PARRESHÍA

¿Mi INE?

¿Mi INE?

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La credencial como simple identificación es un instrumento político impotente e infértil; no pasa de ser un plástico testimonial, demasiado caro como instrumento tramitológico. La credencial como seguridad y garantía de voto es arma y es armadura.

A semanas de iniciado el IFE, el secretario y los directores Ejecutivos fuimos invitados por Nino Canún. En el desarrollo del programa, Felipe Solís y yo tuvimos un diferendo. Por mi parte señalaba que la Credencial para Votar era ¡precisamente!, para votar, mientras que Felipe sostenía, además, que serviría como identificación para cualquier trámite.

Con el tiempo prevaleció el carácter identificativo, por sobre el de sufragante. Si bien en el plástico se sigue leyendo “Credencial Para Votar” —como es su designación legal—; en el imaginario colectivo primero se le llamó “Credencial de Elector”, primando al sujeto identificado por sobre el destino primigenio del documento: “votar”. Y hoy, le llaman simplemente “Mi INE”. Y aquí recuerdo aquel paradigma de Woldernberg de un arbitro modesto, eficiente, casi imperceptible, que con el paso de los años se volvió uno protagónico, soberbio y omnipresente. Pero tanto fue ese cántaro al pozo de los deseos que terminó restañado y fue así que durante años sus esfuerzos institucionales, propagandísticos y hasta de ¡educación cívica! se enfocaron en la defensa del cántaro y sus más conspicuos personeros. Y entonces la propaganda de la Credencial para Votar la redujo a “Mi INE”. El lugar en vez del propósito; el lugar sin propósito. Fuera quedaron de la narrativa publicista el ciudadano y la tan cacareada democracia. Sólo quedó la marca por sobre el juego, el jugador, las reglas y torneo, y el marcador como mandato. Por sobre todo la asociación de árbitros y su fama pública. Y así “Mi INE” hoy no te identifica ni se relaciona con votar; es más bien como esas camisolas de marca que nos utilizan para mostrar en el pecho su logotipo bordado como propaganda. No es “Mi INE”, como algo mío, es él en cuanto marca y yo de maniquí.

Las palabras no sólo tienen peso y significado, también crean y, así, las palabras y significado de la Credencial para Votar han perdido su valor para generar calidad ciudadana y facilitar su ejercicio democrático. Ya no es ni identificación para votar, ni identificación personal; es el “INE” en tanto fetiche publicista en el juego del poder.

No desconozco el asedio del que ha sido objeto el INE en este sexenio, como tampoco sus excesos y deformaciones en pasados, hasta llegar a la degradación en que se encuentra hoy sumido; pero el INE era un órgano al servicio del ciudadano para que pudiera hacer efectivos sus derechos políticos, desde los de pensamiento, expresión, asociación y participación, hasta de decidir, votar, ser votado, estar informado y recibir rendición de cuentas. Los ataques al INE no fueron al fetiche que hicieron de su institución ni a los blasones de sus personeros, sino a nuestros derechos y libertades políticos ciudadanos, pero en lugar de salir a pelear con “El INE no se toca”, debimos y debieron, INE y personeros, defender lo que procesaba y debió asegurar la institución: derechos y libertades, ciudadanía y sufragio; no la "marca de la pureza". El hecho es que el INE se tocó, de hecho ya no sirve para nada, pero nadie vio, ni siquiera los próceres de la democracia, cómo nuestros derechos y libertades político electorales desaparecieron antes que el INE. Hoy INE y ciudadanía son hologramas, la democracia es demoscopia y el voto encuestas y tómbolas. ¡Ah, pero todos estamos atentos al juego de las corcholatas!, sin tiempo para pensar en lo que nos fue quitado en nuestras narices.

Por más importante que sea el INE, no es el sujeto ni el centro de la democracia. Éste lo es el ciudadano en tanto acción de voz y voto libres y efectivos. La credencial como simple identificación es un instrumento político impotente e infértil; no pasa de ser un plástico testimonial, demasiado caro como instrumento tramitológico. La credencial como seguridad y garantía de voto es arma y es armadura.

Hoy la propaganda institucional habla de “Mi INE”, no de mi ciudadanía, mis libertades, mis derechos, mis obligaciones, mi voto, mi pensamiento, mi voz. Nada nos dice del porqué de tener al día y, digamos, cargada la credencial. Porque no se trata de tenerla sólo para identificarnos, sino abastecida y lista para votar con ella. Siguiéndola metáfora, para luchar con ella.

Los publicistas han hecho de la política humo y sinrazón. En política todo tiene que tener sentido, separar el sentido político de la propaganda institucional ha sido una de las causas de nuestros muchos descalabros como sociedad y Nación.

No, no es “Mi INE”; soy yo ciudadano, soy yo derechos; soy yo en acción. Con mi Credencial para Votar me hago presente, me dejo ver y oír; hago de mi voluntad acción y con ella impacto la realidad. No es una marca más. La política no es de marcas, es de libertades.

¡Mi INE! ¿Mi INE? Su…


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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