PARRESHÍA

¿Y luego?

¿Y luego?

Foto Copyright: lfmopinion.com

Qué presagiaba el no desafuero decretado contra López Obrador

Leopoldo Zea sostiene que no sólo somos responsables ante nuestro presente y futuro, sino también por lo que toca al pasado; pasado que nos obliga a responder ante él sin negaciones y con congruencia. Y ése es el gran déficit de los mexicanos, en particular de esta generación que con la mano en la cintura y a la voz de "Ya" (nótese la profundidad del discurso y proclama que movió a México en el 2000) echamos por la borda la historia patria toda.

Pues bien, de chiquillos y chiquillas nos enseñaron que quien desconoce su historia vuelve a tropezarse con la misma piedra y hete aquí "tropezón habemus". Pero nuestra ignorancia no es sólo de la historia, lo es aún más de la realidad. No alcanzamos a ver, ni los medios -los segundos responsables del entuerto en que nos hallamos- lo permiten.

No tenemos ojos más que para el bulto y el ruido, sin capacidad para ver más allá de la imagen y la consiga, para relacionar el hoy con el ayer y con el futuro, y el decir con el hacer; para analizar la lógica del discurso, la congruencia en el actuar, la veracidad del dicho, la demagogia del actuar, las consecuencias del hacer. Nuestro papel no es el de ciudadanos participantes del acontecer nacional, sino de espectadores de una película cuya trama nos es vedado cuestionar: nos tenemos que tragar lo que nos den, sin reflexión, sin crítica, sin conciencia; así hasta el aturdimiento y la indigestión, de manera que nadie sepa realmente qué está pasando y hacia a dónde vamos. De eso se trata y en esa trama Fox y López se dan la mano.

Si hoy alguien cree ser actor verdadero de nuestra democracia hay que decirle que nadie lo es, todos somos títeres en una ópera bufa sin fin y que la democracia hace mucho que emigró de estas tierras para dejarnos en manos de la dictadura de los medios. En ese tenor, nuestros políticos dejaron de ser tales y quien hoy llenan los espacios mediáticos son simples mimos disputándose una popularidad efímera, falsa e irresponsable, como ellos.

Intentemos, como Teilhard de Chardin, ver más allá de las apariencias.

Para ello voy a utilizar el método de mi amigo Gabino Fraga Peña, él siempre pregunta ante cualquier conclusión (o apariencia) ¿Y luego?

Permítanme, sin embargo, empezar por recordar los albores de la Nación: nuestro emperador de pacotilla reinaba, por cierto, entronizado por aclamación (quien quite y mañana Camacho sea el Pío Marcha del XXI), en su contra se unieron todos los contrarios: republicanos de signo centralista y federalista, borbónicos, militares y la clerigalla popular, deslumbrados por su unidad caminaron juntos con un solo propósito, de corto plazo y miras, derrocar a Iturbide. El derrocamiento vino. ¿Y luego? ¿Qué fue de esa supuesta unidad? Medio siglo de guerras intestinas e invasiones. No es esta una defensa del absurdo del imperio iturbidista, sino un llamado a reflexionar acerca de la supuesta unidad de la marcha mal llamada del silencio, así como de sus alcances.

Muy bien señores de todos los signos y credos, lograron ustedes una gran marcha: ¿Y luego? Muy bien medios y asambleistas desaforados en el mal uso de su fuero, lograron hacer recular al Presidente ¿y luego? Cayó el Procurador ¿y luego? El Peje se impuso ¿y luego? Es que realmente podemos hablar de una unidad nacional en torno del peje. Sostengo que no.

Hoy, como en el XIX, la sociedad está partida en dos polos irreconciliables. Hoy, como en el XIX, los medios han tomado partido y dejado de informar y analizar nuestra realidad. Hoy, como en el XIX, las muestras de unidad son efímeras, cortoplacistas y personalizadas. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el proyecto de Nación del Peje. Ni él mismo lo sabe, habida cuenta que sólo tiene ojos para llegar a la Presidencia de la República al costo que sea. Si a congruencia vamos, tanto Fox como el peje debieron de renunciar hace mucho -Creel antes que ninguno- toda vez que el daño que le han hecho al país es incalculable. Fox por torpe, ignorante, mandilón e irresponsable, el Peje porque no ha tenido una sola acción que no atente, agreda o violente las instituciones en favor de su persona.

No veo pues razón alguna para que nadie pueda festejar lo hasta hoy acontecido. El Presidente recula y pasa de ser Huerta y traidor, a estadista, tan sólo por condescender con el Peje, aunque su recobrada popularidad le haya durado tan sólo tres días, toda vez que el Peje y sus huestes berreantes hoy le reclaman el desistimiento absoluto, cuando saben que ello es jurídica y políticamente imposible.

Fox volvió a caer en la trampa del Peje, creyó que con su "abdicación" (que no fue otra cosa) se acababa la rabia y lo dejarían vivir en paz. Se equivoca, frente a sí no tiene ni a un político, ni a un estadista, menos a una persona bien nacida, el Peje no es como Fox que después del primer golpe se preocupa porque le salió sangre de la nariz al adversario, el Peje lo seguirá pateando sin misericordia hasta acabarlo para siempre. Ya ganó López Obrador. ¿Y luego? ¿A dónde vamos? ¿Vamos a depositar nueva y ciegamente nuestro destino en manos de un líder carismático como en el 2000?

Con el agravante que éste es mesiánico mientras que el otro era un palurdo maniaco depresivo. ¿Se podrá siquiera preguntar al Peje cuál es su proyecto de Nación, o será ello tachado de "complo" y atentado a la democracia?

¿Cuántos habremos de terminar como el agente del Ministerio Público que integró la averiguación previa en cumplimiento de su función pública, golpeados en medio de la calle bajo la cobardía de la noche y la pasividad de una procuraduría (la del DF) que en estos casos se distingue por su abstinencia, cuando no complicidad? ¿Tendremos un mandatario o a un autócrata? ¿Qué hemos construido en estos últimos meses, democracia o totalitarismo? ¿Nos llevará el canto de las sirenas de nuestra mediocracia al caudillismo que enterramos en el XIX?

En todo caso ¿Y luego?

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: