PARRESHÍA

El Tribunal y sus jueces

El Tribunal y sus jueces

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Jamás tocaron, sin embargo, una línea de análisis: la juridicidad.

Ayer tuve la mala suerte de ver a Zuckermann, Castañeda y Aguilar Camín vomitar cualquier cantidad de sandeces sobre el Tribunal Electoral y los casos del Bronco y Ríos Piter. Excluyo a Tello por ser el único de los allí presentes a quien el papel de Rock Star no ha acabado en él, aún, con el de analista.

Resalta Castañeda y su afán de enmascararse como analista cuando es Coordinador de campaña de Ricardo Anaya. Sus juicios, ligeros, infundados y temerarios sobre las autoridades electorales, si no son propios de un analista, lo son menos en un Coordinador de campaña de un candidato presidencial y gravitan, por embozados e interesados, en propaganda y terrenos fiscalizables.

Pero vayamos al remedo de análisis del trío. Lamentándose del daño al desprestigio y deslegitimación de nuestras autoridades electorales, recorrieron toda especie de especulación, insidia y estupidez para desdorarlas y satanizarlas sin fin ni rigor, haciendo escarnio del Tribunal. Desde la instrucción telefónica de Peña, a la venalidad; del cálculo político a la cuota de poder; de la ignorancia del derecho a la abierta autocracia; del escándalo al linchamiento .

Jamás tocaron, sin embargo, una línea de análisis: la juridicidad. La posibilidad de que el Tribunal hubiese hecho sus veces, las propias de que un justiciable acuda a él cuando una autoridad ha violentado sus derechos. Destacando entre las violaciones un alud de declaraciones e imputaciones mediáticas de cientos de miles de ilícitos, ninguno de ellos probado ante autoridad competente, previo juicio bajo debido proceso, y hechas suyas por pesudoanalistas que en realidad sólo ladran como perro de coro, sin saber a qué.

No puede caber en la objetividad de su análisis que el ciudadano haya probado las violaciones y que la autoridad responsable, en igualdad de condiciones ante la ley, no haya podido acreditar al Tribunal ni la fundamentación, motivación y rectitud de su proceder.

Tampoco les significó nada a los analistas que los siete Magistrados en unanimidad se hayan pronunciado por los juicios paralelos y condenas mediáticas orquestados por la autoridad responsable contra los justiciables, en un quehacer ajeno a sus atribuciones, protagónico y propio de un actor político, no de un arbitro garante de la imparcialidad en la contienda, violentando abiertamente la presunción de inocencia, la garantía de audiencia y el debido proceso.

Menos aún pasó por su atención, que frente ya a cosa juzgada que condena al INE por violaciones graves a principios constitucionales y derechos sustantivos, éste no ha probado ante autoridad competente alguna, una sola de las imputaciones mediáticas que sin medida ni ley ha endilgado a ciudadanos cuyos derechos estaban bajo su guardia.

Es lamentable el nivel de análisis de nuestra pesudointelectualidad, sus métodos analíticos carecen de todo rigor científico, su consistencia no resiste el aleteo de una catarina. Su análisis no es de los hechos, es mediático y segado; su producto ruido.

Salvo Salvador Nava en El Financiero, José Fonseca y Fernández Meléndez en Excelsior, salvo que se me pase alguien más, son los únicos que leyeron las sentencias que hoy tanto y tan mal se critican; los demás analizan de oídas o corean consignas.

Pobre tribunal con estos jueces.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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