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La soberanía y la realidad

La soberanía y la realidad

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La soberanía no se da en un ámbito esterilizado y abstracto, sino en un mundo en permanente contradicción, injusticia, fuerza y miseria

La historia de México y de los mexicanos ha sido una constante pelea por fortalecer nuestra independencia y consolidar la soberanía frente a otras naciones del mundo, siempre las más poderosas.

Después de tres siglos de sufrir los pesares de la conquista, la explotación y dependencia de la metrópoli europea, la guerra de independencia de 1810—1821, dio lugar a un nuevo país en el concierto internacional, con la alegría de un recién nacido de exitosos augurios y la voluntad de sus habitantes por definir libremente su futuro.

México nació con enorme influencia de Francia, EUA y la propia España que, como talismán, tendrán que ver de ahí en adelante con nuestro crecimiento y desarrollo, con nuestra organización política, económica y social, para bien y para mal.

De acuerdo con la legislación actual, México es libre, independiente y soberano. Según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo.

El pueblo ejerce la soberanía por medio de los Poderes de la Unión y los Estados libres y soberanos, más la Capital del país. Se trata de planear y ejecutar lo que conviene a la población de acuerdo a sus necesidades y costumbres. Un caso típico al respecto es lo relativo al aborto, es legal, bajo ciertas circunstancias definidas en algunas entidades y aún prohibido en otras.

En nuestra relativa corta vida independiente de sólo dos siglos, hemos padecido varias invasiones de potencias extranjeras; una cruenta revolución armada y rebeliones contra el poder central, desde Yucatán, Jalisco y Guanajuato, por ejemplo; la traumática pérdida de la mitad del territorio nacional y una buena: la incorporación de Chiapas al pacto federal.

En 1845 los EUA anexaron el territorio de Texas al suyo y con el Tratado Guadalupe Hidalgo de 1848 se confirmó la pérdida del 51% del territorio nacional.

La segunda mitad del siglo XIX, se caracterizó por una permanente disputa entre liberales y conservadores. Los primeros veían a los EUA y los segundos a Europa.

Juárez restauró la República con las Leyes de Reforma y la recuperación de los llamados bienes muertos improductivos en manos del enorme poder eclesiástico. En Querétaro se decidió la suerte de la mutilada República con el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía, después de la victoria frente a los franceses del ejército comandado por el general Zaragoza, por cierto, nacido en Texas.

Porfirio Díaz sucedió al Benemérito y con la bandera de la no reelección gobernó dictatorialmente durante 32 años, después de su partida a Francia en el Ipiranga, ‘empezó la bola’

A principios del siglo XIX, el ominoso embajador estadounidense Henry Lane Wilson promovió la asonada contra Madero y Pino Suárez, su vergonzoso asesinato y la llegada al poder de Victoriano Huerta.

Un millón de muertos y otro tanto de desplazados costó la Revolución. Carranza, Villa, Zapata, Obregón fueron asesinados. Y a mediados del siglo pasado se consolidó la llamada revolución institucionalizada. Jorge Ferretis, escribió “Cuando engorda el quijote”. La incorporación de México a la modernidad. La burocracia y el Estado de Bienestar para la nueva clase victoriosa.

La acumulación de capital y la rápida industrialización se aceleraron por la Segunda Guerra Mundial y el impacto de la expropiación petrolera, así como por la demanda creciente de bienes y servicios en los EUA, ocupado en la economía militar.

El país creció a tasas del 6% anual sin inflación. Es el tiempo de acelerar la alfabetización, los desayunos escolares, el reparto agrario, su crecimiento y automatización, la salud pública, la educación universitaria; aunque también contradictoriamente se consolida una economía desigual y combinada con enorme concentración del ingreso y la riqueza, discriminación y abismales diferencias sociales.

En el concierto internacional México se distingue por dar asilo a republicanos españoles, por condenar la invasión a Polonia y a Etiopía, por votar contra la expulsión de Cuba en la Organización de Estados Americanos (OEA) y el derecho a su propia determinación; por el asilo a chilenos, argentinos, haitianos y ciudadanos de otros pueblos del mundo en desgracia, como hoy a ucranianos y rusos mayoritariamente en tránsito hacia el norte.

