Locura habemus
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Nerón, extasiado, tocaba el harpa desde lo alto del Palatino mientras colina abajo, cerca del Tíber, Roma ardía. Las desmesuras de Nerón, Tiberio y Calígula, por mencionar solo algunos, no son afecciones individuales, son sociales.
Lo vivido por México desde fin de semana es una locura nacional. En vez de aceptar lo innegable de la psicopatología de López Obrador y explicar lo que pasa desde esa condición, somos presas de su locura, la reproducimos, la generalizamos y la alimentamos.
Tras de una semana desastrosa, donde, fuera de sí (enajenado), le declaró la guerra al Poder Judicial, a la división de poderes y, luego, para terminar, a los Estados Unidos en defensa de una soberanía fundada en el narcotráfico, armó todo un montaje sobre su salud. No quiere esto decir que no haya tenido una crisis, aunque pudiera incluso no haberla habido. En todo caso, fiel al librito, lanzó la versión en filtración, Jesús Ramírez la negó para luego ser desmentido por López mismo en un twitt cuya redacción levantaba más dudas que certezas. Sabedor de que ya nadie les crees, jugó con nuestra incredulidad a través de vacíos de información, filtraciones, contradicciones ostensibles en la narrativa y un juego de espejos con la medianía, insuficiencias y alcances de su equipo. Su propia esposa fue enviada, ¡del brazo de Ebrard! a engordar la incredulidad sobre la salud de su esposo, sabedor él de las reacciones histéricas que la señora levanta en amplias franjas de la sociedad, y ayer por la mañana Epigmenio puso sobre la mesa la ficha del victimismo con Ciro Gómez Leyva.
Por la tarde el enfermito nos endilgó 18 minutos de mañanera vespertina en el marco de una especie de mausoleo a Madero, donde se dolió de lo que su locura provocó. ¡Hasta a Sor Juana nos endilgó!, acreditando, sin embargo, que jamás la ha leído. Cualquier otro gobernante hubiera hecho un control de daños. Él no, al contrario, provocó el daño, lo esparció y lo cultivó con esmero digno de mejores causas, para luego dolerse de él. Nadie, ni Madero, ni Hidalgo, ni Juárez, ni Cárdenas fueron atacados con la ira desenfrenada con que sus mal—querientes y mal—cristianos le desearon la peor de las muertes y se regocijaron de su mal. Podemos imaginarlo en su cuarto de guerra tejiendo la trama de su victimización con lúdica sevicia.
Sin embargo, no hay nada nuevo bajo el sol, es el mismo delirio: el bien atacado por el mal, el Cristo de la 4T lapidado, la misma cantaleta de conservadores y cambio verdadero. Y así hasta la locura hecha Nación.
Además de quitar de la conversación pública sus descalabros políticos y comunicacionales de la semana pasada, aprovechando la enajenación colectiva, ordenó a sus diputados violar hasta la ley de la gravedad para sacar sin proceso legislativo alguno reformas cada vez más absurdas, malignas y temerarias. Lo del INSABI no es otra cosa que aceptar que no tenemos ya sistema de salud en México. En su cantaleta de resurrección al tercer día no podía faltar que aún con él recluido, México está mejor que nunca en todos los ordenes, aunque la realidad lo niegue una y otra vez.
Cenizas quedaron de Roma con Nerón. Sabrá Dios qué quede de México con el trastorno conductual de López Obrador.
Pero una cosa podemos ya confirmar hoy, el curso de su patología terminará por trastornar a todo México, engullido literalmente por él y por ella.
Locura habemus.
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