PARRESHÍA

Las trampas de la reforma

Las trampas de la reforma

Foto Copyright: lfmopinion.com

Los riesgos de hacerle el vacío o hacerle su juego.

Por supuesto que es un riesgo, que tienen razón quienes a ella se oponen y que sus contenidos son regresivos, autócratas y contrarios a la democracia y a la certeza e imparcialidad electorales.

¡Bueno, es una reforma de López Obrador! ¡Qué más se puede decir!

Impulsada contra viento y marea como misil para desvanecer sobre la tierra al INE y cualquier vestigio de una organización institucional encargada de la prevalencia de la democracia como sistema de vida y toma de decisiones colectivas.

El descaro, además, es impúdico y ofensivo.

Pero, aun así, por más absurdo que parezca, por más amenazante que sea, por más razón que asista a todos los que a la reforma electoral de López Obrador nos oponemos, no deja de ser otro circo de tres pistas para distraernos del derrumbe holístico de México.

Ruido, encono, rijosidad, desencuentro, descalificaciones; traidores por aquí, salvadores por allá; escándalos de corrupción salpimentando el champurrado de detritus y, si se descuidan, una reforma de muerte a la democracia. Difícil situación para quienes aún creemos en ella: hacerle el juego y engordarle su circo, o simplemente callar, pero exigir que por ningún motivo pase su reforma.

Pongamos que no pase. Vendrán entonces los desgarres de vestiduras y las acusaciones de traición a la patria de los opositores, en un adelanto exitoso de la campaña política del 24, sobre unos partidos de oposición extraviados en el laberinto de sus impotencias y pecados pasados y presentes. Lo más grave: aunque se sostengan INE y tribunal, el circo mediático se encargará de sembrar sobre ambos todas las cizañas posibles.

Todo el aparato del Estado orientado a mermar la confianza institucional electoral en México, como estrategia de gobierno y el mayor y más claro acto de campaña adelantada de que se tenga registro en el mundo entero.

Difícil disyuntiva. No hacerle el juego y correr el riesgo de que saque su reforma autoritaria y avance en la confusión de prostituir todo entendimiento y comunicación —baste ver la patraña de coordinadores de la defensa de la 4T y la carpa nacional de las corcholatas—, o hacérselo e impedirla al costo de llevarnos entre las patas de los elefantes, las cachetadas de los payasos y los vuelos de los trapecistas la confianza institucional de nuestro instrumental electoral.

López es sin duda un genio de la trampa, de la prestidigitación, de la comunicación Babel y de la destrucción, quisiera Dios que sus capacidades fuesen para construir, pero no. Es como el escorpión en la espalda de la rana a la mitad del río. Picará, aunque nada quedé al final. Éste es el sexenio de la entropía.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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