PARRESHÍA

Democracia sin ciudadanos

Democracia sin ciudadanos

Foto Copyright: lfmopinion.com

Prohibido pensar, decir y ver, candidatos en campaña.

"Y si los niños fueran candidatos", spot difundido por Mexicanos Primero, no sólo puso el acento en uno de los temas torales de esta elección, sino vino a demostrar lo absurdo del modelo de comunicación política de nuestra partidocracia.

La discusión en el INE, supuesto órgano garante de los derechos ciudadanos, obligado, además, a una interpretación garantista y pro persona por el artículo primero de la Constitución, se centra en que es un tema electoral y la contratación de tiempos en radio y televisión no es de un partido político.

Dice Murayama desde su Atalaya, "hay un elefante en la sala, nos está pisando los pies pero no lo queremos ver… el modelo constitucional está siendo trastocado…". Y sí, afortunadamente, lo es. Trastocado por una realidad que muestra lo absurdo y monstruoso del propio modelo.

Como abogado reconozco que semejante privación está en la Constitución y que al INE y al Tribunal no les quedan de otra que aplicarla; pero también como abogado no puedo más que aceptar que aún estando en la Constitución es una aberración.
No puede haber democracia sin deliberación y restringir ésta a los partidos y sus candidatos no es deliberación ciudadana ni política en su sentido de comunidad.

En nuestras narices los partidos se apropiaron de la democracia y de la política, y nos expulsaron de ellas. Nuestro papel es callar y votar como sus publicistas ineptos nos digan.

El derecho no es más que una convención de fines y medios: para que un fin sea, un medio debe ser. El derecho no es un dogma de fe inamovible y menos nuestro derecho electoral, tergiversado, violado y masacrado por nuestra partidocracia al término de cada elección, en una especie de ajuste de cuentas, no de un verdadero y serio ejercicio legislativo. El manoseo que han hecho de la ley nos conduce bajo su inepcia a la tormenta perfecta.

En el mismo tenor vemos hoy al puntero exponer su desnudez ante el populacho que lo aclama. Hecho a la campaña en solitario por cinco años, con el consentimiento omiso de la propia autoridad que hoy se desgarra sus vestiduras por que un outsider entra a la conversación política, Andrés Manuel se aterra ante la posible transmisión de un video que, también desde su Atalaya, considera guerra sucia.

Lo peor es que las líneas de camiones que la publicitaban mostraron también su desnudez, desvistiendo sus camiones a la ira del Mesías, mientras nuestros medios de comunicación tiemblan de pánico ante su venganza divina si osan transmitir la ofensa.

En pleno siglo XXI atestiguamos la Tropical Inquisición que nos espera. Si hoy no podemos ver lo que a un candidato no le gusta, qué podremos pensar, expresar o hacer cuando no le cuadre siendo poder.

En ambos casos priva la censura. En el primero, censura de expresar un parecer y preocupación sobre un tema central para México y su futuro, porque los partidos se hicieron del monopolio de la deliberación pública en México. ¡Vaya modelo de democracia¡

En el segundo, censura para ver, oír y decidir sobre una información que, por más que se niegue, también es central en esta elección. Ahora basta ir arriba en las tendencias del voto para dictar que se ve y que no en México. ¡Vaya modelo de demócratas¡

Ambos casos acreditan los absurdos que ha alcanzado una democracia que debió haber potencializado nuestras libertades, derechos y participación, y que hoy acredita el ostracismo del que hemos sido objeto por una democracia sin ciudadanos.

PS.- Y hablando de los elefantes en la sala de Murayama, no vio en cinco largos años el de la campaña adelantada de López Obrado. ¿O sí?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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