PARRESHÍA

Todo es culto sin importar personas

Todo es culto sin importar personas

Foto Copyright: lfmopinion.com

Ni corcholata ni hijo que valgan, todo en este gobierno es un culto religioso a riesgo del fuego eterno al 'Señor'.

No hay más ciego que el que no quiera ver.

Este gobierno se trata todo de López Obrador. No un Estado político sino religioso y de adoración.

No le bastó tomar posesión ante el Congreso de la Unión en cadena nacional. No acababa de salir de San Lázaro —un nombre por cierto nada republicano, pero que no pudo cambiarse porque le precedió en tiempo el de la estación del Metro a su puerta y la oposición de las autoridades de la ciudad en aquel entonces: Hank González—, cuando ya estaba vociferando en un Zócalo repleto entre rituales prehispánicos, delirios transfigurados y promesas sin fin. Al final fue tal el aturdimiento que nadie supo a qué se comprometió y con qué ruta de navegación. Lo que seguramente buscaba.

Le habían precedido la consulta democrática marca patito sobre el Nuevo Aeropuerto y su cancelación, las mesas de paz a las que asistiría hasta el Papa Francisco y una cobertura mediática de hasta sus visitas al baño, las tareas de su hijo menor, sus desayunos y nombramientos de ujieres en cargos de gabinete. Peña Nieto, dócil, se difuminó en las sombras que le son tan propicias.

Vendrían luego las mañaneras sin fin, Lord Molécula, los informes de gobierno trimestrales, la resucitación de su mano de sus peores enemigos, el perfilamiento de los conservadores del siglo XXI, los reclamos contra la historia, la aprehensión disuasiva de Rosario Robles, el montaje hoy expuesto de Lozoya y la consulta contra expresidentes, aderezadas con el intento de la perpetuación de Zaldívar en la Corte; le siguió la elección intermedia abanderada por el asalto al INE y el rompimiento del Estado de Derecho y la pudicia democrática; no acabábamos de recuperar el aliento cuando vino la revocación—ratificación y todas sus vicisitudes y descalabrados quirúrgicamente operados, el garlito de la reforma eléctrica, el montaje de la nacionalización del litio nacionalizado en 1917, el pleito con Biden para auto asumirse líder histórico del Foro de Sau Paulo, tras una gira de fin de semana para comprar voluntades extranjeras con recursos de los mexicanos, y todas las distracciones que temprano por la mañana levanta con todo el aparato del Estado orientado única y exclusivamente a ello. En el centro de todo esto una sola figura, erguida en el pódium mañanero o en el mitin placero o en la camioneta dadivosa o en el Tsuru beisbolero.

Las dos últimas, sin embargo, no tienen desperdicio.

Las corcholatas son puestas en movimiento para su culto y enaltecimiento.

Dóciles, cada quien en su papel —hasta Monreal que juega del rebelde e hijo pródigo—, puntuales, disciplinados, con sus mejores galas y vergüenzas, recorren el país para rendirle pleitesías. Ebrard solo aspira a coordinar los comités de defensa de la 4T, la momia de Adán Augusto le ha dado por jugar de profeta de los tiempos del Señor, Monreal se sublima en el papel de la oposición en casa, una especie —muy disminuida, por cierto— de segundas veces de Corriente Democrática, sin el lustre de Cuauhtémoc Cárdenas ni oposición enfrente. Así son las operetas y segundas veces.

De Sheimbaun, qué decir. ¡Pobrecita! ¡Qué papelón! ¡Qué indignidad!

Escuchemos a las corcholatas chapotear en el lodo al son del remedo de líder partidista este fin de semana, en Coahuila, en su “asamblea informativa”, que no campaña adelantada.

En su autoimpuesta ignominia, Mario Delgado, clama por una pizca de atención presidencial con un discurso digno del diván de Freud: “lo único que importa es seguir impulsando el cambio en la historia nacional y no la historia personal, que renuncien a la dictadura del ego, que en su corazón habite el amor y no el odio... —un discurso, por cierto más propio del púlpito que del templete— que lleven tatuados en su pecho los principios de no mentir, no robar y no traicionar ".

La arenga despertó momentáneamente al secretario de Gobernación, quien terció —para no quedarse atrás—: "No es el momento de debates políticos, no es momento de regatear nada, es momento de Andrés Manuel López Obrador y para ello debemos mantenernos unidos".

