PARRESHÍA

Liderazgo, managment y popularidad

Liderazgo, managment y popularidad

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Una vez hecho popular el interfecto o roca, los propios medios lo consideran en las encuestas políticas y ¡Albricias! candidato habemus.

Para algunos el problema se remonta hasta la Revolución Francesa, el hecho es que hoy vivimos la terrible confusión entre liderazgo y, llamémosle, "management" para dar una idea más completa que simplemente administración, gestión o control.

Veamos, según los que se remontan a la Revolución Francesa la crisis del liderazgo empezó con su proclama de igualdad; el liderazgo devino antidemocrático y fue señalado como privilegio de la clase dominante. Si todos somos iguales, preguntaron, por qué deben existir los liderazgos.

Apuntemos que el planteamiento es erróneo, ya regresaremos a él. Ahora bien, con la revolución industrial y el capitalismo resultante la administración se convirtió en una ciencia social importante en Universidades y economía. Pues bien, ello ha llevado a muchos a creer que management y liderazgo son sinónimos, y ya montados en ese macho, que los políticos pueden ser desplazados al basurero de la historia por los managers. Les ruego no comer ansias, ya habremos de llegar al tema Fox.

Continuemos pues, la mayor crisis, según los estudiosos del tema, se remonta a cuando Robert MacNamara cambio el paradigma de liderazgo en las fuerzas armadas norteamericanas por el de management. No son pocos los que sostienen que esa fue la principal causa de la derrota del imperio en Vietnam. Desde entonces se viene reconsiderando el liderazgo como algo diverso al management: éste es sin duda un instrumento indispensable para un líder, pero no único y menos suficiente. Los expertos en el tema dicen: Management enfoca el "bottom line" (resultado final). ¿Cuál es la mejor manera para llevar a cabo las cosas? Mientras que el liderazgo el "top line" (objetivo) ¿Qué cosas deben llevarse a cabo?

En palabras de Meter Drucker y Warren Bennis, management es hacer las cosas bien, liderazgo es hacer lo correcto (Management is doing things right, leadership is doing the right things). La eficiencia en el management es escalar la escalera del éxito, la del liderazgo es determinar si la escalera se encuentra recargada en la pared indicada. (Covey Stephen R. "7 Habits of Highly Effective People" 1990). Regresemos ahora a aquello de que el liderazgo es antidemocrático. El aserto es falaz, la democracia iguala oportunidades, no capacidades. Sin embargo, la principal diferencia entre uno y otro concepto radica en los contenidos del objetivo final de su acción: para mí el manager tiene por contenido los resultados fríos, duros, objetivos y, casi siempre, materiales: los rendimientos y beneficios reflejados en estados financieros; en tanto que para un líder el contenido de su esfuerzo es la gente (el bienestar de los demás), algo no siempre tangible, casi siempre sutil, a veces tan etéreo como una sonrisa o un estado de ánimo.

Sin desviar el tema, valga señalar que para los viejos políticos la política era como salud, sólo se percata uno de ella cuando falta, ya que lo primero que ésta construye es un espacio de armonía y convivencia que permite el desarrollo y crecimiento de individuos y sociedad en libertad y orden. En la India suelen decir que un "gran" líder es para sí, un "buen" líder es para los demás. Para ellos los fundamentos del verdadero liderazgo se hallan en el desinterés o desapego, considerado como lo contrario al egocentrismo o egoísmo. Así entendido, el verdadero liderazgo tiene por motor un ideal o visión superior a uno mismo, a sus intereses personales, a su fama, a su riqueza, incluso a su salud. Que me perdonen nuestros modernos liderazgos (nacionales y mundiales) pero su problema radica en que en su agenda no aparecen los intereses de los demás, es más, ni siquiera llegamos a aparecer los demás.

Regresemos ahora a Fox. ¿Qué movió a Fox a la política? Su fracaso como empresario y como hombre. ¿Cómo llegó Marta a la política? A través de un matrimonio desavenido y una vida de frustración que, desgraciadamente, la ha empantanado en la maraña de problemas mayores que enfrenta y enfrentará. En ambos casos, y no cito más para evitar el tema político, existe una legitima búsqueda para resolver, o al menos olvidar, los problemas propios de su egocentrismo, pero no una causa de desprendimiento de su persona y problemática en pos de atender el bienestar de los demás.

Puede que haya capacidad administrativa, comunicativa y empresarial, puede que haya ansia de reflector, avidez de riqueza y fama, o que sé yo, pero lo que no hay es liderazgo porque por más que desgarren sus vestiduras con enmascaramientos de caridad empalagosa no tienen por objetivo el bienestar de los demás por encima del suyo propio. Sirva de descargo a ellos y a sus panegíricos que no veo a nadie en el panorama nacional que sí lo tenga. Sin embargo, el liderazgo no sólo se ve desvirtuado por el management, también lo está por la popularidad. Mal y cáncer de nuestra sociedad y más aún de nuestra democracia. Hoy vivimos en un circuito perverso manipulado por los medios. Éstos tienen la capacidad de hacer popular a una roca y hecha popular la pueden hacer ganar elecciones.

No sé si sea cierto, pero cuentan que tras una ruda discusión del Tigre Azcárraga con López Portillo, el Tigre decidió darle una lección, así que Televisa inventó la patraña del "chupacabras" que pronto se convirtió en un fenómeno nacional. Contra toda lógica, ciencia y experiencia México se vio envuelto en el furor y el terror del "Chupacabras". Cuando el asunto cundió, Azcárraga fue con el Presidente y le dijo, palabras más o menos, que podía insertar en el imaginario social monstruos, así como construir y destruir prestigios y carreras políticas. No sé si la historia sea real (la del Tigre, no la del chupacabras que obviamente no lo era). Los dos protagonistas están ya muertos. Lo que sí sé es que a López Portillo los medios le destruyeron hasta el alma, que del chupacabras no se volvió a saber nada y que Televisa, como en tantas otros menesteres, nos debe una explicación.

Pues bien, ¿quién es popular? Aquellos que tienen el impulso de los medios ¡Bueno‚ hasta Creel pretende serlo! ¡Por Dios Santísimo, cordura! Una vez hecho popular el interfecto o roca, los propios medios lo consideran en las encuestas políticas y ¡Albricias! candidato habemus. Juanga es popular pero dudo que pueda gobernar a los mariachis que lo acompañan. Marta es popular pero no logra liderear siquiera su protagonismo. Los ejemplos pueden exponenciarse. El problema es que una persona popular no necesariamente se haya capacitada para ser líder. Una y otra cosa no están peleadas, así como tampoco el que existan empresarios que puedan ser líderes políticos o políticos que resulten extraordinarios empresarios.

El verdadero problema surge cuando la popularidad es creada ex profeso para desvirtuar, manipular o suplantar la democracia imponiendo a "Reagans" o personajes mercadológicos pero no líderes. O bien cuando se sostiene que gobernar se reduce a administrar.

Lo peor, sin embargo, radica en que además de su incapacidad innata, tras los personajes "populares" se esconden siempre oscuros intereses que, de tener un cometido superior y en beneficio de los demás, no tendrían por qué esconderse. ¿O sí?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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