Durante mucho tiempo la soberanía mexicana ha sido puesta a prueba. Más aún con la enorme inversión foránea de empresas estadounidenses, canadienses, alemanas y españolas, principalmente, que asentadas en nuestro suelo en la globalización ponen a prueba leyes fiscales internas, subsidios, administración pública y políticas de limpieza del medio ambiente y de bienestar para la población y de explotación desmedida de tierras y mantos acuíferos, entre otras. Por otro lado, la inversión extranjera crea empleos, genera progreso y cuando tiene responsabilidad social es generadora de bienestar.

Ahora el folklórico embajador estadounidense Ken Salazar, ‘ajonjolí de todos los moles’, con todo y sombrero vaquero pretende calificar e imponer a quiénes los mexicanos debemos considerar amigos. Nunca a los rusos, menos ahora invasores de Ucrania.

La anécdota viene a cuento porque ya se sabe que cuando los EUA estornuda a México le da pulmonía. Y así pasa con nuestra mentada soberanía, que, viéndolo bien, no es en realidad característica destacada de nuestra organización política, económica y social. Apenas balbuceamos en esa materia.

Militarmente tampoco somos una potencia y luchamos contra las narcomafias y la violencia con las uñas afiladas, entre abrazo y abrazo que es lo que ofrece el gobierno como parte de una estrategia de inteligencia militar, para evitar matanzas y atropellos masivos, o cuando menos reducirlos. En tanto, se trata de controlar a agentes extranjeros en territorio nacional, agentes armados y desarmados. De uno y otro bando. Se trata de que no hagan ruido.

Ahora bien, los grandes capitales han crecido, por su eficacia, eficiencia y ventajas en mercados nacionales oligopólicos, por la sobreexplotación de recursos, automatización y estrategias de modernización. Su mejor éxito es cuando se asocian con generadores foráneos de tecnología de punta y dejan de pagar impuestos por ingeniería financiera de elusión o evasión.

La tasa de ganancia de empresas de origen extranjero se ubica generalmente por arriba a la de sus países de origen, lo que ha sido una ventaja competitiva adicional que ofrece México. Aún así, siempre por sistema se quejan y luchan por obtener mayor ‘certidumbre’ y ‘confianza’, i.e. más beneficios. Están felices cuando aumentan las utilidades a cualquier costo. Ahí se explica la intromisión del simpático Ken en asuntos internos... Habrá que ver cuántos lo toman en serio.

En síntesis, la mentada soberanía nacional no es como la pintan. Dependemos del exterior y, adentro, la banca comercial obtiene ganancias exponenciales comparados con la media mundial y mayores que en sus países de origen. Seguimos siendo explotados en uso de materias primas mineras, agrícolas, pesqueras, de construcción y demás. Lo que ofrecemos es una importante industria turística en manos de españoles y otros extranjeros, y energías limpias en manos de empresas conocidas como Iberdrola y otras, hoy un poco nerviosas por la discusión y destino del nuevo proyecto de ley eléctrica que de aprobarse pondría límites a sus abusos y prebendas.

La conquista de la soberanía, paso a paso, pasa por la aprobación de la Ley eléctrica, aunque al ministro de asuntos latinoamericanos español y al rey no les guste y Mr. Ken agite su sombrero llamando la atención, como recordando El Álamo.

En resumen, con nuestra historia y características, todo puede pasar. Muchos apostaron a que el famoso peje Presidente no iba a llegar o qué no iba a durar. Y ahora siguen en negación, llorando todas las mañanas e insistiendo en insultos vulgares y en análisis sesudos del inevitable desencuentro internacional, porque así lo dice el Wallis Street Journal.

Convertidos en centro de espías rusos —según voceros estadounidenses—, a la actual administración de nuestro país le toca, además, defender el litio y fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad.

Veremos de qué tamaño y solidez es la mentada soberanía o si, el entramado incluye una bola ensalivada con truco de intenciones disfrazadas hacia la revocación o no del mandato presidencial.

Como dijera Gil Gaméz, ocurrente y culto periodista: “todo es muy complicado, caracho”.


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Arturo Martinez Caceres

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