PARRESHÍA

Enojado con el mundo

Enojado con el mundo

Foto Copyright: lfmopinion.com

Cuando en la sede del orden político no hay espacio para la política, el poder se vacía de pueblo y legitimidad.

Ortega y Gasset decía que el político se siente por el orden que con la mayor naturalidad hace prevalecer. No necesita de gritos ni grillete; dúctil y gentilmente cada uno va ocupando sutilmente su lugar, hasta que nadie se siente ajeno ni desubicado.

El orden político es como esas oberturas que lenta y silenciosamente surge de un caos sonoro en sinfonía.

El orden político es uno muy diferente al totalitario. En el primero la pluralidad es consubstancial y respetada. Todos tienen espacio, diferenciación y libertad: son alguien. En el segundo, todos son ajenos y excluidos, indiferenciados, incomunicados y dependientes: son algo semejante a un amasijo primordial.

El orden político no se impone desde arriba, se construye con el concurso de todos.

Por ello acuerdo y política van siempre de la mano.

El orden político no es, por supuesto, un mundo perfecto; es solo un mundo vivible.

Por eso el político, el verdadero político, busca el avenimiento, la suma, la concertación, el pacto.

No hay sociedad que no se funde en un pacto. Los hay de sangre, de familia, de credo, de raza, de dinero, de vicio, de delito. Pero sólo la política se funda en un pacto político, que no puede ser más que el de todos.

Por eso no es menor lo que el presidente nos reveló esta semana, después de patinar por medio día con la firma del acuerdo mundial contra la desforestación. Forzado que fue a firmar por la presión nacional e internacional, López Obrador quiso justificarse el día siguiente presumiendo que él había propuesto el acuerdo y éste se inspiraba en el programa clientelar de desforestación, ¡único en el mundo!, llamado Sembrando Vida.

Lo significativo, sin embrago, fue cómo abrió el tema: “A ver, para que se enojen”.

Esa frase pinta, expresa y define el genio y figura apolíticos de Andrés Manuel López Obrador.

No buscaba concertar, explicar, razonar; siquiera justificarse. Expresa y públicamente provocaba el enojo.

Quien siembra enojo, cosecha conflicto. Quien pavimenta su camino de rijosidades, pide a gritos que le descuadren el hocico.

Hacer enojar es negar toda posibilidad a la política. Es romper la mesa para que nadie se siente a concertar a su alrededor.

Quien saluda haciendo enojar busca el desacuerdo.

Ahora bien, ¿qué suerte le espera a quien anda regando el jardín a su cargo con enojos? La marginación.

Si la sociedad no encuentra en la sede de la política espacio para la política —la convivencia organizada y normada—, abrirá otros ámbitos ajenos el poder y éste, aún siendo de origen democrático, se desnaturalizará y vaciará de sociedad y legitimidad. Se quedará con la impotencia de su enojo.

Finalmente, se requiere estar muy enojado con el mundo para querer hacer enojar al mundo.

De nosotros depende escoger entre el enojo y la política.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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