PARRESHÍA

La impudicia por virtud republicana

La impudicia por virtud republicana

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Faccioso.

Facción "grupo de gente amotinada o rebelada; grupo de personas unidas por ideas o intereses comunes dentro de una agrupación o colectividad; bando, pandilla o partido violentos o desaforados en sus procederes o sus designios".

Ahora bien, si un tribunal de pleno derecho, bajo el más estricto debido proceso, conoce y discute de un caso y, por mayoría de seis a uno, determina que le es aplicable un precepto expreso y una jurisprudencia, ¿actúa como facción o como garante del Estado de Derecho?

¿Y qué sostiene el miembro del tribunal que votó en contra? —El magistrado billetes arrastrando la indignidad por consigna— que no se aplique la norma ni se observe la jurisprudencia, sino que se violenten lisa y llanamente.

Finalmente, si el líder del movimiento político que no se vio favorecido por la sentencia, acusa al tribunal de faccioso y pide para él su desaparición, junto con otra institución de nivel constitucional, ¿quién actúa facciosamente?

¿El tribunal que funda, motiva y procesa debidamente su resolución, o quién convoca a los infiernos por tocar a los suyos?

¿Quién actúa como pandilla y quién como institución?

Ahora bien, lo detestable aquí no es la actitud, de suyo conocida de López Obrador, sino su capacidad de torturar el lenguaje, de confundir, de acusar de lo que peca, de socavar instituciones, de negar lo obvio y, finalmente, de convertir la política en manicomio.

Acusar de faccioso desde la más depravada facción; llamar violación al derecho su aplicación, reclamar derechos donde hay acreditadas violaciones, no es un acto de confusión, sino de refinada, perversa y demencial perfidia.

¿Qué le pasa a México para que alguien pueda acusar a otro de lo que el que acusa hace a los ojos de todos?

Hasta un ciego vería la trampa y depravación, y un sordo escucharía la falacia.


La impudicia por virtud republicana



Pero en México todos los días, sin respiro ni tregua, se nos aplica la misma medicina: el lenguaje contradictorio, la desvergüenza como conducta, la mentira como política pública y la locura hecha gobierno.

El faccioso acusando de facción.

El golpista ostentándose como salvador.

La mentira como divisa y faro de la verdad.

Lo peor es quien todavía hay quien le cree.

Lo lamentable es que el presidente del Poder Judicial, primer responsable de la defensa de jueces y tribunales, calle, cuando en la vida real como en cualquier juicio, el que calla, aquel que no niega expresamente, consiente.

Dos poderes podridos en la cabeza. Y un tercero, el legislativo, bajo el dominio de la claque.

¡Pobre México!, rehén de una pandilla de violentos y desaforados en sus procederes, locuras y designios.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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