibir a víctimas, quejosos, gobernadores y periodistas profesionales.

Por igual razón, ¿qué incentivo tendría quien porta un cuerno de chivo frente a alguien que le ofrece un abrazo?

¿Qué gana con el abrazo? ¿Lo necesita? ¿Lo pide? ¿Lo valora?

¿Acaso resolverá sus problemas existenciales con un abrazo?

¿El abrazo lo salvará de sus contrarios, contra quien juega a la vida y la muerte a cada minuto? ¿El abrazo habrá desaparecer las condiciones sociales y económicas que lo llevaron a armarse hasta los dientes?

¿Comerá de abrazos su familia?

Ahora veamos el otro extremo, ¿cómo mandar a alguien armado solo con abrazos a enfrentar mafias de nivel mundial armadas con gran tecnología, capacidad de fuego y recursos ilimitados?

¿Cuál es su posibilidad frente a un arma de alto poder?

Los balazos matan, los abrazos, abrazan. La diferencia es abismal. No existe punto de encuentro ni incentivo alguno para buscarlo. En esta ecuación siempre llevará las de ganar el balazo.

Y lo vemos desgraciadamente casi todos los días, sobre la honra, dignidad y vidas de nuestras fuerzas armadas, los balazos se imponen sin resistencia alguna. Nuestras fuerzas armadas son sometidas a todo tipo de vituperios y afrentas, porque en lugar de combatir a quienes ponen en jaque nuestra seguridad pública y nacional, se les pide los abracen y soporten todo tipo de vejación.

Y, a veces, sus abrazos son contestados a balazos. Y mueren. Mueren no por combatir en defensa de México, sino por no combatir.

¿Hasta cuándo soportarán nuestros soldados y marinos está suicida política?

Sobre este tema, el abogado César García Mendez, sostiene: "La legítima defensa justifica, ante un ataque actual, la respuesta equiparable, con la misma fuerza e intención, pero no solo lo justifica y prevé, sino que lo espera. Ante la conducta violenta es esperada por la ley una respuesta equiparable. De ahí que los abrazos y no balazos sea una imposición absurda, ilógica e inesperada legalmente y, por tanto contrario, al espíritu de la ley".

Finalmente, cómo se mide y evalúa esta política pública: por el número de abrazos ofrecidos y aceptados; por la rendición de armas; por los índices de violencia y homicidios; por los soldados y marinos muertos; por la sensación de seguridad del ciudadano. O por las menciones del estribillo sin sentido ni consecuencia alguna.

Lo peor es que la razón primigenia del Estado es la seguridad de sus ciudadanos, a cargo de sus órganos encargados de la fuerza pública en el uso legítimo de ella. Pero cuando la fuerza pública se dedica a ofrecer abrazos, el Estado deja de tener razón de ser y los ciudadanos regresan a situaciones de estado de naturaleza. Si el Estado ya no tiene razón de ser, es, solo, por la fuerza que contra sus ciudadanos sí ejerce.

Paradojas del populismo, a los delincuentes abrazos, a los ciudadanos, y más aún a los ciudadanos contrarios al régimen, toda la fuerza del Estado.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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