PARRESHÍA

Elecciones a tercios

Elecciones a tercios
Tres opciones vivas y competitivas hasta el final de la contienda.

Las elecciones, dicen, se van a cerrar entre dos antes de abril y de allí se construyen infinidad de escenarios por todos los intereses en juego.

No en balde MORENA y Frente comparten la misma estrategia de esparcir el parecer de que Meade no levanta y pronto será substituido. La especie, en su boca, es ya mantra electoral.

Una elección centrada en dos opciones abre a éstas la posibilidad de desfondar a la tercera fuerza y de allí, también, la estrategia, ya hasta cierto punto caricaturizada, de abrir las puertas acríticamente a quien quiera sumarse a cualquiera de los proyectos finalistas.

Bajo este esquema se acomodan las tesis del voto útil, de la pepena pragmática y del chapulineo indecoroso.

Pero nadie habla de un escenario diverso que bien pudiera llevarnos con tres opciones vivas y competitivas hasta el final de la contienda.

Hay tantas posibilidades de que una de las tres coaliciones se despeñe, como que las tres consoliden sus expectativas de voto.

En esa situación, las hipótesis y estrategias construidas sobre por quién votaría el voto duro de la opción en tercer lugar quedarían rebasadas y prevalecería como opción la conquista del voto indeciso, apático y, sin duda, antipartido.

La pregunta no sería se los priístas votarían más por un panista o por Andrés Manuel, sino por quién votarían los que no creen en los políticos, odian a los partidos y no quieren saber nada de las elecciones.

En un escenario así, creo que quien tendría mejor rendimiento sería Meade, quien a todas luces no es un político tradicional ni militante de partido alguno.

E incluso podría gravitar en contra de pepenadores y chapulines su pragmátismo descarado y voraz. La historia nos muestra que al final de cada elección los partidos se despiertan asustados de sus borracheras electoreras frente al enfado ciudadano que no supieron ver ni medir.

¿Usted qué opina?

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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