La hora de la verdad
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Las visitas de Estado a Washington son como subirse a un ring de la lucha libre en contienda de varios luchadores, en cualquier momento vuelan sillas y arrancan máscaras y cabelleras. Las patadas voladoras no se dejan esperar y los golpes abajo del cinto son más que comunes.
Toda visita de presidente mexicano a Estados Unidos es precedida por ataques desde diferentes frentes para meterle presión y temperatura a su recepción y trato.
De allí que siempre ayude el trato personal que entre ambos mandatarios suele generarse y una diplomacia profesional, sería, consistente y congruente entre decir, hacer y, sobre todo, cumplir.
La visita de López Obrador hoy a Washington no será como su previa a las Naciones Unidas. De entrada, comparte foro y micrófono. Va a un diálogo, no a un monologo. No tendrá por testigo la silenciosa mirada al cielo de su canciller Ebrard, sino a dos jefes de estado avezados en la diplomacia de altos vuelos y el trato con interlocutores sagaces y curtidos. Su agenda no será la única sobre la mesa, a sus contrapartes nadie les dicta por WhatsApp preguntas a modo y no están acostumbrados a que les contesten con evasivas, chistoretes y peroratas. No son a quien se les pueda callar con un “tengo otros datos”, “los voy a exhibir” o “es poliquiteria”. Tienen equipos de asesores para recordarles palabra a palabra, cifra por cifra, acción por acción, omisión por omisión, ofensa tras ofensa y traición tras traición de su interlocutor desde el día que nació hasta el instante que transcurre.
Pero, además, desde diversos frentes y desde días previos van sembrando en el camino del visitante bombas de tiempo que dificultan su desempeño en el momento decisivo. Ayer fue Human Rigth Watch con acusaciones de violación a Derechos Humanos a migrantes, enfermos de COVID y víctimas de la política energética y sus impactos en el medio ambiente.
Días antes fue el Comité de Personas Desaparecidas de la ONU en pleno y en su primera visita como tal a un país. Antes de ello se enviaban misiones, pero nunca había acudido el Comité con todos y cada uno de sus integrantes a revisar el tema a un país en específico. La vapuleada fue de antaño y nunca como antes se sopesó la torpeza de nombrar una piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Las cartas de congresistas en contra de la reforma eléctrica de López Obrador hacen ya rosarios y todavía ayer John Kennedy urgió un acercamiento agresivo contra acciones nacionalistas de López Obrador o congelan en el Senado nombramientos pendientes en el Departamento de Estado.
Aquí, una y otra vez, Ebrard y el propio presidente repetían que el tema energético no sería tocado y, quizás, por eso mandaron hasta el año que entra el procesamiento legislativo de la misma, para intentar brincar esta Cumbre sin que les tocaran el tema, pero tanto el embajador Ken Salazar les ha insistido de la seriedad que el tema y preocupación representan para su gobierno, así como un portavoz de la casa Blanca ayer les mandó decir que Biden tocaría el tema de laintegración energética trilateral de América del Norte.
Posiblemente se me esté escapando algún otro mensaje cifrado o directo sobre el tema, pero López Obrador y su canciller deben de llevar de ellos puntual inventario.
Lista a la que hoy se sumará lo que sobre el ring y en tiempo reglamentario le surtan a nuestro presidente.
Por ello todos los presidentes, sin excepción, han buscado desde aún antes de tomar posesión —ellos o los norteamericanos— relaciones personales, contactos informales, incluso amistad. Y también por ello, aprovechan cuanta reunión multilateral allá para en ellas buscar acercamientos y acuerdos con sus homólogos del norte.
Mala política es la no política.
Y hoy lo habremos de comprobar.
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