PARRESHÍA

Ruido y luces

Ruido y luces

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Decir muy otra cosa que lo que se sabe, muy otra cosa de lo que se cree, muy otra cosa de lo que se piensa.

Parreshía. — La política sibilina, misteriosa y oscura, de lenguaje de oráculo, propia de la adivinación, exige más fe que convicción, su ámbito es más cercano al templo que a la plaza pública y sus formas son más propias de una cofradía que de una democracia. La política es discurso y acción porque la palabra precede al actuar en conjunto. La parreshía —compromiso con la verdad— es algo que sólo puede darse entre los otros, nunca en la soledad individual, y etimológicamente significa “decir todo”, en otras palabras, no ocultar nada, no enmascarar nada; donde verdad en la antigua Grecia era lo “no oculto”.

En la casa y en el templo los hombres podían ocultar porque su mundo era privado, pero en el mercado y en el Ágora, ámbito público, debían conducirse con verdad, porque es el espacio donde el hombre libre hace su aparecer y dice su verdad si realmente quiere construir un acuerdo y ejercer una acción que solo puede ser en conjunto si quiere que sea verdaderamente política.

La parreshía es una forma aletúrgica mediante la cual “se saca a la luz lo que se plantea como verdadero, en oposición a lo falso, a lo oculto, a lo indecible, a lo imprevisible, al olvido. Podemos denominar ‘aletúrgia’, concluye Foucault, a ese conjunto de procedimientos y decir que no hay ejercicio del poder sin algo que se asemeje a ello”.

Lo contrario a la parreshía es la retórica, forma de decir las cosas que no entabla ninguna relación entre lo que se dice y su decidor; entre lo que piensa y parla, se trata de una técnica de “decir muy otra cosa que lo que se sabe, muy otra cosa de lo que se cree, muy otra cosa de lo que se piensa, pero de decirlo de tal manera que, en resumidas cuentas, lo que diga —que no es ni lo que cree, ni lo que piensa, ni lo que sabe— será, llegará a ser lo que creen y creen saber aquellos a quienes se ha dirigido”. No es lo que pienso, sé y creo, sino lo que quiero que pienses, sepas y creas, aunque sea mentira. En esta técnica no hay compromiso con la verdad, consigo mismo ni con los demás, tampoco posibilidad de construcción conjunta y convivencia duradera.

Hace mucho que murió el discurso político. La parreshía y la retórica también. Hoy priva el discurso de las emociones. En él no juega para nada la verdad, ni el pensamiento, sólo la técnica de moverle las tripas al otro: la Política Espectáculo. Por eso es casi imposible lo político hoy, por falta de integridad, incluso entre los propios políticos. Quizás debería decir: preferentemente entre ellos.

De ahí nuestra Babel.

De allí este vacío que carcome nuestras entrañas.

Sólo ruido y luces.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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