PARRESHÍA

¿Debate o debacle?

¿Debate o debacle?

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Sensación de derrota y preocupación

Del debate destaco una sensación de derrota y preocupación, por decir lo menos.

Reconozco que la desilusión es hija de mis expectativas. Esperaba algo diferente, una especie de hito, un giro de estrategias, un momento estelar y renovador.

Nada de eso.

Más de lo mismo, pero más preocupante.

En el caso de Andrés Manuel la misma marrullería, discurso y evasivas. Amurallado en sus viejas proclamas fue a repetirle a sus huestes sus gastados clichés y dogmas de fe.

Meade, el más urgido de algo diferente, se hundió en él mismo: solidez, consistencia, tecnocracia; incapaz de emoción y empatía. Nadie duda de que siempre fue el mejor del salón, pero en política, además de conocimientos, se requiere vagancia y un mucho de actuación. La armadura de su colección de secretarias y doctorados le pesa demasiado y hace rígidos y mecánicos sus movimientos, la investidura no solo lo hace efigie sino que le agobia hasta la impotencia.

Anaya sí que aprendió a actuar, pero a tal grado que no sabe uno que hay verdaderamente detrás de la actuación. Incluso llega uno a dudar que haya algo. Suelto, ágil, articulado y sin perder el objetivo de aparecer como el único capaz de contenderle al Mesías. Pero su lenguaje corporal y su sonrisa socarrona los traicionan despertando en el espectador, al menos en éste, desconfianza y hasta miedo.

A Margarita le sobran las manos, le incomodan, la traicionan, se le revelan y le ganan a su discurso hasta opacarlo para mostrar exclusivamente movimientos mecánicos y repetitivos. Incomoda con ella misma y su sobreactuación. Con un problema para embragar el clutch, se trababa sola y como los aprendices del manejo, el auto de su discurso cascabeleaba entre tropiezos y desbocamientos.

Jaime Rodríguez en su papel de botarga de El Bronco demostró que nada tiene que hacer ahí.

Me quedo con esta sensación de pasmo y vacío, imposibilitado de leer más allá de las apariencias y representaciones, expectante de lo frágil que es un país en crisis política y de políticos.

#LFMOpinión
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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