Los taquetes
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¿Qué es un taquete? Es un sustantivo masculino. Una pieza generalmente oblonga de madera u otro material que, colocado en un orificio practicado a tal efecto, se emplea como fijación para clavos, tornillos o tirafondos.
En esta administración del famoso pejePresidente ha habido acciones que requieren con urgencia del uso de taquetes para evitar desviaciones. Para aliviar y redireccionar. Me explico.
La corrupción no se acaba con buenas intenciones, está asociada a la generación de violencia, al narco, al huachicol, a la trata de personas, a la política de abuso y mentiras, a las ganancias fáciles… a la mediocridad y las promesas incumplidas.
En la lucha contra la corrupción ha habido avances significativos en comparación con las administraciones de Fox y Martita, Calderón y Peña; pero la corrupción, como un monstruo de mil cabezas, es aún de enorme magnitud y acendrado impacto social, tanto en el sector público como en el privado y en el llamado sector social (sindicatos, cooperativas, organizaciones no gubernamentales, por ejemplo).
Con respecto al combate a la violencia, es urgente aplicar eficientes taquetes de impacto regional y nacional, para apuntalar y corregir la fallida estrategia de abrazos, de dejar hacer, dejar pasar.
Los homicidios y el empoderamiento de grupos criminales que dominan comunidades y regiones geográficas enteras, están comúnmente vinculados al comercio ilegal de drogas y trata de personas. Son, desde luego, inaceptables. No debiéramos acostumbrarnos nunca a su presencia.
Por ello, eso del pañuelito blanco es una vacilada. A la luz de los acontecimientos de violencia en Zacatecas, con todo y la supuesta presencia de un dios estoico, vigilante, mudo testigo en última instancia y en Veracruz al son jarocho gubernamental: “para bailar la bamba, para bailar la (barba) se necesita una poca de gracia … ”El pañuelito debía de ser, en todo caso, rojo sangre.
“Vamos a pacificar al país” y nones para los preguntones. Nomás no se pacífica, a pesar de diarias reuniones de seguridad a las 6 de la mañana de lunes a viernes, al publicitado apoyo y ampliación de la Guardia Nacional y amplias prebendas al ejército y a la marina, incluso a la militarización del país.
Más la actuación adormilada de la Fiscalía General de la República a la que, un día sí y otro también, se reitera la confianza presidencial, o cuando menos, en el responsable máximo que a todas horas sigue bostezando.
La corrupción es en nuestro país la representación de la decadencia de la organización social. No es asunto de virtudes morales o religiosas, ni siquiera de ética, sino de una variable esencialmente crematística, de pérdidas y ganancias, auspiciado por la voracidad de demanda de mercados selectivos como el del fentanilo, entre otros muchos, más la reputación, el terror al grupo, el dominio territorial, la negociación para poder más o menos gobernar como ha sido obvio en muchos estados del país y ciudades como, por ejemplo, en Cajeme, Sonora. Otro caso de enredo criminal.
Cabe destacar, sin embargo, que en el combate contra la corrupción no son despreciables, aunque insuficientes, los avances logrados.
En contra de la violencia, tarea digna de Hércules, se ha avanzado aún menos. No podemos estar satisfechos mientras se registren crímenes impunes casi a toda hora. Me parece que el famoso pejePresidente navega solo o con muy pocos otros aliados para combatir con buen éxito este flagelo.
Se notan las ganas, pero la cruda realidad se impone para impedir el triunfo del proyecto de transformación. Es un teatro de impotencia frente a los malandros.
Todos los días aparecen muertos y destazados. Casi nunca se sabe de los culpables. Verdaderas organizaciones de asesinos, de criminales anónimos que se pasean a plena luz del día por muchas comunidades dominadas por el terror.
Por ello mi tesis por la necesaria aplicación de taquetes de redirección y alivio.
Montesquieu (1689-1755) escribió que “ningún hombre debiera de temer a otro hombre”. Como juez, filósofo y estudioso de la condición humana, fue promotor de la separación entre poderes y niveles de gobierno para combatir con éxito el despotismo y la criminalidad. Insistió en que todas las ocurrencias criminales tienen causas que deben de ser resultas por el ejecutivo, el legislativo y el judicial, cada uno en su esfera de acción, su responsabilidad e influencia. Cuando uno falla, afecta a los otros.
Por su parte, Tocqueville en el siglo XIX, con referencia a la violencia en Europa y la organización social en los EUA, subraya la importancia de los niveles de bienestar, la estructura social, la consolidación de la libertad y las oportunidades sociales para enfrentar los llamados dilemas de la modernidad en un mundo donde privan las diferencias y los intereses antagónicos.
En este pensamiento filosófico, la libertad es la ausencia de arbitrariedad y la nula preeminencia de una élite criminal que actúa al margen o por encima de la Ley.
En efecto, frente a la corrupción y la violencia actúales, en el tercer año de gobierno, se requiere revisar y apoyar las estrategias para ser más eficientes y radicales en el combate de ambas expresiones antisociales de grupos y asociaciones criminales que impactan negativamente el crecimiento económico, el progreso y la paz pública de la nación.
Ambas disfunciones, dirían Montesquieu y Tocqueville, requieren combatirse identificando su razón de ser, su origen y evolución.
No cabe duda que mucho hay que hacer en la procuración de la justicia, en la organización comunitaria contra los privilegios, el consumo creciente y comercio de sustancias enervantes y siempre con una mejor educación, combate a la pobreza, mejor distribución del ingreso y la riqueza. Certeza en el uso óptimo de los recursos disponibles y, como diría Perogrullo: la temporalidad finita del sexenio.
Por ello, el uso de ‘taquetes’ de contención y redirección, sin duda contribuirían a corto plazo a obtener mejores resultados anticorrupción y contra la violencia.
En verdad, se requiere reducir las condiciones de dependencia. Mientras exista la enorme demanda por enervantes —lúdicas playas sin regulaciones—, trabajo impago —semiesclavo y de menor salario relativo— y creciente transferencia de ganancias, persistirá el viejo juego del gato y el ratón.
Para avanzar con certeza contra la corrupción y la violencia, tanto a nivel nacional como regional, debemos primero de ponernos de acuerdo en casa, trabajar en la misma dirección y aplicar los taquetes de refuerzo y alivio, como en la secretaria de Gobernación.
Muchos ‘taquetes’ más urgen en Educación, Cultura, Conacyt y Salud, cuando menos. Y, si me apuran, también en la Fiscalía General de la República, en el Instituto Nacional Electoral y hasta en la Guardia Nacional.
Para que no le cierre en falso ni le supure al andar; faltan menos de dos años 8 meses para rendir cuentas definitivas.
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