PARRESHÍA

Primero protestante que presidente

Primero protestante que presidente

Foto Copyright: lfmopinion.com

Definiciones y enseñanzas.

Lo hemos dicho y repetido, todo tiene un costo en política.

El viernes pasado, en Chiapas —entidad gobernada por Morena— el presidente López Obrador fue detenido por un grupo de maestros de la disidencia, la CNTE, aliada a López Obrador.

A los docentes se sumó personal médico que alega falta de pago y despido por parte del INSABI.

Fue, además, la primera vez que el presidente no llegó a la mañanera y, para colmo, su equipo de comunicación optó por proyectarlo en ella en una transmisión desde su camioneta, resaltando, aún más, su ausencia e impotencia.

Pero vayamos a lo que ello enseña.

Que cualquiera puede retener al presidente por, al menos, dos horas.

Que él, experto en la protesta, está dispuesto a ser retenido.

Que exige respeto y acusa chantaje, pero también que está dispuesto a quedarse detenido el tiempo que sea necesario, mientras no cese el chantaje.

Que ninguna autoridad competente, en ejercicio del uso legítimo de la fuerza, osó ni osará a liberar el tránsito copado por los manifestantes.

Que el gobernador de Chiapas no sabe lo que pasa en su estado y no tiene capacidad de negociación.

Que los servicios de inteligencia y seguridad federales, no pueden prever una manifestación ni agenda de riesgos de titular del Ejecutivo federal.

Que el equipo de logística de López Obrador no tiene el control ni la información de la ruta por la que transita. Menos vías alternas.

Que los equipos de negociación de federación y entidad no sirven para nada. El presidente es interlocutor único en su sexenio. Nadie está dispuesto a hablar con algún otro funcionario, ni lo hay que pueda resolver nada al margen de la voluntad presidencial.

Que López Obrador puede ser contrariado, incluso, por sus más conspicuos aliados.

Que, ante la protesta su primera respuesta fue asumirse como el protestante por excelenciay, en esa calidad —¡y no en la de presidente!— a él se le respeta, aunque se le retenga a discreción. Pareciera que le preocupara más que alguien y no él tuviese el mérito de ser el primero en hacer rehén a un presidente.

Lo anterior no es un dato menor, pareciera que el presidente se vio más afectado en su faceta de movilizador social, que en la investidura presidencial que, en este caso, no salió a relucir o, al menos, no como argumento principal.

Finalmente, sin que se resolvieran las demandas de los peticionarios, ni, tampoco, fuesen desmentidas por autoridad alguna —por lo que, parece, en ambos casos, maestros y personal médico, sí se les adeuda contraprestaciones devengadas y reclamadas— López fue liberado.

Ahora, corre el riesgo de ser detenido un día sí y otro también.

Si, por el contrario, a otro grupo de manifestantes se les remueve contra su voluntad e, incluso, mediante la violencia, quedará claro que López se deja detener por gente afín a su movimiento, pero no por otros grupos, quedando de manifiesta o una clara discriminación o, peor aún, un montaje.

López Obrador no podrá argumentar falta de respeto y chantaje para no ser detenido, después de haber hecho una apología de la protesta y disposición a someterse a ella.

Finalmente, lo del viernes debiera encender todas las alarmas en las áreas de seguridad nacional, toda vez que el presidente de la República no puede quedar por horas abstraído del poder del Estado y sometido a cualquier riesgo a su persona y a la institución.

Él que alega tener que cuidar la investidura, hizo con ella el viernes una ominosa enseñanza.

Pero hay una lección más que pudiera derivarse del evento en comento y que, ojalá, no sé dé: que todo haya sido un montaje para, con la llegada de su primo a Gobernación, se imponga un giro en la relación poder ciudadanos y, por culpa de la CNTE, se cierren, aún más, los espacios de libertades y derechos ciudadanos. Que se endurezca el trato del poder para con la ciudadanía.

Poco vivirá el que no vea si esto último es calentura del que escribe, o estrategia 4T.

PS. Sólo en dos ocasiones se ha detenido el convoy presidencial de López Obrador: con la madre de Guzmán Loera y con la CNTE.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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