Claudita, ante semejante arrojo de abyección no podía quedarse a tras y envuelta en la guadalupana y la pirámide de cartón de la Gran Tenochtitlán sacó de su ronco pecho: "La unidad se hace con base en la lealtad, lo que nos une a nosotros son los ideales, el ideal de un México mejor, del acompañamiento al presidente de la República, de este gran esfuerzo, de esta hazaña histórica... El Presidente tiene una tarea, pero nosotros tenemos la tarea de ayudarle ".

Previamente Mario Delgado había marcado la cerradura y el precio: "Cualquier división de Morena es traición—¡y dale con las traiciones! —... Puede haber diferencias, pero ante todo debe haber unidad y compromiso con el proyecto del presidente... Todos los aspirantes que estén en este proceso deben ser respetuosos, hacer trabajo de partido, tener una gran lealtad con el presidente de la República y con Morena".

Monreal, quien una semana antes acusó a las corcholatas con certificado de actos anticipados de campaña y les pidió cuidar la ley, ya invitado y en el templete se sumó al juego de la corcholatas, sin por ello, recibir el anhelado bautizó de palacio. Como sea, jugó el papel asignado: “Es indispensable fijar reglas claras para designación de dirigentes políticos, se requieren reglas consensadas con la militancia para seleccionar dirigentes y gobernantes, mecanismo claros, reglas claras, piso parejo, reglas equitativas para que la gente decida, solo la gente, no la imposición, no a la decisión de grupos de poder”.

Y así como contestando a Delgado se descosió: “Se requiere abandonar la intolerancia, la exclusión; y se requiere abandonar el dogmatismo y el sectarismo, se requiere no abandonar las causas de la gente, de los ciudadanos, de los desprotegidos, de los humillados, a todos ellos tenemos que proteger, se requiere abandonar la simulación y la hipocresía”,

Y para que no quedara duda, cerró: “En materia democrática son (los morenistas) un rebelde sin causa, ni nos vamos a rajar, ni nos vamos a dejar, vamos a trabajar por procesos de democracia”, dijo.

Todos conforme su guión. Pero revisémoslo: “lleven tatuados en su pecho los principios de no mentir, no robar y no traicionar”, ergo, AMLO. “Es momento de Andrés Manuel López Obrador y para ello debemos mantenernos unidos”, pero “la unidad se hace con base en la lealtad (…) (el) acompañamiento al presidente de la República (...) El presidente tiene una tarea, pero nosotros tenemos la tarea de ayudarle”, “ante todo debe haber unidad y compromiso con el proyecto del presidente... Todos los aspirantes (…) deben ser respetuosos, hacer trabajo de partido, tener una gran lealtad con el presidente de la República".

En palabras del propio Monreal, “sin causa” que no sea López Obrador; ni una sola propuesta, ningún tema cercano a los mexicanos, ningún problema qué resolver: solo incienso en el altar de la 4T.

En fin, todo el montaje de las corcholatas es solo, como todo en este sexenio, culto a López Obrador.

¡Qué miserable papel!

Y lo que nos falta por ver.

Pero no paró ahí. El jueves, un asesinato pasional dio en el corazón de la 4T, un abogado disparó a su joven esposa en un restaurante fifi. El escándalo, en ese momento, eran las edades de los cónyuges, el exclusivo restaurante y, claro, la muerte por arma de fuego. Pero los que conocían al presunto homicida encendieron todas las alarmas posibles, ya no eran las últimas grabaciones de Gertz Manero, ni asesinato de dos jesuitas en la Tarahumara lo que preocupaba al régimen, sino las ligas del sujeto con una empresa de seguridad y sus cuantiosos contratos con casi todo el gobierno federal y sus conspicuos socios.

Urgía un distractor y tocóle en suerte al hijo menor del presidente. Una fotografía de casa, por un fotógrafo de casa, oportunamente filtrada por la tarde y magnificada desde la mañanera siguiente urbi et orbi, por un ofendido presidente que, en su agravio, se llevaba entre las patas al chamaco al que hizo conversación mundial. ¡Ni Fox con el ultrasonido de su nuera!

“Es conmigo, dijo la mañana siguiente, no con él”, poniéndose de nuevo en el centro de la épica, una épica creada y alimentada por él. Nuevamente la víctima de sus adversarios, aunque la verdadera víctima era su hijo utilizado de parapeto para salvar a algunos generales amigos del presunto asesino de la joven esposa.

No hay pues ni hijo, ni corcholata que valga. Todo en este gobierno es un culto religioso permanente y eterno al “Señor”.

Ya lo dijo Adán Augusto: “los tiempos del Señor son perfectos”, pregunten si no a su hijo.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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