PARRESHÍA

El calvario impuesto a Morena

El calvario impuesto a Morena

Foto Copyright: pixabay

Sin estrategia ni argumentos, con un mismo discurso de agravios e insultos mil veces repetido, ayer Morena perdió una discusión y una votación que siempre supo que tenía perdidas.

Y siguió su calvario y crucifixión hasta el último clavo. Nada lo separó de su martirologio. Finalmente, como se sabía días antes, fue vencido por las oposiciones al no alcanzar dos terceras partes de los votos presentes en la Cámara de Diputados.

Pareciera que no era ya tanto sacar adelante la reforma constitucional en materia eléctrica, como gritarles una y otra vez a sus oposiciones traidores, corruptos y repetir hasta el cansancio la misma narrativa una y otra vez, haciendo gala de marrullerías, como jugar con las mociones de preguntas para alargar los tiempos, provocar e insultar a los contrarios en el uso de la palabra o gritar en todo momento, es un "honor estar con Obrador". De nada sirvió bloquear San Lázaro, tampoco mofarse desde tribuna de los contrarios, menos aún mostrar en ella sus temores sobre las elecciones locales a dos meses de distancia.

Cómo habrá estado la cosa que Fernández Noroña se vio ponderado y conciliador: los más lamentables en tribuna fueron el propio líder de la fracción Morena: Ignacio Mier y el tabasqueño Cantón Zetina, entre una pléyade de oradores que confundieron el Congreso con el mitin placero o la asamblea de partido. Del otro lado tampoco no faltó quien comprara el pleito de cantina, llevando el debate a un nivel lamentable, y conste que el que escribe ha presenciado debates legislativos desde 1967. Jamás había visto la inmundicia humana que ayer hizo gala de sus artes en la máxima tribuna de la Nación. ¡Patético!

En defensa de la reforma sobraron insultos y faltaron razones y argumentos; del otro lado hubo intervenciones rescatables, no muchas.

La interrogante es por qué. Nunca estuvo en duda que no tenían la mayoría calificada, como se los recordó Triana, desde junio del año pasado. Por qué alargar el calvario, por qué echar por la borda su discurso de no mentir, no robar y no traicionar, haciendo gala de las peores artes para comprar, por la buena o por la mala, votos de la oposición, sin mucha suerte, por cierto. Por qué alargar el debate repitiendo una y otra vez los mismos y gastados discurso, argumentos e insultos, sin aportar nada más que hartazgo, para, finalmente, llegar a donde se sabía que iban a llegar: la derrota.

Posiblemente hayan logrado hacerse de un nuevo villano favorito: los hoy "traidores a la patria"; un calificativo que difícilmente va ha sostenerse por más que lo repitan y griten. El costo, sin embargo les es muy alto: ya no son invencibles; no mostraron luces, estrategia, argumentos, ni altura. La faena de ayer no los fortalece, al contrario, los mostró en todas sus debilidades, trampas y miserias. Carecieron de estrategia: todo fue insultar y narrar una historia panfletera hecha para mitin de plaza de pueblo, no para un debate parlamentario. Hoy, hasta Lord Molécula sabe que las reformas militar y electoral no van a pasar.

Para colmo, ni como perdedores saben ser buenos: tras la votación, un Godoy —herido de muerte por el tema de su hermano fugado de ese mismo recinto—, pidió la palabra, para hacer una moción de orden que no lo fue, en su lugar sangró por la herida: que conste que ganamos la votación, dijo, cuando todo mundo saben que son mayoría, pero una mayoría impotente, al menos, para hacer de la Constitución los que les venga en gana. Y mañana, amenazó, nos vemos con la reforma del litio, que ni siquiera había llegado al Congreso. Seguramente dejaron abierta la Oficialía de Partes todo la noche para recibirla y procesarla hoy cual niños en berrinche por haber perdido el partido.

En fin, pronto veremos si todo este cantado calvario tuvo más sentido que 12 horas de gritarles traidores a quienes necesitaban para ganar.

#LFMOpinion
#LoDeHoy
#ReformaElectrica
#CamaraDeDiputados
#Constitucion
#Derrota
#Morena

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: