El poder solo sirve para servir
PALABRAS DE LUIS FARÍAS MACKEY EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO FONDEN ELECTORAL EN MÉRIDA, YUCAT ÁN, EL S ÁBADO 17 DE DICIEMBRE DE 2005
No voy a cometer el despropósito de hablar a Ustedes de la elección que sufrieron en carne propia en el 2004, menos aún la torpeza de hacer un refrito del libro; así que con su venta quisiera investigar con Ustedes cuál fue la enseñanza que dejó esa elección. Para ello, quisiera empezar por Don Víctor.
De él no voy a contarles una historia dorada, porque ésas no existen en la realidad. Don Víctor fue un político de lucha, nada se le dio fácil.
Fue un gran amigo y un temible enemigo pero, por sobre todo, fue un hombre bueno: bondadoso con sus amigos, y también con sus enemigos. Y una forma muy personal de expresar su bonhomía fue siendo un libro abierto para todo el que quisiera aprender.
No era, como muchos políticos, un hombre que recuperarse su pasado para vanagloriarse y engañarse, él solía hurgar en el pasado para aprender a cada instante y para enseñar al que deseara escucharlo. Cuando se hablaba con él no había maestro y discípulo, tan sólo había dos amigos observando un hecho y desentrañando siempre nuevas enseñanzas. Otras veces, su enseñanza era el silencio: dejaba que uno mismo sacara sus conclusiones sin influir en el proceso, menos aún en el resultado.
En fin, Don Víctor, si me permiten definirlo, fue una enseñanza andando. Hoy, si queremos honrar su memoria, creo que debemos buscar la enseñanza del 2004, la lección de la elección, de suerte de no paralizarnos en la afrenta, ni consumirnos en la denuncia. Para mí, el 2004 enseña con diáfana claridad que cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo y deja de ser un medio para servir, se pierden todos los valores, se prostituyen todos los fines y se envilecen todas las conductas.
Don Víctor fue un guerrero en toda la extensión de la palabra, un hombre de lucha, pero para él el poder siempre fue un medio, allá está su magna obra de gobierno de prueba. Usó el poder para servir, sin fruición, sin apego, desapasionada y desprendidamente. Por el contrario, en el 2004 los panistas yucatecos pelearon por el poder como fin, no como medio. Ése fue su pecado y será su penitencia.
Decía Nietzche que quien dedica su vida a combatir monstruos termina convirtiéndose en uno. Tal le pasó al PAN. Fue tal su ansia de poder que, primero, convirtieron a su adversario en un monstruo, en un demonio; segundo, convirtieron la política en una lucha escatológica y religiosa, de la luz contra las tinieblas, entre el bien y el mal. Y ya instalados en ello, tercero, para conservar el poder por el poder tuvieron que violentar todos los límites, despedazar todas las reglas, humillar todos los principios, pervertir todos los valores. En una lucha -y enfermedad- semejante, ya no hay hombres ni mujeres que no merezcan ser mancillados para asegurar el poder. Y el poder conservaron‚ ¿para qué? Si el poder convertido en fin es por naturaleza infértil, cancerígeno e inhumano.
¿De qué les ha servido el poder, que no sea para hacerse insultantemente más ricos, pero también más sordos y más ciegos al reclamo y dolor de los yucatecos? ¿Para convertirse en monstruos capaces de medrar con el drama de un pueblo damnificado? ¿Para amurallarse en su soberbia? ¿De qué les sirve el poder y para qué lo quieren si no saben que la política es para construir acuerdos, sumar voluntades, concertar acciones en pos de un fin común; no para confrontar, para dividir, para aislar, para emponzoñar la sana convivencia del grupo humano.
Podrán tener el poder, que de nada les sirve, porque lo asumen como un fin en sí mismo y no como un medio y, por tanto, una responsabilidad. Podrán tener el poder, pero el cariño del pueblo yucateco sigue estando con Don Víctor porque él entendió y usó el poder como un medio para servir, no como un fin o botín a conservar a costa del sufrimiento de un pueblo.
El día después de la elección del 2004 López Doriga preguntó a Don Víctor "¿A qué sabía la derrota?", él contestó que "era un hombre al que se podía vencer pero jamás derrotar. No conozco la derrota". Y hoy, cual Cid Campeador, sigue ganando batallas y enseñando al que quiera aprender que el poder sólo sirve para servir, para nada más.